viernes, octubre 03, 2008



TLATELOLCO

lugar de la memoria que no se muere

Por Fran Sevilla


Es un nombre sonoro, Tlatelolco; tiene sonoridad, como de un tiempo largo, de un tiempo antiguo. Tlatelolco fue el gran mercado del imperio azteca (cuando el mercado, o la palabra que lo nombra, no habían sido prostituidos por los insaciables acaparadores del dinero). Allí llegaban los productos del agro, de la pesca, de la caza. Allí, en 1521, el último líder mexica del imperio azteca, Cuauhtemoc, fue derrotado por las fuerzas de Hernán Cortés, poniendo fin a la resistencia frente a la invasión española.

Pero quizás Tletelolco no sea conocido en el mundo por esa resistencia heroica de Cuauhtemoc. Hoy ese sonoro nombre está ligado a otro capítulo, igualmente trágico, de la Historia: la matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968. Se han cumplido 40 años, dos veces nada a decir del tango. Y nada parece haber quedado, por la impunidad que, haciendo honor a la realidad mexicana, se instaló para siempre. O mucho ha quedado, para las miles de personas que hoy han marchado por las calles de México D.F. para reivindicar la consigna “ni olvido ni perdón”.

Después de varios meses de movilizaciones, de toma de la universidad por el ejército, de desafíos y de soñar con espacios de libertad, los estudiantes mexicanos se concentraron el día 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. Un nombre difícil de conjugar con la realidad. Ahí confluyen las ruinas de Tlatelolco con el majestuoso convento de Santiago Aposto, rebautizado como Santiago Tlatelolco, construido con las piedras de la ciudad azteca, saqueada por los conquistadores, y el México moderno, simbolizado en el edificio Chihuahua, de hormigón y miedo. Desde sus terrazas llegaría buena parte de la carga mortal reservada para aquel día. Cada nueva cultura, y también existe la cultura de la muerte, se intenta imponer, se impone, sobre la anterior.

El gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz estaba preocupado por los estudiantes. ¿Temía quizás que los estudiantes acabarán con la dictadura institucional del Partido Revolucionario Institucional? Diez días después debían inaugurarse los Juego Olímpicos de México 68. Y Díaz Ordaz, y su ministro de gobernación, Luis Echeverría (uno de esos criminales de Estado que siempre se salvan, y que así consiguió ser el siguiente presidente mexicano) no querían que la revuelta estudiantil pudiera proyectar una mala imagen del país.

No se sabe, nunca se ha sabido, nunca se ha querido saber, cómo se inició todo. Pero varios francotiradores, desde azoteas próximas, y el Ejército, irrumpieron a sangre y fuego en la pacífica concentración. Se ha comprobado también que había infiltrados del batallón Olimpia, preparados para actuar como provocadores. Los disparos barrieron durante horas la plaza. Nunca se ha sabido el número real de muertos. Oficialmente, entonces, fueron entre 30 y 40. La realidad parece mucho más dura. Quizás 300 muertos o más. Han pasado 40 años. Pero la herida sigue abierta. Seguirá abierta. Seguiremos, seguiré hablando de Tlatelolco, porque es un nombre sonoro, que evoca tiempos y tragedias y alguna que otra esperanza.



Fuente: rne Vagamundo

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