domingo, diciembre 14, 2008




Retrato de un héroe


Por Hernán Soto


Hace veinte años fueron asesinados por la dictadura Raúl Pellegrin y Cecilia Magni, comandantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Fueron capturados por carabineros luego del fracaso de una operación de propaganda armada en Los Queñes.


En conmemoración de esa fecha se presentó el libro Mi hijo Raúl Pellegri, Comandante José Miguel (LOM Ediciones), de Judith (Tita) Friedmann en un acto que tuvo gran concurrencia.


"José Miguel" vivió sólo treinta años, en que destacó como dirigente. El testimonio de su madre es emotivo y conmovedor. Recupera a un hombre excepcional que dejó huella en los que lo conocieron. El relato sigue un hilo cronológico, en el cual la voz de la madre, estremecida por el dolor y la añoranza, repasa la vida de su hijo desde sus primeros días y se entrelaza con voces de amigos y camaradas y de sus hermanas, Carla y Andrea. Todos van configurando el perfil de un hombre desconocido en muchos aspectos hasta por sus propios padres, debido a la clandestinidad y secretos que rodearon partes cruciales de su vida.


Hijo de padres arquitectos de activa militancia comunista, se educó en Chile hasta los 15 años, cuando la familia debió exiliarse. Inicialmente vivieron en Alemania Federal, después en Cuba, donde Judith y Raúl padre habían trabajado después del triunfo de la revolución. A pesar de sus reconocidas habilidades matemáticas, el joven Raúl Alejandro decidió no estudiar ingeniería para concentrarse en estudios político-militares. Su objetivo era luchar por la libertad de Chile, contra la dictadura y por un régimen que construyera una sociedad justa. En una carta de 1982 escribió: "¿De que he perdido el tiempo? No lo siento así. Diría que en estos años de destierro he madurado. He aprendido mucho y sobre todo he dado forma definitiva e irreversible al sentido de mi vida".


Se graduó como oficial -con calificación sobresaliente- y aceptó sin vacilar incorporarse a la "tarea" -como se llamó a la decisión de jóvenes comunistas y de otros partidos chilenos de luchar en Nicaragua junto a los sandinistas-. Se distinguió en combate y en tareas organizativas. Después del triunfo, trabajó junto a la comandante Dora María Téllez, que lo recuerda con cariño y admiración. Más tarde ingresó clandestinamente a Chile para organizar la estructura del FPMR, que funcionaba subordinado a la comisión política del PC. En poco tiempo se lograron avances, incluyendo el desembarco de armas en Carrizal Bajo y el atentado a Pinochet. El FPMR se convirtió, con las milicias rodriguistas, en una organización que ayudaba al desarrollo de la rebelión popular de masas, asegurando defensa armada frente a la represión y capacidad ofensiva para operaciones puntuales.


En 1987, cuando el PC ordenó la inscripción en los registros electorales que servirían para el plebiscito convocado por la dictadura, se agudizaron diferencias entre el FPMR y el PC. Finalmente, la mayoría de los comandantes, encabezados por Raúl Pellegrin, rompieron con el PC y decidieron seguir una línea rodriguista, conceptualizada en la idea de "guerra nacional patriótica".


Pinochet perdió el plebiscito y tuvo que aceptar la derrota. Comenzó la discusión de la transición. No obstante eso, el Frente insistió en su línea y planificó operaciones de propaganda armada en zonas rurales. En Los Queñes, catorce combatientes, entre ellos José Miguel y Tamara, realizaron la acción que terminó en fracaso. Perseguidos de cerca por carabineros y soldados, ambos comandantes fueron apresados y torturados hasta la muerte y sus cuerpos lanzados a un río para esconder el crimen.


En el libro se relatan los resultados de la investigación hecha durante años por Carla Pellegrin, que fue un aporte sustantivo al establecer el itinerario de los días anteriores al doble asesinato. El proceso fue sobreseído varias veces, hasta que los esfuerzos de los abogados, de Carla y de Rafael Walker, en un tiempo pareja de Cecilia Magni, dieron frutos. En el proceso se responsabiliza de las torturas y el asesinato a dos carabineros: el coronel Julio Verne Acosta y Mauricio Bezmalinovic. Y aún se sigue, rumbo a la sentencia.


Mi hijo Raúl Pellegrin es también un libro del desengaño. De la pérdida de ilusiones que venían desde la adolescencia, quebradas por la incomprensión, el sectarismo y la falta de humanidad. Tita Friedmann, sin embargo, no renuncia a sus ideas, que siente siempre fueron las de su hijo. Sabe que no está sola. Que algún día se hará justicia y que no triunfarán el olvido y la indiferencia.



Fuente: Punto Final

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