viernes, julio 25, 2008


EDUCACIÓN: ¿puerto principal?


Por Juan Jorge Faundes


“Al mirarte de Playa Ancha lindo puerto,

ahí se ven las naves al salir y al entrar,

el marino te canta esta canción yo sin ti

no vivo puerto de mi amor”…

(La Joya del Pacífico)


Nueve de la mañana. La neblina ha cedido paso a un día frío. Es lento el ingreso a Valparaíso, por el taco matinal y los buses de profesores y estudiantes que vienen llegando a protestar contra la Ley General de Educación. Más allá de los resultados de una movilización gigantesca, la gran paradoja: el Congreso de la República, supuesto símbolo y baluarte de la democracia, ha amanecido protegido por verdes vallas de hierro y por policías también verdes. Los mandatarios se protegen de sus mandantes. Los representantes se esconden de sus representados. ¿Legislando en la fortaleza o en la prisión?

Las noticias y comentarios boca a boca nos han permitido estar al tanto de lo ocurrido desde el miércoles 18 de junio. Pero, ¿se ha apuntado a la médula del problema? ¿Hacia qué puerto navega la movilización social? Porque el quid es la función de la educación en un sistema capitalista. Hablar de la “calidad” de “la” educación es una falacia. No existe la educación “en general”, sino educaciones, en plural. Recordemos la crítica de Paulo Freire. La escuela tradicional, la misma vigente en Chile y América Latina, es “bancaria”: el profesor “deposita” conocimientos ya digeridos en un alumno-buzón. La relaciones en el aula son verticales, de arriba hacia abajo, autoritarias. El único con poder para transmitir información es el maestro. El resultado es la domesticación. El borregismo social. Los conflictos y resultados escolares se interpretan y justifican como fallas de la socialización o del individuo (sea este alumno o profesor), ajenas a la escuela o al aula como institución y estructura pedagógicas. Y eso vale para todo tipo de establecimiento educacional, pues es independiente de la propiedad, sea estatal, municipal, subvencionada o privada a secas.

Para Althusser (Ideología y aparatos ideológicos de Estado), el capitalismo no sólo necesita fuerza de trabajo sino individuos que crean que su papel como explotados o como explotadores es natural. Y, por lo tanto, se sometan a sus condiciones de existencia. Distingue entre aparatos represivos del Estado (gobierno, administración, policía, ejército, tribunales, etc.) y aparatos ideológicos del Estado (familia, escuela, Iglesia, sindicatos, medios de comunicación). La escuela es para Althusser fundamental, por su extensión progresiva y por el tiempo que niños y jóvenes pasan en ella. Sus contenidos y prácticas ocultan a los estudiantes las relaciones sociales impidiéndoles conocer las condiciones reales en las que viven y además, los conducen hacia un destino de clase al cualificarlos de forma diferenciada.

Baudelot y Establet (La escuela capitalista en Francia), discípulos de Althusser, explican que el papel de la escuela es que los alumnos comprendan sus resultados, buenos o malos, como propios de su capacidad individual, ocultando la división social como factor originario. Agregan que la escuela al transmitir cultura de modo diferenciado y con intensidad desigual, genera de una parte proletarios sometidos y, de otra, agentes activos de la ideología dominante. Para los sociólogos estadounidenses Bowles y Gintis (La instrucción escolar en la América capitalista) el sistema educativo no influye en el grado de desigualdad y represión originado en la esfera económica. Su rol es contribuir a la reproducción y legitimación de un patrón preexistente para entrenar y estratificar a la fuerza de trabajo.

Bourdieu y Passeron (La reproducción) afirman que así como las instituciones económicas y su lógica de funcionamiento favorecen a los alumnos que ya poseen capital económico, las educativas por su estructura favorecen a los alumnos que ya poseen capital cultural.

No olvidemos a Foucault (Vigilar y castigar) quien subraya”…el desarrollo, del siglo XVI al XIX, de un verdadero conjunto de procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez ‘dóciles y útiles’. Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas, se ha desarrollado en el curso de los siglos clásicos, en los hospitales, en el ejército, las escuelas, los colegios o los talleres: la disciplina”.

En este contexto, el SIMCE, el lucro, una educación pública o privada dan lo mismo, porque se trata de una educación para el capitalismo. No para su abolición. No una educación liberadora, diría Freire.

¿A qué puerto pretendemos llegar?

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