domingo, septiembre 25, 2011



CUENTOS COMPLETOS
José Miguel Varas

(In Memoriam)


Prólogo


¿Son cuentos? Sí, pero más que los cuentos contados y releídos.

Son historias de un chileno dentro y fuera del país, llevándolo siempre a cuestas, los de un oyente de otros y de sí mismo, transmitiéndonos nuevas antiguas y duraderas, las perpetuidades de una vida larga pero precaria, haciéndola memorable.

La biografía de una chileno social, fragmentada en episodios salientes, discretos, escuetos, irónicos. El monólogo a nombre de una galería de personajes significativos que muchas veces sacan fuerza de carácter a costa de extremar su propia y dramática trivialidad de ánimos.

¿Muy complejos? Sí, por más que se rvelen en el estilo murmurado con sencillez por Varas. Ni abstractos ni alegóricos, sin embargo, del total de estas historias podría deducirse la alegoría moral de la manera de ser chilena.

Es la vida de Varas elevada-o reducida- a arquetipo. La variedad de los fantasmas nacionales viviendo en el país y reproduciéndose en otros lugares del mundo al mismo ritmo que durante todo el tiempo vivido hasta ahora por Varas.

El primer cuento data de 1947.
Todos son el hoy constante de su pasado que se vuelve repentinamente concreto, objetivo. Al autor no le gustaría que le dijeran que son historias de su vida en historietas dramáticas y cómicas a la vez. El protagonista es él mismo, en ocasiones poniéndose a la vista y en otras mirando tácito desde corta distancia.

Este libro es de Memorias.
Incluso el orden temático, entre lo Del Álbum hasta lo Del exilio y De Rusia, sigue una cierta cronología desde la niñez hasta la avanzada madurez.

Se nos presenta la integridad de un hombre real, que representa a una multitud, aunque no lo supiera ni quisiera. Talvez lo sabe, talvez hasta lo quiere.

Su prosa tranquila da lugar a la poesía de las situaciones más excesivas. Como en el último y prolongado relato, Formación de un académico, obra maestra en que culminan muchas otras que también lo son.

Las narraciones, impregnadas de humanidad cariñosa, revelan al mismo tiempo la omnipresencia del Mal que intenta vanamente suprimirla. Su conjunto significa un vade retro a la anti-humanidad. En ese sentido se trata de cuentos morales.

No es de mi incumbencia compararlos con los de antiguos o contemporáneos.

A mi juicio de lector encarnizado, no se parecen a los de nadie. Ni siquiera siguen servilmente los recursos y convenciones del género. Los grandes nombres con que se quisiese parangonarlos, Chéjov, Maupassant, o en Chile, Federico Gana, Manuel Rojas, no bastarían.

Acaso habría que recurrir a algún historiador que se ocupe con gran literatura de lo que Stendhal llamaba petiots faits vrais, pequeños hechos verdaderos, significativos, anécdotas cargadas de sentido y emoción hasta el máximo posible.

No solo son verosímiles, como corresponde a las ficciones, sino sobre todo verídicos.

Se admitirá que no cabe en prólogo resumir tramas de estos cuentos de escrito tan prolífico y prolijo como lo fuera Pirandello.

En cambio elegiré trazar un pequeño retrato incompleto de la persona José Miguel Varas Morel.

De familia de letrados criollos y antiguos en Chile, es un cristiano cultural que pasó por la más rigurosa escuela del siglo veinte, la de Marx y Lenin, para ser ahora nada menos que sí mismo.

Su madurez psicológica es admirable y le permite comprender cualquier conducta aunque es contrario a varias premisas, que no admite por moral, decencia y sentido de la belleza espiritual. Tal belleza la encuentra también en situaciones al parecer estrambóticas pero siempre humanas y en creaturas deformadas por el dolor pero iguales a sí mismas íntegramente, de una pieza, a pesar de lo antiguo y contradictorio a veces de sus vidas. Varas no es nunca equívoco frente a esto último; lo reconoce y pasa. Guarda una sonrisa que no es nunca un rictus.

Se interesa por todos los seres a su alcance; todos ellos son su prójimo.

Su apariencia, igual a su espíritu, es serena, digna, sencilla.

¿Soy demasiado apologético? Sea.

Lo considero el mejor cuentista de historias en mi mlengua chilena.


ARMANDO URIBE
Santiago de Chile, 2001

Fuente: Cuentos Completos, José Miguel Varas, Ed. Alfagura, 2001.

domingo, septiembre 11, 2011


El último encuentro con la vida

por José María Memet


A Salvador Allende

Qué puede hacer un hombre que está solo
-solo como el mundo me refiero-
sino vivir este combate por la vida
con tanta soledad que crece, aumenta.

Y en el rumbo que toma su mirada que es la nuestra
Nuestro pueblo-no es la herida que se abre
en el país, la llaga inmensa- es más perfecto,
es dejar la muerte allá tan lejos.

Y es que el su corazón que cae para siempre,
y es aquel que disparando para siempre
amo la patria, y es aquel que en esta muerte

- su sangre en esta hoja un hoyo enorme-
deja latir un corazón que al beso llega
y que otro hombre necesita en esta lucha.

Fuente: Pentagrama Poético

sábado, septiembre 03, 2011



Me gustan los estudiantes


por Violeta Parra


Que vivan los estudiantes,
jardín de las alegrías.
Son aves que no se asustan
de animal ni policía,
y no le asustan las balas
ni el ladrar de la jauría.
Caramba y zamba la cosa,
que viva la astronomía.

Que vivan los estudiantes
que rugen como los vientos
cuando les meten al oído
sotanas o regimientos,
pajarillos libertarios
igual que los elementos.
Caramba y zamba la cosa,
que vivan los experimentos.

Me gustan los estudiantes
porque son la levadura
del pan que saldrá del horno
con toda su sabrosura
para la boca del pobre
que come con amargura.
Caramba y zamba la cosa,
viva la literatura.

Me gustan los estudiantes
porque levantan el pecho
cuando les dicen harina
sabiéndose que es afrecho,
y no hacen el sordomudo
cuando se presenta el hecho.
Caramba y zamba la cosa,
el Código del Derecho.

Me gustan los estudiantes
que marchan sobre las ruinas;
con las banderas en alto
va toda la estudiantina.
Son químicos y doctores,
cirujanos y dentistas.
Caramba y zamba la cosa,
vivan los especialistas.

Me gustan los estudiantes
que van al laboratorio.
Descubren lo que se esconde
adentro del confesorio.
Ya tiene el hombre un carrito
que llegó hasta el purgatorio.
Caramba y zamba la cosa,
los libros explicatorios.

Me gustan los estudiantes
que con muy clara elocuencia
a la bolsa negra sacra
le bajó las indulgencias.
Porque, ¿hasta cuándo nos dura,
señores, la penitencia?
Caramba y zamba la cosa,
que viva toda la ciencia.



jueves, septiembre 01, 2011



¿Qué será de nosotros sin ellos?


por Cristián Warnken


¿Qué sucederá cuando se acaben las movilizaciones estudiantiles y la Alameda amanezca vacía, sin manifestaciones, y en vez de jóvenes disfrazados y caravanas y danzas, vuelvan los grises oficinistas de siempre a cruzar las mismas calles con la mirada perdida en el horizonte? ¿Qué sucederá cuando los mismos políticos vuelvan a decir las mismas frases de siempre y el país se sumerja otra vez en su estado de anestesiamiento general, el mismo que durante décadas aseguró una insana "normalidad", una paz de cementerio? ¿Nadie se hará preguntas entonces, nadie interpelará a la incoherencia, nadie levantará la voz para cuestionar las ideas hechas, los conformismos, y las inercias? No logro imaginarme que el país vuelva a ser el mismo que era antes de que empezara este inédito y ferviente movimiento estudiantil.

No podría aceptar que esta primavera colectiva haya sido sólo eso, una efímera primavera, como lo son todas las primaveras del hombre. Un jovencísimo Neruda, en un poema ganador de una Fiesta de la Primavera que se celebraba en el Santiago aldeano de hace varias décadas, a propósito del ímpetu de su generación que participó activamente en un cambio de mundo, decía: "Y van nuestras jóvenes almas henchidas/ como las velas de un barco en el viento". ¿Nos bajaremos todos de este barco que en estos meses nos ha hecho cruzar fuertes tormentas, pero también cielos abiertos y puros? ¿O volveremos a ser los sumisos consumidores de antes, los pasivos endeudados, los que se compraron a ciegas un modelo de vida alienante, sin cuestionamiento y con fatalista resignación? No me gustaría que volviera a triunfar el "peso de la noche", ese que ha permitido que los mediocres gobiernen sin que nadie los cuestione, ese que baja todas las varas morales y sólo se interesa en que suban las tasas de interés. No me gustaría ver a Chile otra vez dormido en sus laureles, en su autocomplacencia aspiracional, sin espíritu, sin ideales, sin pasión, sin riesgo, sin sueños. Un país temeroso del desborde, de la creatividad, del pensamiento libre. Un país que no lee ni el diario, un país que sólo se junta colectivamente para celebrar un gol o reírse de un chiste de doble sentido, pero que no se interesa por la educación y la cultura, un país apático y engreído. Un país viejo antes de nacer. ¿Qué haremos cuando los jóvenes saquen sus lienzos y ya no se escuche ondear sus consignas en el viento? ¿Qué haremos los días de lluvia cuando nadie salga a decir basta?

Ya veo venir la hora vestida de tedio y resignación, la hora más devastadora de todas. Es tan efímera la juventud, dura tan poco: "Juventud, divino tesoro,/ te vas para no volver./ Cuando quiero llorar no puedo,/ y a veces lloro sin querer". La juventud enciende las lámparas, la juventud enumera sin piedad nuestros errores uno a uno y nos lee la cartilla de nuestras incongruencias, nos saca de nuestros cómodos asientos, nos mueve el piso, nos trae espejos donde nos vemos a nosotros mismos instalados, cínicos, sin fe. La juventud es implacable y generosa, nos recuerda que estamos vivos y que estar vivos es arriesgar, es poner todo en duda de nuevo, es salir a la calle a darlo todo por lo imposible.

Cuando los jóvenes se vayan de estas calles, cuando sus voces no resuenen en nuestras almas, saldremos a pedirles que vuelvan, a exigirles que no se vayan nunca. Porque sin sus desmesuradas demandas nuestras vidas volverán a marcar el paso, y no moriremos como mueren ellos, los jóvenes, como héroes, como relámpagos en el cielo, sino que correremos el riesgo de irnos apagando, de agonizar como caricaturas de nosotros mismos, de nuestras traiciones interiores y nuestros tedios. ¡Que vuelvan siempre los jóvenes, vestidos de lo que sea, disfrazados de anhelos, para que nos cuenten a los adultos ese cuento que necesitamos para despertar y levantarnos de nuevo cada día!

Fuente: emol