miércoles, junio 23, 2010

María Martner In Memoriam


Alabadas las Piedras de María



Las piedrecitas puras,

olivas ovaladas

fueron antes

población

de las viñas

del océano,

racimos agrupados,

uvas de los panales

sumergidos:

la ola las desgranaba,

caían en el viento,

rodaban al abismo abismo abismo

entre lentos pescados,

sonámbulas medusas,

colas de lacerantes tiburones,

corvinas como balas!

las piedras transparentes,

las suavísimas piedras,

piedrecitas,

resbalaron

hacia el fondo del húmedo reinado,

más abajo, hacia donde

sale otra vez el cielo

y muere el mar sobre sus alcachofas.

Rodaron y rodaron

entre dedos y labios submarinos

hasta la suavidad inacabable,

hasta ser sólo tacto,

curva de copa suave,

pétalo de cadera.

Entonces arreció la marejada

y un golpe de ola dura,

una mano de piedra

aventó los guijarros,

los desgranó en la costa

y allí en silencio desaparecieron:

pequeños dientes de ámbar, pasas de miel y sal,

porotos de agua,

aceitunas azules de la ola,

almendras olvidadas de la arena.


Piedras para María!

Piedras de honor para su laberinto!


Ella, como una araña

de piedra transparente,

tejerá su bordado,

hará de piedra pura su bandera,

fabricará con piedras plateadas

la estructura del día,

con piedras azufradas

la raíz de un relámpago perdido,

y una por una subirá a su muro,

al sistema, al decoro, al movimiento,

la piedra fugitiva,

la uva del mar ha vuelto a los racimos,

trae la luz de su estupenda espuma.


Piedras para María!


Ágatas arrugadas de Isla Negra,

sulfúricos guijarros

de Tocopilla, como estrellas rotas,

caídas del infierno mineral,

piedras de La Serena que el océano

suavizó y luego estableció en la altura,

y de Coquimbo el negro poderío,

el basalto rodante

de Maitencillo, de Toltén, de Niebla,

del vestido mojado

de Chiloé marino,

piedras redondas, piedras como huevos

de pilpilén austral, dedos translúcidos

de la secreta sal, del congelado

cuarzo, o durísima herencia

de Los Andes,

naves y monasteriosde granito.


Alabadas

las piedras

de María,

las que coloca como abeja a clara

en el panal de su sabiduría:

las piedras

de sus muros,

del libro que construye

letra por letra,

hoja por hoja

y piedra a piedra!

Hay que ver y leer esta hermosura

y amar sus manos

de cuya energía

sale,

suavísima, una

lección

de piedra.


Fuente: Piedras para María, Pablo Neruda, en Las Piedras de Chile, 1960.

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