viernes, mayo 02, 2008



Chomsky: rebelde sin pausa


"No conozco ningún pensamiento nuevo particularmente interesante."

-¿Qué conexiones hay entre su producción académica e intelectual en el ámbito de la lingüística y sus opiniones políticas?

-Las conexiones pueden ser de muchas clases. Históricas, no hay ninguna. Mis opiniones políticas estaban ya tomando forma mucho antes de que oyera hablar de lingüística, y la que estudié en años posteriores en la universidad era una especie de tecnología descriptiva con, en mi opinión, pocas implicaciones más amplias. En los diversos movimientos estructuralistas fueron frecuentes los intentos de ensanchar esas ideas, pero el resultado de todo eso es, creo, muy débil y poco convincente; en cualquier caso, no tuvo ninguna influencia sobre mí. En cuanto a las conexiones lógicas, tampoco hay ninguna, por lo que yo veo. Hay, no obstante, algunos vínculos más tenues y abstractos cuya pista puede rastrearse hasta la Ilustración, cuando pensadores como Rousseau y Humboldt intentaron relacionar las cuestiones de la libertad y las raíces del conocimiento, la acción y la comprensión humanos; en particular, en conexión con el lenguaje. He escrito alguna vez sobre estas interesantes y sugerentes ideas.

Hablando en términos generales, no nos cabe otra opción que tomar posiciones sobre cuestiones políticas; ya seamos revolucionarios, reformistas, partidarios del statu quo o simplemente apáticos, adoptando en este último caso una postura política según la cual el destino de los seres humanos no es asunto nuestro. Cada una de estas posiciones está basada en algunas creencias, quizá sólo tácitas, sobre las consecuencias humanas de la postura adoptada y su importancia. Una persona seria y racional intentará, en la medida de lo posible, basar en los hechos tales creencias. Sabemos demasiado poco de los humanos como para ser capaces de lograrlo con cierto grado de confianza, pero al menos podemos intentarlo. Podemos intentar desarrollar nuestras creencias de un modo que permita someterlas al pensamiento, el análisis, la crítica y el cuestionamiento. En última instancia, esas creencias sobre la naturaleza humana y los modos en que se manifiesta (quizá dañada o desvirtuada) en instituciones y circunstancias sociales específicas.
Las actitudes libertarias se basarán (e, históricamente, se ha basado) en la creencia de que, en la naturaleza humana, es esencial una especie de "instinto de libertad", un deseo de estar libre, de cualquier autoridad externa arbitraria, de ser capaz de ejercitar las propias capacidades para preguntar, crear, comprender, jugar, etc., por medio de una elección libre y en libre asociación con otros. El mundo es complejo y esos "instintos" (en caso de que sean reales) no agotan el espacio de la acción social moral y responsable exigida por todo tipo de compromisos y adaptaciones. Pero quienes son serios en su crítica a la autoridad y a la jerarquía deben asumir que semejante conjunto de necesidades y derechos se encuentra en el centro de la naturaleza humana.

Sobre estos temas sabemos pocas cosas y, por lo tanto, dependemos en gran medida de la intuición, la experiencia... y las esperanzas. Pero en el terreno cognitivo sabemos algo, y lo que sabemos nos dice que los aspectos más distintivos de la inteligencia humana, en especial la capacidad del lenguaje, están enraizados en unos mecanismos notables, únicos en los humanos, que sepamos, que proporcionan los medios para lo que a veces se ha llamado "el aspecto creativo del uso del lenguaje": el uso normal del lenguaje para expresar los propios pensamientos en un modo ilimitado en amplitud, gratuito en apariencia aunque coherente y apropiado, así como evocador en el oyente de pensamientos que podían haberse expresado de modo similar. Para los cartesianos, estas propiedades eran la prueba más clara de que otra criatura tiene una mente como la nuestra. Estamos lejos de comprenderlas bien, pero al menos sabemos algo de ellas. Y es posible que una mayor comprensión conduzca al establecimiento de lazos con otros aspectos de la acción libre y creativa y sus raíces en la naturaleza humana, quizá incluso a los rudimentos de una teoría social libertaria basada en alguna comprensión real de la naturaleza humana.


Estas perspectivas son remotas, pero algunas de las cuestiones parecen estar en el horizonte de preguntas, y hay sugerentes ideas sobre cómo podría desarrollarse. Si esta vía logra seguirse de modo productivo, podría ser posible elaborar ciertos lazos entre lenguaje y libertad, del tipo quizá de los que ha dado lugar a una especulación interesante desde, por lo menos, la Ilustración.


Me gustaría subrayar de nuevo que toda posición política (y no podemos evitar la adopción de semejantes posiciones) se basa en, como mínimo, suposiciones tácitas sobre la naturaleza humana. Tenemos que ser lo más claros posible sobre la cuestión, aunque sólo sea para que los demás puedan interpretar de modo adecuado nuestra postura. Lo que acabo de apuntar brevemente es uno de esos puntos de vista que hay que desarrollar y valorar junto con otros. Quienes creen que no están adoptando algunos de estos puntos de vista se engañan a sí mismos.

Nota: Entrevista aparecida en El Canelo, nº 50, diciembre de 1993.

Fuente: Rebelión

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