domingo, marzo 16, 2008

PSICOANÁLISIS SUDAMERICANO

Psychoanalyse in Südamerika

Por Daniel Matzenbacher

El psicoanálisis, una disciplina eminentemente europea, llegó primero a las Américas y más tarde también a India, China y al mundo musulmán, extendiéndose por todo el planeta. La teoría de la psique humana que desarrolló el médico Sigmund Freud en el primer tercio del siglo XX en Viena adoptó en su paso a través de las culturas y los continentes formas variadas, aunque todas guiadas por la idea de ayudar a los seres humanos y remediar su padecimiento.

En la serie monográfica que el semanario Die Zeit publicó con ocasión del 150 aniversario del nacimiento de Freud, los lectores alemanes tuvieron oportunidad de escuchar una voz procedente de Sudamérica: la de César Rodríguez Rabanal.

DieZeit: Señor Rodríguez Rabanal, usted practica el psicoanálisis en América Latina. ¿Hasta qué punto están ahí enraizadas las enseñanzas de Sigmund Freud?

César Rodríguez Rabanal: El psicoanálisis llegó tempranamente a América Latina, ya en los años treinta –en aquella época, muchos judíos que lo ejercían tuvieron que emigrar de Europa-. En Argentina, Brasil, Uruguay, el psicoanálisis tiene una larga tradición; en Perú se expandió, más o menos, en los años cincuenta. Se concentra sobre todo en las grandes ciudades, como Buenos Aires, en Argentina, Río de Janeiro y São Paulo, Lima, Montevideo…

¿Y en las zonas rurales?

Ahí no hay psicoanalistas. Las diferencias entre campo y ciudad en Sudamérica son mucho más grandes que las que puedan existir entre las ciudades sudamericanas y europeas. El típico paciente de un psicoanalista en Lima o Buenos Aires es gente de clase media o alta, que paga por su cuenta; en esto se diferencian poco de los europeos. Pero, a no dudarlo, el psicoanálisis, en ciertos círculos sudamericanos, está más incorporado a la vida cotidiana que en Alemania.

¿Cómo así?

En ciertos círculos sociales es una costumbre generalizada que uno se haga un psicoanálisis, o incluso varios. Es común hablar abiertamente de eso. En Alemania se tiene la impresión de que sólo los que verdaderamente están enfermos se hacen un psicoanálisis. En nuestras latitudes es más bien al revés: al que va a un psicoanálisis se le considera suficientemente fuerte de carácter para atreverse a hacerlo.

¿Se arriesgaría a decir que el psicoanálisis en Sudamérica recibe mayor reconocimiento que en Europa?

No quisiera juzgar Europa en general. Pero Alemania es un caso especial; por decirlo así, un descubridor tardío del psicoanálisis contemporáneo. Esto se debe naturalmente a su historia, a la emigración forzada de sus psicoanalistas en los años treinta. Recién a fines de los cincuenta y a comienzos de los sesenta el psicoanálisis fue reimportado a Alemania. Por eso fueron sobre todo los siquiatras los que tuvieron la palabra durante unos veinte o treinta años. En aquella época se afirmó un rechazo del psicoanálisis que sigue siendo mucho más fuerte que en otros países europeos.

¿Encuentra en sus pacientes sudamericanos problemas distintos a los que se le plantean en Alemania?

La globalización ha dejado sus huellas también en el psicoanálisis. Cada vez más pacientes vienen no por razón de dolencias o de síntomas actuales, sino porque padecen un malestar existencial, un sentimiento de insatisfacción, porque tienen el deseo de la realización personal. Esto vale tanto para Sudamérica como para Alemania.

Pero las condiciones sociales son muy diferentes. En concreto, en Sudamérica impera otra religiosidad. ¿Y qué papel, por ejemplo, tienen las culturas indígenas?

En este aspecto hay que diferenciar entre los distintos países. En un país con trasfondo migratorio como Argentina no existe una cultura indígena. Por el contrario, en mi país, Perú –como también en Bolivia, Ecuador, México o Guatemala-, la población indígena es numerosa; en estos países hay tendencias racistas. Esto no lo admite nadie abiertamente. No obstante, es perceptible una discriminación de la población indígena, aunque callada y poco explícita. Y eso tiene una cierta importancia en muchos análisis, por ejemplo en pacientes de raza mestiza. Éstos sufren de complejos de inferioridad, envidia y discriminación.

Usted mismo es muy activo en la política, ha sido hasta hace un año y medio consejero del presidente peruano Francisco Toledo, y hoy dirige un proyecto del Gobierno para la prevención de conflictos. ¿Qué papel puede tener el psicoanálisis en la política?

Primero debo aclarar que no me metí en la política especialmente como psicoanalista, sino que siempre estuve interesado activamente en ella. Yo soy, si lo quiere, un veterano de la generación del 68; fui por diez años presidente del Foro Democrático en Perú. Paralelamente a este compromiso, trato en efecto también de integrar el saber psicoanalítico en la planificación política. Si no es posible evitar conflictos sociales, por lo menos quisiera ayudar a aliviar a los que sufren sus consecuencias.

¿Podría darnos un ejemplo concreto?

Fotografía: Caballero Red Verde

Sí. En el norte de Perú hay una gran mina de oro, creo que es la segunda más grande del mundo. Ahí hubo un conflicto entre la industria minera y la gente del lugar sobre la destrucción del medio ambiente y el acuerdo de desarrollo económico. Miembros de mi grupo –al cual también pertenecen antropólogos y trabajadores sociales- hicieron entrevistas para ser interpretadas y evaluadas después. La gente nos dijo a menudo: “Han engañado a nuestros notables”, refiriéndose a aquellos respetados representantes de la región que fueron invitados a Estados Unidos por los empresarios, y que a su regreso recomendaron a la población aprobar la empresa minera. Pero cuando la población dice: “Han engañado a nuestros notables”, nos recuerda la llegada de los españoles, que supuestamente engañaron a los líderes incas hace 500 años. Esto juega un rol importante en las cabezas de la gente, que interpreta la realidad actual según la experiencia colectiva de tiempos remotos.

Fuente: Revista Humboldt, Año 48/2006/Número 145.

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