domingo, junio 22, 2008


APRENDIENDO A APRENDER

Por Joseph D. Novak y D. Bob Gowin


Durante décadas se ha discutido si la educación es un arte o una ciencia. No vamos a entrar en este debate, parecido en cierto modo a la discusión sobre la influencia del entorno o de la herencia en la inteligencia humana. Sean cuales fueren las conclusiones detalladas, nuestra premisa general es que la educación lo mismo puede ser un arte (o un oficio) que una ciencia, y que tanto la herencia como el entorno influyen en el potencial humano. Puesto que hoy día casi nadie aboga por la eugenesia, la única opción válida para los educadores es la mejora del entorno en que tiene lugar el aprendizaje. Las estrategias que se presentan en este libro se desprenden de los avances de la teoría en psicología del aprendizaje y en la filosofía, están, al mismo tiempo, basadas en ellos, del mismo modo que muchas de las nuevas prácticas en medicina, agricultura o ingeniería se desprenden de avances teóricos en las ciencias. Sin complicar innecesariamente los temas, procuraremos ilustrar la simbiosis que existe entre los desarrollos teóricos y los avances en las estrategias educativas. Pondremos de manifiesto esta relación al presentar ejemplos de estrategias que sirvan de ayuda a los estudiantes para entender cómo construyen el conocimiento los seres humanos: estudiantes, profesores y estudiosos.

Para algunos de nuestros lectores puede resultar una sorpresa enterarse de que el conocimiento se construye; está generalizado el mito de que las personas descubren el conocimiento. El descubrimiento puede jugar un papel en la producción de nuevos conocimientos, pero no deja de ser simplemente una más de las actividades implicadas en esta producción. La construcción de nuevos conocimientos comienza con la observación de acontecimientos o de objetos a través de los conceptos que ya poseemos. Por acontecimiento entendemos cualquier cosa que suceda o pueda provocarse: el relámpago es un acontecimiento natural; las guerras, la educación y la fisión del átomo son acontecimientos provocados por los seres humanos. Entendemos por objeto cualquier cosa que exista y se pueda observar: los perros, las estrellas y las personas son objetos naturales; las casas, los objetos de cerámica y los postes totémicos son objetos construidos por los hombres. Por tanto, vemos que la construcción de conocimiento puede abarcar tanto acontecimientos y objetos que tienen lugar de manera natural como los acontecimientos y objetos que construyen los seres humanos. El conocimiento no es algo que se descubra, como el oro o el petróleo, sino más bien algo que se construye, como un coche o una pirámide. Volvamos ahora al papel que desempeñan los conceptos en la producción del conocimiento.

Definimos concepto como una regularidad en los acontecimientos o en los objetos, que se designa mediante algún término. “Silla” es el término que empleamos en castellano para designar un objeto con patas, un asiento y un respaldo, que sirve para sentarse. “Viento” es el término con que designamos el acontecimiento consistente en el movimiento del aire. Aunque es posible que otros animales reconozcan regularidades en los acontecimientos o en los objetos, el ser humano parece ser el único que tiene la capacidad de inventar y utilizar un lenguaje (o símbolos) para designar y comunicar las regularidades que percibe.(1) La cultura es el vehículo mediante el cual los niños adquieren los conceptos que han sido construidos a lo largo de los siglos; las escuelas son creaciones recientes que sirven (esperamos que sirvan) para acelerar este proceso. En cierta ocasión, William James sugirió que el mundo del recién nacido es una enorme y rumorosa confusión. No sabemos si esto es cierto; pero sí sabemos que los niños muy pequeños aprenden a distinguir el sonido de la madre o del padre, cuando se disponen a alimentarles, del ruido ambiente, y otros sonidos importantes del ruido que les rodea, y que sus llantos pueden indicar que reconocen regularidades de esta clase en los sucesos. Esta capacidad innata para detectar regularidades y para reconocer y/o aplicar signos de identificación hace posible la adquisición del lenguaje por el niño (cosa que han logrado todos los niños normales a los tres años de dad), proeza increíble, que es, en muchos sentidos, la tarea de aprendizaje más difícil con que el individuo se va a enfrentar en toda su vida. Mientras el niño no haya construido este primer conjunto de conceptos a partir de la experiencia, no podrá emplear el lenguaje para reconocer y designar regularidades como las que llamamos árboles, canguros, invierno o fiestas de cumpleaños. Los niños pequeños de características normales se muestran tan ansiosos por aprender nuevas palabras (y las regularidades a que se refieren) que sus preguntas continuadas pueden llegar a resultar molestas para los padres o los hermanos mayores. Los niños empiezan entonces a adquirir las reglas del lenguaje que, al combinarse con los signos de identificación, dan un significado más preciso a los acontecimientos o a los objetos: la demanda “¡Leche!” pasa a ser “¡Leche para mí!” y más tarde “¡Por favor, dame un poco de leche para beber!”. Cuando los niños empiezan a ir a la escuela ya han adquirido tanto las reglas del lenguaje como un entramado de conceptos que desempeñan un papel crucial en el aprendizaje escolar posterior. Los niños aprenden asimismo métodos para organizar acontecimientos y objetos de forma que les permiten ver nuevas regularidades y, a su vez, volver a reconocer los términos que representan esas regularidades, continuando este proceso hasta la vejez o la muerte.

Estamos interesados tanto en el aprendizaje como en el conocimiento, que son la misma cosa. El aprendizaje es personal e idiosincrásico; el conocimiento, público y compartido. Estamos interesados en el pensamiento, en los sentimientos y en la actuación; los tres elementos están presentes en cualquier experiencia educativa y transforman el sentido de la experiencia. Aun cuando una experiencia pueda ser tenida en común por niños pequeños y mayores, expertos o novatos, o aprendices y maestros, el sentido de esa experiencia puede ser radicalmente diferente para cada uno de ellos. La educación es el proceso mediante el cual intentamos activamente cambiar el sentido de la experiencia. La educación puede ser opresiva o liberadora; este libro está comprometido con una educación de índole más liberadora.

Nota: (1) Existe cierta controversia sobre si los chimpancés –y quizá otros animales superiores- tienen o no esta capacidad, pero no cabe duda sobre el hecho de que los seres humanos conciben y emplean términos conceptuales con una corrección que les caracteriza.


Fuente: Learning how to learn, Joseph D. Novak/D. Bob Gowin.

No hay comentarios.: