sábado, junio 14, 2008



OCHENTA AÑOS

DE FUEGO Y POESÍA


Ernesto Che Guevara nació el 14 de junio de 1928, en Rosario, Argentina, en el seno de una familia de clase media. Su infancia y su adolescencia transcurrieron en Buenos Aires y Córdoba. Se graduó como médico y ejerció su profesión en una leprosería. Con el propósito de conocer directamente la realidad latinoamericana, emprendió con un amigo un largo recorrido (en motocicleta, en balsa, etc.) que abarcó desde Argentina a Venezuela. En 1954 estuvo en Guatemala; eran los últimos tramos del gobierno progresista de Jacobo Arbenz. Tras el levantamiento del mercenario Castillo Armas, hombre de los yanquis que frustra esa posibilidad revolucionaria, el Che cruza la frontera con México. Allí trabaja como fotógrafo ambulante y hace investigaciones sobre alergia; asimismo escribe la mayor parte de los poemas que se muestran a continuación. Conoce a Fidel Castro y de inmediato se integra a su grupo de revolucionarios cubanos. Es uno de los ochenta y dos hombres que, a fines de 1956, embarcan en el Granma; también es uno de los doce sobrevivientes del desembarco. A partir de ese episodio, y la lucha revolucionaria en la Sierra Maestra, el Che empieza a convertirse en una de las figuras más importantes de la revolución cubana, en la que descolló por su capacidad política y su talento militar. En los meses previos al triunfo de la Revolución, comandó la columna invasora que llegó al Escambray. Luego de la victoria, presidió el Banco Nacional de Cuba y fue Ministro de Industria. En cumplimiento de distintas misiones de la Revolución, recorrió numerosos países de Asia y África, así como de la comunidad socialista. Son notables sus intervenciones en varias reuniones internacionales: Punta del Este, Ginebra, Naciones Unidas, Argel. En 1960 publicó La guerra del guerrillero; en 1963, Pasajes de la guerra revolucionaria, obra en la que se revela, además, como un extraordinario narrador; en 1965 dirige a Carlos Quijano, director del semanario uruguayo Marcha, su carta “El socialismo y el hombre en Cuba”, texto básico en el desarrollo y la expresión de su pensamiento político. El 3 de octubre de ese año, Fidel Castro da a conocer la carta de despedida del Che. En diciembre de 1964 había respondido así a una pregunta que le formularan en la ONU: “He nacido en la Argentina; no es un secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino, y, si no se oponen las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más, y en el momento en que fuera necesario estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica.”

Fiel, como siempre, a esa profunda convicción, comienza a organizar en 1966 las guerrillas bolivianas. En la primavera de 1967 envía su “Mensaje a la Tricontinental” con la célebre consigna: “Crear dos, tres, muchos Vietnam.” En octubre de ese año, es herido y apresado en la Quebrada del Yuro, Bolivia, y luego vilmente asesinado. En 1968 se publica en Cuba y, simultáneamente, en otros siete países, el Diario en Bolivia. En 1970, la Casa de las Américas publica sus Obras 1957-1967 en dos volúmenes.

El 19 de octubre de 1967, ante una imponente y silenciosa multitud, reunida en la Plaza de la Revolución de La Habana, Fidel Castro había evocado la figura y la trayectoria ejemplares del guerrillero heroico: “Che se ha convertido en un modelo de hombre no sólo para nuestro pueblo sino para cualquier pueblo de América Latina.”


POESÍA


El mar me llama con su amistosa mano

El mar me llama con su amistosa mano.

Mi prado –un continente-

se desenrosca suave e indeleble

como una campanada en el crepúsculo.


De pie el recuerdo caído en el camino

De pie el recuerdo caído en el camino,

cansado de seguirme sin historia,

olvidado en un árbol del camino.

Iré tan lejos que el recuerdo muera

destrozado en las piedras del camino,

seguiré siendo el mismo peregrino

de pena adentro y la sonrisa fuera.

Esa mirada circular y fuerte

en un mágico pase de muleta

esquivó en mi ansia toda meta

convirtiéndome en vector de la tangente.

Y no quise mirar para no verte,

sonrosado torero de mi dicha,

invitarme con gesto displicente.


Palenque

Algo queda vivo en tu piedra

hermana de las verdes alboradas

tu silencio de manes

escandaliza las tumbas reales.

Te hiere el corazón la piqueta indiferente

de un sabio de gafas aburridas

y te golpea el rostro la procaz ofensa

del estúpido “¡oh!” de un gringo turista.

Pero tienes algo vivo.

Yo no sé qué es,

la selva te ofrenda un abrazo de troncos

y aun la misericordia araña de sus raíces.

Un Zoólogo enorme muestra el alfiler

donde prenderá tus templos para el trono,

y tú no mueres todavía.

¿Qué fuerza te mantiene

más allá de los siglos

viva y palpitante como en la juventud?

¿Qué dios sopla, al final de la jornada

el hálito vital en tus estelas?

¿Será el sol jocundo de los trópicos?

¿Por qué no lo hace en Chichén-Itzá?

¿Será el abrazo jovial de la floresta

o el canto melodioso de los pájaros?

¿Y por qué duerme más hondo a Quiriguá?

¿Será el tañir del manantial sonoro

golpeado entre los riscos de la sierra?

Los incas han muerto, sin embargo.


Treno

Qué fiera soledad, cielo de tierra,

la del que muere combatiendo por

la terrena justicia y el amor

que en forma de odio la garganta cierra.

No hay consuelo en el valle ni en la sierra

para tanto abandono clamador

de la forjada al fuego humana flor

por defender la vida que la entierra.

No hay consuelo ni fe que nos aguante.

De sol, ardiendo, el alma se vacía

para ver aquel cuerpo en luz sangrante

(concreta, acribillada poesía),

ocupando en la nada militante

toda la soledad, toda la hombría.




Fuente: Poesía Trunca, Mario Benedetti, Visor Madrid 1980.


Imagen: La Jiribilla, Revista de Cultura Cubana.

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