lunes, enero 24, 2022

El infinito en un junco


 

 Nota para la tribu del junco

 

Vosotros,

que en lo tierno y profundo

del futuro

aprendisteis de nuevo

a leer y escribir

recordad siempre:

no hay nada más hermoso

que ser frágil en un mundo infinito.


Juan F. Rivero,

Las hogueras azules (2020)


Inesperadamente, El infinito en un junco ha llegado a las manos acogedoras de los lectores en una época de extrañezas, tiempos sombríos que nos han recordado nuestra incurable fragilidad. Sobrecogidos por la incertidumbre, hemos sentido la protección de anónimos cuidadores que se enfrentaban cada día a un virus invisible y a sus propios miedos. Ida Vitale escribió: "Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo". En estos meses, buscando asideros y salvavidas frente al desasosiego, hemos reposado la mirada en los libros, esos objetos -vulnerables como nosotros mismos- que siempre estuvieron a nuestro lado y de nuestra parte, que nos rescatan de toda clase de encierros con solo tenues movimientos de nuestros ojos y manos, y nos recuerdan que el universo entero puede caber en los surcos de una página impresa.

Leer es escuchar música hecha de palabra. Es cercanía y extrañeza. Es a veces hablar con los muertos para sentirnos más vivos. Es viaje inmóvil. Es una maravilla cotidiana. En este tiempo de reclusión, hemos comprobado que los libros amansan la ansiedad y nos regalan lejanías. Hoy valoramos -quizá más que nunca- el papel que desempeñan en nuestras vidas zarandeadas por la tormenta y el desconcierto. A lo largo de los siglos, estos cofres de palabras han sobrevivido a guerras, dictaduras, sequías, crisis y catástrofes. En ellos, las utopías esperan días más propicios. Una y otra vez, nos ofrecen en sus páginas -como brazos abiertos- las ideas, las historias y los cuentos que necesitaremos para escribir el mañana.


FUENTE: El infinito en un junco, Irene Vallejo. 1a. ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Debolsillo, 2021.