martes, enero 15, 2008


SEMIÓTICA: hacia la pragmática
Desiderio Navarro

En “Fundamentos de la teoría de los signos”, un texto clásico de la semiótica publicado en 1938, Charles Morris, siguiendo a Charles Sanders Peirce, fundador de la semiótica moderna, distinguió tres dimensiones de la semiosis. Se trataba de relaciones diádicas que establecen los tres correlatos (vehículo sígnico, designatum e intérprete) participantes en la relación triádica de la semiosis. Llamó dimensión semántica a “la relación de los signos con los objetos a que los signos son aplicables”; “dimensión sintáctica a “la relación formal de los signos entre sí”; y, por último, dimensión pragmática a “la relación de los signos con los intérpretes”. Seguidamente, Morris subdividió la semiótica en tres ramas subordinadas: la semántica, la sintáctica y la pragmática, que se ocupan de estudiar, respectivamente, las dimensiones semántica, sintáctica y pragmática de la semiosis. Además, precisó que la pragmática “se ocupa de los aspectos bióticos de la semiosis, esto es, de todos los fenómenos psicológicos, biológicos y sociológicos que ocurren en el funcionamiento de los signos”. En otra célebre obra, Signos, lenguaje y conducta, Morris definió así la pragmática: “esa parte de la semiótica que se ocupa del origen, los usos, y los efectos de los signos en el interior de la conducta en que ocurren”.

En el curso de los años, a estas definiciones de la dimensión pragmática y de la disciplina pragmática se han sumado otras, no muy distintas, que debemos a los soviéticos Ivanóv y Toporóv, y al germanoriental Georg Klaus, entre otros. He aquí cómo Klaus, fundador de la pragmática marxista, concibe el objeto de la disciplina: “la pragmática investiga las relaciones entre los signos y los hombres que producen, emiten y reciben los signos del lenguaje”.

De las tres ramas de la semiótica, la pragmática ha sido hasta hoy la menos elaborada. Mientras que la sintaxis y la semántica fueron ampliamente desarrolladas en lo fundamental por el Círculo de Viena (Carnap, Reichenbach) y la Escuela de Varsovia-Lemberger (Tarski, Ajdukiewicz), hasta no hace mucho tiempo los representantes estadounidenses de la semiótica fueron casi los únicos en cultivar la pragmática, sin llevarla al alto nivel de elaboración alcanzado por las otras dos subdisciplinas semióticas. Esto, como ya lo ha señalado Klaus, tuvo sus bases históricas: por una parte, el interés de la filosofía del pragmatismo norteamericano en elaborar el aspecto pragmático del lenguaje, y, por otra, el particular auge de las investigaciones sociológicas y behavioristas en los Estados Unidos. En el campo de la etnosemiótica, la pragmática tuvo un gran pionero ya en los años 30: el folclorista y etnógrafo soviético Piotr Bogatyrióv.

En las dos últimas décadas, la semiótica general ha venido orientándose, en escala mundial, hacia el estudio de la dimensión pragmática de la semiosis. No sólo está siendo cultivada cada vez más ampliamente la pragmática, sino que también un número cada vez mayor de autores la consideran la más importante de las tres subdisciplinas semióticas.

Una muestra reciente de ese auge es el desarrollo de una pragmática universal como fundamento de una teoría general de la sociedad, emprendido por el célebre filósofo germanoccidental Jürgen Haberlas. Ella somete a un análisis formal la dimensión pragmática del lenguaje, condenada por los analistas lógicos del lenguaje (desde Carnap) a ser objeto de un análisis exclusivamente empírico (por obra de ciencias empíricas como la psicolingüística y la sociolingüística). En ese ascenso de la pragmática participan tanto teóricos no-marxistas de la Europa occidental y Norteamérica, como teóricos marxistas de la Europa socialista. Ya en el primer tratado de pragmática marxista, titulado El poder de la palabra y publicado en 1964, Georg Klaus subrayó en el párrafo final la siguiente idea:

Los teóricos de la información, los lógicos y los teóricos del conocimiento pueden interesarse más en el aspecto sintáctico o el semántico que en el pragmático, pero eso no cambia nada en el hecho de que, para una teoría general de la sociedad humana, el aspecto pragmático es el fundamental y abarcador.

También la semiótica de la literatura ha venido orientándose en las dos últimas décadas hacia el estudio de la dimensión pragmática de su objeto. En esos años, en ciertas obras de Lotman, Uspenski, Revzin y otros semióticos soviéticos centrados en la semántica literaria, se hace visible un aumento del interés por el aspecto pragmático de la literatura y por la técnica para el análisis de ese aspecto. Por otra parte, son cada vez más numerosos los autores que, como el húngaro Zoltan Kanyó o la polaca Zofia Mitosek, han dedicado trabajos a esa problemática. Pero, sin duda, es el destacado científico literario polaco Stefan Zólkiewski el teórico que ha dado la más amplia y elaborada expresión a esa nueva orientación de la semiótica literaria. También en el campo capitalista esa reorientación de la disciplina se ha venido manifestando desde los años 60. Vinculada en ocasiones a tesis del marxismo y/o del psicoanálisis, se ha hecho evidente en obras de autores de renombre internacional, como el italiano Umberto Eco, Julia Kristeva, búlgara residente en Francia, el germanocidental Götz Wienold, el norteamericano Jonathan Culler, y el holandés Teun van Dijk.

Ya en 1974, el teórico literario polaco Eugeniusz Czaplejewicz señalaba en el desarrollo de la poética semiótico-estructural dos fases: una sintáctica (desde los años 20 hasta los años 50) y otra semántica (desde los años 50 en adelante); observaba que, a lo largo de ese desarrollo, crece cada vez más la atención al papel del aspecto pragmático; y, finalmente, llegaba a estas conclusiones:

Es difícil prever en este momento si el ulterior desarrollo del estructuralismo conducirá al surgimiento de una fase pragmática. Muchas cosas indican que el estructuralismo avanza precisamente en esa dirección. Sin embargo, no hay seguridad de que el estructuralismo en la fase pragmática siga siendo estructuralismo.

A estas importantísimas interrogantes abiertas por Czaplejewicz ya dio respuesta, dos años más tarde, un compatriota suyo, el relevante estético marxista Stefan Morawski. Este distinguió tres puntos de vista en la semiótica del arte: el paralingüístico (“se reduce la obra de arte al nivel lingüístico o se pasa por alto del todo la cuestión de su especificidad”), el traslingüístico (“se la considera como un comunicado especial”), y el pragmático (“se la trata como un enunciado interpretable de múltiples maneras en atención al modo dado de percepción”). Pero si Czaplejewicz no veía aún una fase pragmática en el presente y el pasado inmediato, y le resultaba difícil verla en el futuro, para Morawski ya parece evidente que la insuficiencia de las soluciones ofrecidas por los paraligüistas dirigió los esfuerzos hacia las tentativas traslingüísticas, y de aquí, a su vez, ante la insuficiencia que se siguió sintiendo en los análisis, los caminos condujeron hacia el punto de vista pragmático.

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