lunes, septiembre 21, 2020


El equipaje del destierro

 

Patricio Manns

 

 

Tú me preguntas siempre cómo fue.

Y bien: vamos a suponer que yo salí de Chile,

que fui expulsado a puntapiés, o que hui

rompiendo el cerco como un puma aterrado.

Y bien: supongamos que ya no estoy

allá, que quizás no estoy en

parte alguna.

Pero voy a decir

muy claramente: pues, no he perdido nada. Porque,

cómo podrían quitarme mi volcán

con su volcana, mi río con su ría, mi

árbol con su arboladura, mi piojo con

su pioja, mi libro con

su librea, mi dolor con su dolora,

mi humo con su

humita, mi bote con su bota, mi solfeo

con su solfea, mi palo

con su pala, mi conducto

con su conducta?

 

Tú siempre me preguntas

cómo

fue.

 

Y bien: vamos

a suponer que ganaron la batalla

y falta aún –todavía- conocer

el resultado de la guerra.

Vamos

a creer

que no puedo tocar las cosas que tuve

y que amé. Pero voy a afirmar

solemnemente

que no he perdido nada, nunca nada, nada

de nada. Porque

cómo podrían arrebatarme mi caso con

su caza, mi saco con su saqueo, mi colchón

con su colchona, mi grillito

con su grillete, mi Bío-Bío con su Via-Via,

mi araucano con su araucaria, mi Baco

con su Baca, mi tumbo con su tumba, mi consejo

con su conseja, mi suelo con su suela, mi conjuro

con su conjura, mi cervatillo con su

cerbatana, mi gesta con su gesto, mi ceño

con su seña, mis esperadores con

su esperadura?

 

Yo poseo una máquina y maquino.

 

Yo poseo una boga y bogo.

 

Yo poseo una mesa y amaso masa.

 

El equipaje del destierro es una explicable

mezcolanza de verdad y de humo. Y sin fuego

no hay humo.

 

 

 

Fuente: Revista Araucaria de Chile, N°16 – 1981. Página 125.

 

miércoles, marzo 25, 2020







A callarse

Pablo Neruda
  

Ahora contaremos doce 
y nos quedamos todos quietos. 

Por una vez sobre la tierra 

no hablemos en ningún idioma, 
por un segundo detengámonos, 
no movamos tanto los brazos. 
sin locomotoras, 
todos estaríamos juntos 
en una inquietud instantánea. 

Los pescadores del mar frío 
no harían daño a las ballenas 
y el trabajador de la sal 
miraría sus manos rotas. 

Los que preparan guerras verdes, 
guerras de gas, guerras de fuego, 
victorias sin sobrevivientes, 
se pondrían un traje puro 

y andarían con sus hermanos 
por la sombra, sin hacer nada. 

No se confunda lo que quiero 
con la inacción definitiva: 

la vida es sólo lo que se hace, 
no quiero nada con la muerte. 

Si no pudimos ser unánimes 
moviendo tanto nuestras vidas, 
tal vez no hacer nada una vez, 
tal vez un gran silencio pueda 
interrumpir esta tristeza, 
este no entendemos jamás 
y amenazarnos con la muerte, 
tal vez la tierra nos enseñe 
cuando todo parece muerto 
y luego todo estaba vivo. 

Ahora contaré hasta doce 
y tú te callas y me voy.
 
Fuente: "Estravagario", Editorial Losada S.A., Buenos Aires, 1958.