martes, septiembre 12, 2023


 Silvio ayer, en la Basílica:
 
Algunas canciones, como muchas otras cosas de la vida, se hacen, o se aprenden a hacer, muy a pesar de lo que se desea. Y esto pasa con más razón en canciones que evocan pesares colectivos. Quiero decir que, en este caso, hubiera preferido no tener motivos para escribirla, y creo que en cierto sentido no fui yo quien la hizo, porque me fue extraída por una dura realidad que ocurría ante los ojos de todo el mundo.
 
Aquella mañana de hace hoy 50 años, como cada día, me asomé, a ver si la Avenida 23 seguía a los pies del apartamento en que vivía. Entonces mi vecina, Cuca, desde el balcón de al lado, me dijo: “Pon la radio, que parece que se está acabando el mundo en Chile”.
 
Y sí: por la radio se escuchaba a Salvador Allende despedirse, en medio de explosiones. Decía que más temprano que tarde se abrirían las grandes alamedas para que pasara un pueblo libre. Un locutor informaba que el presidente resistía el asalto a la casa de gobierno con un pequeño grupo de colaboradores.
 
Imaginar a la persona correcta y gentil que era Salvador Allende en semejante situación requería de cierto esfuerzo. Porque Allende era un hombre de paz, un hombre con ideales, pero de paz, y era difícil concebir que en aquellos mismos instantes estaba vendiendo cara su existencia, asumiendo de la forma más dura las consecuencias de su ideal democrático y constitucionalista, y todo por haberse propuesto mejorar la vida de su pueblo.
 
Justo un año antes de aquel día terrible, habíamos estado en Chile varios trovadores jóvenes, gracias a la invitación de Gladys Marín, amiga de mi hermana Chabela Parra, quien le comentó a la dirigente chilena que nosotros éramos más bien rojitos y no rosados, como nos pintaba cierta prensa de nuestro país. Y, ya en Chile, una de las cosas que más nos conmovía de aquella realidad bullente de 1972, era la fiereza con que era criticado el presidente socialista, no sólo por la derecha sino también, y mucho, por la izquierda.
 
Tanto era así que entonces, un año antes del golpe, Noel, Pablo y yo nos preguntábamos, caminando y viviendo Santiago, cómo era posible que la Unidad Popular se mantuviera. Pero aquel presidente, todas las veces que lo vimos y escuchamos, no cedía ni un milímetro y cada vez más decidido abrazaba su compromiso con los pobres de su tierra.
 
Tuve la oportunidad, puedo decir el honor, de haber estado cerca de Salvador Allende en tres momentos. El primero en La Moneda, donde nos estrechó la mano a cada uno de los invitados al Congreso de la Jota. La segunda vez fue en la Alameda, en un acto en que pasaron los mineros con una tela enorme que decía: “Chicho, danos las armas”. La última vez que vimos al presidente Allende fue en su discurso en el Estadio Nacional, en la clausura de aquel congreso.
 
El estadio, que un año después sería convertido en una prisión inmensa, estaba engalanado con grandes imágenes de próceres de la independencia de Nuestra América. Algunos de nosotros notamos la falta del Che, que había sido asesinado no hacía mucho, y cuando llegué al hotel compuse América, te hablo de Ernesto.
 
Yo sólo espero que nunca se olvide quienes alentaron y apoyaron aquel golpe sangriento. Sus propios testimonios han quedado para la posteridad. Ojalá nunca más, ni en Chile ni en ningún otro lugar.
 
Toda esta memoria y muchas otras cosas, algunas tristes, otras esperanzadas, están presentes hoy aquí. En mi caso es una canción rabiosa que también cumple medio siglo. Recuerdo que la incluí en mi primer trabajo discográfico en solitario, que apareció al año siguiente del golpe. Recuerdo que fue una de las dos canciones que la censura heredada del Franquismo no quiso autorizar en España.
 
Hoy agradezco la hermosa orquestación de Aldo López Gavilán y la excelente interpretación de estos jóvenes frutos de nuestras Escuelas de Arte, conducidos por la Maestra Daiana. Agradezco también la presencia de mi querida amiga Digna Guerra y el Coro Nacional Cuba, siempre magistrales y generosos.
 
Gracias, pues, a todas y a todos los artistas, técnicos y trabajadores que inmediatamente acudieron a esta conmemoración con tan hermoso espíritu de entrega, el que merecen la memoria de Salvador Allende, sus compañeros y el pueblo de Chile.
 
Hoy, para colmo, es el cumpleaños 81 de un prócer cubano, mi amigo del alma Eusebio Leal Spengler, a quien quien dedico especialmente este momento.
 
Adelante, Maestra...

Allí amé a una mujer terrible,
llorando por el humo siempre eterno
de aquella ciudad acorralada
por símbolos de invierno.

Allí aprendí a quitar con piel el frío
y a echar luego mi cuerpo a la llovizna,
en manos de la niebla dura y blanca,
en calles del enigma.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Allí, entre los cerros, tuve amigos
que entre bombas de humo eran hermanos.
Allí yo tuve más de cuatro cosas
que siempre he deseado.

Allí nuestra canción se hizo pequeña
entre la multitud desesperada:
un poderoso canto de la tierra
era quien más cantaba.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Hasta allí me siguió, como una sombra,
el rostro del que ya no se veía.
Y en el oído me susurró la muerte
que ya aparecería.

Allí yo tuve un odio, una vergüenza,
niños mendigos de la madrugada.
Y el deseo de cambiar cada cuerda
por un saco de balas.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

 

FUENTE:  http://www.cubadebate.cu/opinion/2023/09/12/silvio-rodriguez-volvio-a-emocionarnos-con-su-lirica/

martes, agosto 08, 2023

 

A ESE ALGUIEN

Hernán Rivera Letelier

 

A ese alguien, hombre o mujer,

que cayó por ti en las mazmorras.

A ese que puso sus manos

para que no arrancaran las uñas

de las manos tuyas.

A ese que ocupó tu lugar en la parrilla

y gritó y se retorció,

y no vomitó tu nombre.

A ese que hicieron desaparecer,

y cuyos huesos, que pudieron ser los huesos tuyos,

como signo de resistencia.

A ese que fue arrastrado por ti al paredón

y rezó y lloró y

se orinó frente a la muerte,

y luego sufrió la ignominia de haber asistido a un Simulacro.

A ese que enfrentó al pelotón de fusilamiento,

y fue fusilado -ahora sí- con balas de verdad,

balas que muy bien pudieron quedar

incrustadas en tu pecho.

A ese muerto sobre el que hoy estás parado vivo

A ese que con su vida te dio la sobrevida

A ese alguien, hombre o mujer.

Alójalo en tu corazón.

Abrígalo en tu memoria.

Que el frío del olvido no lo toque.

Para que nunca más en Chile.

 

#50AñosDelGolpeCívicoMilitar  #MemoriaVerdadYJusticia  #NadaNiNadieEstáOlvidado

lunes, febrero 06, 2023

 

María  del Carmen Arriagada Jerez

Detenida desaparecida, octubre 1973

 

Profesora Arriagada

 

Puede ser como si el tiempo nunca pasará,

como si todo lo malo

nunca hubiera sucedido.

Olvidar tu sonrisa y alegría

es como olvidar la manera de empezar.

Te acusaron de liderar un levantamiento campesino,

cuando lo único que hiciste fue levantar los sueños de los niños

que confiaban ciegamente en ti.


Te acusaron de acaparar armas,

cuando lo único que acaparaste

fueron historias, canciones y letras.

Acallaron tus cuecas y tu voz,

pero en los pañuelos se alza tu voz y con ella tu risa.


Sin embargo, cada primavera,

luego que se va la nieve, el patio de la escuela de Chilpaco

se vuelve a llenar de lirios haciéndote recordar.

Mujer de sueños, alegría y amada,

madre única, recordada por todos.

tu legado nunca será olvidado.


Autor: Estudiante Cuarto medio, Generación 2019.


Referencia: https://memoriaviva.com/nuevaweb/detenidos-desaparecidos/desaparecidos-a/arriagada-jerez-maria/

 

 



domingo, enero 29, 2023


 Presentación

Guillermo Parvex

 

Cautiverio feliz, publicado en 1673 por el maestro de campo de los tercios españoles Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, relata su vida en manos de los mapuche tras ser capturado en la batalla de Las Cangrejeras en 1629. Los manuscritos originales son un fiel retrato de la Guerra de Arauco y de las conflictivas relaciones hispano-mapuche de aquel período colonial. Aunque su autor era un oficial de los ejércitos reales, destaca el alto grado de cultura de los mapuche, la humanidad con que trataban a sus cautivos y lo justo de su férrea resistencia a la invasión de su territorio. A la vez, el texto es una denuncia política ante el soberano hispano del mal proceder de quienes lo representaban en este rincón del mundo, a quienes el autor sindica como responsables de "las guerras dilatadas del Reino de Chile".

Hoy el destacado escritor Pedro Cayuqueo nos presenta esta obra literaria cuyo gran valor es que mantiene incólume los manuscritos originales, adaptando su lenguaje hoy obsoleto y la estructura narrativa que dificultaba su lectura. A diferencia de antiguas adaptaciones, esta no presenta los grandes sesgos que aquellas hicieron en favor de los conquistadores destacando las virtudes de los españoles y los defectos de los mapuche, traicionando con ello el espíritu de la obra original. A través de este nuevo trabajo de Cayuqueo, el lector se fascinará al adentrarse en el Wallmapu del siglo XVII bajo los ojos de un joven militar al servicio del rey y conocer con lúdicos detalles su organización, costumbres, ritos y también el generoso pecho de su noble nación.


Fuente: Cautiverio feliz, Pedro Cayuqueo /Adaptación y comentarios. Editorial Catalonia, 2022

jueves, noviembre 10, 2022

 
Poéticas del cine
Raúl Ruiz
 
 
Prólogo
 
 
He aquí el primero de los tres tomos que compondrán esta Poética. No creo que sean de gran ayuda para los cinéfilos y los profesionales del cine. Los escribí pensando más bien en aquellos que usan el cine como espejo, es decir, como instrumento de especulación y reflexión, o como máquina para viajar en el espacio y el tiempo.
En el origen de este libro están las seis conferencias que di en abril de 1994 en la Universidad de Duke (EEUU), invitado por Fred Jameson y Alberto Moreiras, y que corresponden con estos seis primeros capítulos. El séptimo es la conferencia introductoria de un seminario que di en Palermo en diciembre de ese mismo año. En cuanto a las ideas que atraviesan estos textos, las fui poniendo más o menos a punto durante el año universitario de 1989-1999, cuando di clases en Harvard.
He intentado aquí sobrevolar algunos de los temas más polémicos que sacudieron en estos últimos años a los teóricos de los medios de América del Norte y Latinoamérica (Jameson, Dienst o Moreiras), como también los paradigmas narrativos de la industria del entretenimiento, las nuevas imágenes o la globalización del mundo audiovisual. Pero también he tratado temas más europeos, como la naturaleza de la imagen y el inconsciente fotográfico. Aparecerán también temas que forman parte de polémicas más antiguas, algunas de las cuales datan de los principios de la historia del cine (pienso en las ideas de Bertrand Russell, Ortega y Gasset y Elias Canetti). De vez en cuando irrumpen querellas aún más antiguas (Raimundo Lulio, Shitao, los teólogos Molina y Báñez, etc.). Para dar cuenta de todo eso elegí un género cercano a lo que en la España del siglo XVI se llamaba Misceláneas, esos discursos teórico-narrativos que se dedicaban a hacer piruetas, a los cambios de rumbo inesperados y las interpolaciones extravagantes; en suma, a lo que podríamos llamar el arte  de saltar de un tema a otro.
El segundo tomo, Serio ludes (Juegos serios), está compuesto por parodias y simulaciones conceptuales, y propone un método de trabajo para escribir películas. El tercero, Métodos, está compuesto por ejercicios y recetas, y pretende ser un método para filmar.
Estos tres libros giran alrededor de una convicción: en el cine, al menos en el cine narrativo (y todo el cine lo es de cierta manera), es el tipo de imagen lo que determina la narración, y no al revés. A nadie se le escapará que esta afirmación implica que el sistema de producción, invención y realización de películas debe ser modificado de manera radical. Quiere decir también que aún son posibles un nuevo tipo de cine y una nueva poética del cine.
Una última observación: no soy un erudito, y he encontrado la mayoría de mis referencias en mi biblioteca personal, lo que me ha permitido corroborarlas directamente. Pero leo en diagonal, viajando de un libro a otro, y eso no está exento de riesgos. Es muy posible que aquí y allá haya interpretaciones o comparaciones abusivas o sencillamente gratuitas. Pero este libro es un viaje, y los viajeros deben saber que tomar caminos que no conducen a ninguna parte también forma parte del viaje.
 
 
FUENTE: Poéticas del cine. Raúl Ruiz. Ediciones Universidad Diego Portales, 2014.
 

 

domingo, junio 19, 2022


 

DISCURSO HONORIS CAUSA POR LA UNIVERSIDAD DE COSTA RICA

JUNIO  DE 2022

JOAN MANUEL SERRAT, COMPOSITOR, INTÉRPRETE Y POETA

Señor rector de la Universidad de Costa Rica; miembros del Consejo Universitario; autoridades que amablemente nos acompañan; profesores, alumnos, amigas y amigos:

 

Me enorgullece que una casa de estudios como ésta me haya premiado con un doctorado, gracias al cual puedo dirigirme a ustedes, mujeres y hombres, que desde la educación, la escuela y la universidad trabajan en la conquista de un mundo más justo, donde los sueños se acerquen más a la realidad. Estoy seguro de que quienes tan generosamente han considerado oportuno concederme esta distinción, lo han hecho con la intención de reconocer los méritos de una persona. Pero al hacerlo, deben saber ustedes, que también están reconociendo a un colectivo de mujeres y hombres que han construido su vida a partir del oficio de cantar y de escribir canciones, y para quienes el valor y la fuerza de la palabra es fundamental en su quehacer. Con todos ellos quiero compartir este reconocimiento.

De otros aprendí el oficio de cantar y hacer canciones. De otros que antes lo aprendieron de otros. Y me hace feliz pensar que, tal vez, con mi trabajo habré podido ayudar al aprendizaje de los que siguen. Me siento un hombre privilegiado que trabaja en lo que le gusta, y al que —además— le pagan por hacerlo. Me siento una persona querida y respetada que canta por el gusto de cantar… Y además siempre me dan mesa en los restaurantes.

Con canciones me expreso y me comunico con los demás. Escribo mirando a mi alrededor, pero también volviendo la mirada a mis interiores. Escucho las voces de la calle, pero también oigo los ecos. Escribo dejando volar los pensamientos, pero también clavando los codos en la mesa. Que escribir es mucho más que el fruto de momentos inspirados. Es el resultado del esfuerzo, de la porfía por amasar palabras, por tejer y deshacer mimbres. Y si las musas, siempre escurridizas y engañosas, acudieran a darme una mano, serán bienvenidas. Y les agradezco lo que vale, pero sin confiar absolutamente nada en su voluble lealtad.

Dice el refrán que quien canta, su mal espanta. Y es verdad. Cantando, conjuras los demonios y conviertes sueños en realidades. Cantando compartes lo que amas y te enfrentas a lo que incomoda. Las canciones viven en la memoria de la gente viajan y nos transportan a tiempos y lugares donde un día tal vez fuimos felices. Algunas son personales e intransferibles. Otras aglutinan sentimientos comunes y llegan a convertirse en himnos. Todo momento tiene una banda sonora y todos tenemos nuestra canción. Esa canción que se hilvana en la entretela del alma y que uno acaba amando como se ama a sí mismo.

Entre las muchas cosas que he de agradecerle a la vida, es este oficio que me ha llevado a caminar al mundo, sin que las penurias económicas o políticas me empujaran a hacerlo. Y es ese ir y venir donde he conocido gentes de todo tipo y condición, en lugares distintos, diferentes a aquellos lugares en los que crecí, con otras costumbres, con otras maneras. Todo ello, lejos de llevarme a consolidar y concretar una idea de patria sublimada y distante, me fue consolidando en el descubrimiento: la patria para unos es el territorio, para otros es el idioma, para otros la niñez, para algunos algo con lo que llenarse la boca y otros con lo que llenarse la bolsa.

Yo he reconocido mi patria por los caminos. Lo aprendí de mi madre, que decía que su patria estaba donde sus hijos comían. Probablemente eso deben pensar las miles de madres que a lo largo y ancho del planeta caminan con sus hijos a cuestas, huyendo del dolor y de la guerra, dejando atrás la tierra que los vio nacer y buscando un lugar en donde sus hijos coman, crezcan y aprendan a convivir en paz, en una nueva patria temporal o definitiva. Viéndolos atascados en los barrizales, aguardando reemprender el camino, atorados en el descansillo, pongamos de una Europa, una Europa mezquina y desalmada, la orilla de un Mediterráneo que otrora fue cuna del pensamiento y puente de culturas. Viéndolos así, me pregunto: si alguien sabe decirme, ¿dónde queda la patria de esta gente? ¿Queda atrás, queda por delante?

Soy como todos ustedes fruto del tiempo y del mundo que me ha tocado vivir. Un tiempo de confusión y angustia, de soledad, de falta de referentes, donde se ha perdido la confianza en el sistema, en sus representantes y en sus instituciones. Donde los jóvenes se sienten engañados y los mayores traicionados y donde más que nunca nos necesitamos los unos a los otros, porque todos somos importantes, porque todos tenemos que sentirnos importantes.

En los últimos años, ha sido extraordinario el crecimiento tecnológico y científico que hemos experimentado. Pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad. Se han producido daños terribles a la naturaleza, muchos de ellos irreparables. Y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad. Más que una crisis económica, diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida. Y, sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla, como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos. Espectadores y víctimas parecemos esperar que nos salven aquellos mismos que nos han llevado hasta aquí.

Es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y la avidez del mercado, donde todo tiene un precio, donde todo se compra y donde todo se vende. Es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida.

Tal vez no sepamos cuál es el camino. Tal vez no sepamos por dónde se llega antes. Pero sí sabemos qué caminos son los que no debemos volver a tomar.

Espero que ustedes, gente buena, instruida y tolerante, sabrán juzgar mis palabras con su intención, más que por la manera en que he sido capaz de expresarme. Mientras tanto, que los músicos no paren de hacer sonar sus instrumentos y que los poetas no dejen de alzar la voz. Que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos y que lo cotidiano no se convierta en normalidad capaz de volver de piedra a nuestros corazones.

 Muchas gracias. 

 

Fuente: www.milenio.com