lunes, enero 28, 2008



CRÍTICA DE LA RAZÓN CHAMÁNICA

Por Patricio Manns

Instalados ante la mesa vacía del comedor de “El Páramo”, ambos beben aparentemente relajados, ella, champagne burbujeante, él, un vino frío y seco…

Drimys Winteri es quien tiene la palabra. Para Iuliu Popper, los sucesos del día han constituido, aparentemente, una nueva revelación, y ahora quiere saber más sobre el chamanismo, explorar de cerca ese anillo mágico por el cual se encuentra ceñido hasta los huesos. Se ve que parece comprender mejor, o al menos, inquietarse más. Ha sido atrapado en una dulce y secreta tela de araña., la cual, erróneamente, creyó haber tejido con sus propias manos, confesó durante el trayecto de regreso. Y poco después:
- Me embarga la sospecha de que el verdadero cautivo he estado siendo yo, y que tú eres una cautiva falsa…

Drimys ha comenzado de un golpe por lo que define como el descubrimiento primitivo del éxtasis, concepto que envuelve una proposición: la experiencia mística consiste en una parte de dominio atribuido a los chamanes y consagrado a uno de sus hijos; en todo caso, el primero o el segundo de su descendencia, más que nada, si se quiere determinar el sexo del elegido o la elegida. Esto confiere al favorecido un atributo particular: ser un especialista del éxtasis. El chamán consagrado se distingue del resto de la colectividad por la intensidad de su experiencia religiosa –término empleado aquí desde la acepción “religar”, puesto que tal experiencia religiosa no puede ser confundida con una simple praxis religiosa toda vez que se apoya exclusivamente en los resortes del éxtasis. En el curso del éxtasis chamánico, el hombre de arte se singulariza por una relación personal y secreta con seres divinos o demoníacos, por un comportamiento inusitado, o por el manejo de poderes que están fuera del alcance de los no iniciados…

Establece asimismo ciertos hábitos, ciertos signos y cierto tipo de lenguaje que le son exclusivos. Por esta causa, los investigadores occidentales del chamanismo están de acuerdo en conferir a los chamanes la equivalencia con respecto a la elite religiosa o mística de culturas que se estiman más avanzadas, y que involucran a todas las grandes religiones, aunque esto es un error. Es un error porque los mismos catalogadores convienen en que los chamanes representan la experiencia mística más auténtica de la humanidad en el estadio etnográfico. ¿En qué medida la experiencia sensorial, en tanto que tal, puede ser cargada de valores y significados religiosos – cuando no de signos-?, ¿En qué medida esta experiencia sensorial puede reflejar, en el mundo chamánico, el acceso a una condición considerada sobrehumana?

La respuesta es que el sentimiento religioso es una rama evidente de lo mágico primitivo, pues las experiencias chamánicas comienzan mucho antes de la invención de las religiones.

-¿Tú consideras que las religiones son una invención?

Le responde que las religiones corresponden al estadio más tardío de las experiencias mágicas y extáticas. La aparición de los chamanes, sea en Liberia o en Tierra del Fuego, es prehistórica, contrariamente a las religiones que en su conjunto son todas históricas. Ahora bien; no hay experiencia religiosa chamánica sin la intervención de los sentidos. Algunos viejos pueblos guiados por chamanes consideran que el encuentro con Dios es el orgasmo. La abstinencia equivale a una vocación de ateísmo. Ahí surge la primera de las diferencias esenciales.

La joven selk’nam va más lejos en su andanada. Porque, continúa, el cerebro humano es el Dios de Dios. Cuando la vida religiosa se concentra en torno de una experiencia colectiva sensible –por ejemplo, la comunión con los primeros frutos, acto que levanta los tabúes alimentarios y rinde comestible la nueva cosecha-, estamos en presencia de un hecho que es a la vez sacramento y gesto fisiológico. Por otra parte, todo acto voluntario responsable está cargado de una significación mágico-religiosa en el mundo de los chamanes, esto es, de los primitivos. Basta pensar, a fin de cuentas, en las implicaciones cosmológicas y místicas de la actividad sexual, de la caza, de la pesca, de la agricultura: la nutrición, como la sexualidad y el trabajo, son a la vez actividades fisiológicas y sacramentos. La intención de alterar el comportamiento natural puede descifrarse en las prácticas chamánicas de lo erótico místico: la sensibilidad normal es progresivamente abolida, el chamán se transforma en dios, y trasforma en diosa a su compañera. El acto sexual se convierte en rito y todas las reacciones fisiológicas normales son alteradas. Allí se produce la detención de la emisión seminal y el retorno del semen a sus fuentes prostáticas y testiculares. Todos esos esfuerzos persiguen “la muerte del hombre profano”. La experiencia suprema del chamán, en suma, estos es, el éxtasis, se acaba más allá de la sensorialidad. Es una experiencia que implica solamente a su alma, y no a su ser integral, cuerpo y alma, a la vez. “El éxtasis se traduce por la separación del alma, es decir, anticipa la experiencia de la muerte”.

-Pero tú, Winteri, no has vivido jamás este tipo de experiencias.

La respuesta es que la experiencia masculina del chamanismo no puede llevarse a cabo, en este terreno, sin compañía. En cambio, el chamán femenino alcanza el mismo tipo de éxtasis en soledad. Ya se sabe que es así en muchas religiones, y por ejemplo, sin ir más lejos, varias santas del catolicismo apostólico romano han vivido experiencias de trances sexuales que describieron luego con profusión de detalles. Con los chamanes femeninos ocurre lo mismo. Pero en ciertos casos, el síndrome de la vocación mística conduce a una imitación dramática del auténtico trance. Por ahí puede alcanzarse la histeria, que es un trance simulado para obtener los resultados del trance verdadero. Esta cuestión tiene que ver con la fe, si se considera que la fe es el simple deseo de creer. Es la adhesión total del sujeto al universo espiritual que él desea penetrar: sin fe, sin ese deseo de creer, no se llega a nada.



-¿Matan los chamanes?

Se le recuerda que los chamanes son seres benéficos –curanderos, hechiceros, machis- que velan por la seguridad de la sociedad tribal. Un machi o una machi –chamanes araucanos- convocan a la lluvia en época de sequía y al sol en tiempo de mucha lluvia, mediante una ceremonia mágico-religiosa llamada “Nguillatún”. En todas las tradiciones chamánicas, el chamán es cantor, poeta, músico, adivino, sacerdote, médico, guardián de las costumbres mágico-religiosas y conservador de las viejas leyendas que conciernen a la memoria de su pueblo. La memoria y la capacidad de autocontrol de un chamán son netamente superiores al promedio de los otros individuos de la colectividad. Las pruebas que puede ejecutar un chamán no tienen nada de diabólicas: están destinadas a preservar la capacidad de autocontrol del chamán, su lucidez. Por ello, ha desarrollado técnicas que sólo él puede llevar a cabo: caminar por el fuego, sobre el agua, dormir desnudo encima de la nieve o bajo el sol de fuego del desierto, trepar a un árbol hasta alcanzar las raíces del árbol del Mundo, llegando a las cuales se puede asistir a su propia muerte. Los chamanes selk’nam y yámanas de Tierra del Fuego se frotan el rostro hasta que aparece una segunda, y hasta una tercera piel nueva, visible sólo para los iniciados. Pueden asimismo hacer prueba de premonición, de clarividencia. La potencia chamánica de su visión –hoy has visto de qué se trata- es representada por los selk’nam como un ojo que, saliendo de la cabeza del hombre-médico, se dirige en línea recta hacia el objeto que él quiere mirar, pero dicho ojo permanece siempre en contacto físico con el chamán. Todas estas hazañas lo convirtieron en un arquetipo, es decir, en una estructura del inconsciente colectivo. Un verdadero chamán puede practicar también la ascensión, la levitación, el vuelo mágico, la invisibilidad, la desaparición. Cada una de estas técnicas son precristianas, y algunas, preindoeuropeas. Pero lo más importante que Drimys Winteri se esfuerza por comunicar a Iuliu Popper es esto: el Ancestro, o el Hombre Primordial, que vivía en otro tiempo, no conocía ni la muerte, ni el sufrimiento ni el trabajo. Habitaba en paz con los animales, conocía su lenguaje y se contactaba en paz con todos los otros hombres. Encontraba directamente al dios de su elección y accedía con facilidad al Cielo, sea por un árbol, una liana, o escalando las montañas, pues en aquellos tiempos míticos el Cielo estaba muy próximo de la Tierra. Tras una gran catástrofe, las comunicaciones entre el Cielo y la Tierra fueron interrumpidas, y el Cielo se apartó. Entonces el hombre recibió su condición actual, que está constituida por su temporalidad, su sufrimiento y su muerte.

(Patricio Manns, El corazón a contraluz, Emecé Editores)

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