viernes, septiembre 11, 2009



LA MUERTE ENTRE LA MUERTE



por Volodia Teitelboim





El golpe del 11 de septiembre se da mientras vuelo en un avión desde Roma a Moscú. Esa noche debo viajar a Santiago, para reasumir mis responsabilidades en Chile. Pienso partir a Isla Negra al día siguiente de mi llegada, para ver a Pablo. Cuando entro en el hotel, por unas horas, antes de tomar el avión que debe trasladarme a Santiago, un compañero cubano, Blas Roca, me pregunta si sé las últimas noticias de Chile. “Hay una sublevación militar. Valparaíso ha sido tomado. Allende se ha dirigido a La Moneda…”

“Valparaíso ha sido tomado.” Toda la agonía nerudiana comenzó el 11 de septiembre, cuando el poeta sintonizó el receptor en el velador, junto a la cama, y descubrió que no estaban transmitiendo, salvo la Radio Magallanes. Oyó con los puños apretados el último mensaje, bajo las bombas, de Salvador Allende: “…pagaré con mi vida mi fidelidad al pueblo…”” Después, el gran silencio. Neruda busca en el dial desesperadamente una voz. Sintoniza en onda corta la radio de Mendoza. Están contando toda la tragedia.

Matilde trata de calmarlo; pero es imposible. No se despegará de la radio. Quiere oírlo todo, saberlo todo, aunque se muera. Matilde llama por teléfono al doctor Vargas Salazar. “Eche a perder la radio, la televisión, desconéctela. Si sabe lo que está pasando será para él un golpe mortal.”

-Pero, doctor, ¿cómo puedo echar a perder la radio y la televisión si Pablo está como loco tratando de saber lo que sucede? (En el verano europeo de 1974 paso dos semanas con Matilde en la playa. Ella necesita reposo después de tanta prueba. Es para mí un gran reencuentro. Durante esos quince días me va narrando paso a paso lo que ocurrió en ese tiempo).

Cuando escuchó el discurso final de Allende, Neruda supo que todo estaba perdido. Para tranquilizarlo, Matilde le dijo: “Tal vez no sea tan horrible. “ “No –respondió Pablo-. Es el fascismo.” Esa noche la fiebre le subió. Había visto seis veces en la televisión el asalto a La Moneda. Escuchó en una radio de Mendoza la noticia de la muerte de Allende.




Fuente: NERUDA, Volodia Teitelboim, Ediciones BAT, 1984.

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