jueves, enero 13, 2011


Silvio, aprendiz de brujo


Prólogo



Alguién dijo alguna vez que los más grandes poetas vivos en Latinoamérica son Silvio Rodríguez y Chico Buarque. Estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación. Y lo más impresionante es ambos son excelentes compositores que han dejado huella en la cultura de sus respectivos países.

No hay persona en Brasil que no se sepa alguna canción de Chico Buarque. No hay cubano que no conozca a Silvio Rodríguez. Chico y Silvio también son filósofos, sus canciones tocan fondo y tienen tremenda carga política.

Silvio Rodríguez Domínguez, así como los demás miembros de la llamada Nueva Trova Cubana (siempre se rebelaron ante el nombre), han sido embajadores culturales de su país, de su islita preciosa.

Silvio es quien más ha trascendido y seguramente eso se debe a las nuevas estructuras de armonía y contrapunto que agregó a la trova tradicional. Es impresionante verlo tocar la guitarra, pues utiliza acordes para los que hay que tener "dedos de hule". Con su guitarra consigue complicadísimas armonías, toca la melodía, el bajo y el acompañamiento de una manera extraordinaria.

Los mensajes de Silvio son duros, directos, sacuden a su auditorio, lo conmueven.

Hay un Silvio que viaja y compone canciones a bordo del pesquero Playa Girón; hay otro después del golpe militar al presidente chileno Salvador Allende, que quiere cambiar cada cuerda de guitarra por unsaco de balas; y después de la salida masiva de balseros desde el puerto de Mariel; otro en el Periodo Especial; en la guerra de Irak.




A pesar de todas las facetas del poeta que llegó por San Antonio de los Baños, hay algo que no ha cambiado, que permanece: su deseo de llevar a la Revolución Cubana más allá de los planes quinquenales, de la economía o de la nueva organización política. Para Silvio y los troveros de su generación, la Revolución debía llegar hasta el último rincón de la vida cotidiana. En una canción dice: "Es importante hasta el largo de un vestido".

Así empezó una larga lucha contra la burocracia, contra el machismo, contra los prejuicios, contra la ignorancia, contra tres siglos de colonialismo español.

La Revolución Cubana despertó grandes esperanzas para Latinoamérica y tremendos miedos y preocupaciones para los Estados Unidos, a tal grado que la potencia del norte cambió su política del garrote por la Alianza para el Progreso, con la cual la ayuda para el desarrollo supuestamente podría conjurar el mal ejemplo de Cuba.

Silvio se convirtió en el embajador cultural de esa revolución. Durante décadas no ha habido movimiento estudiantil o de protesta en Latinoamérica que no cante sus canciones. A pesar de no tener acceso a la radio y la televisión comercial, cualquier lugar donde se presenta Silvio se llena con decenas de miles de personas.

Si los Beatles le dieron al mundo clases de inglés, los trovos cubanos lo hicieron con temas latinoamericanos y antiimperialistas.

Cuba ha enfrentado problemas enormes con el bloqueo norteamericano que ha tratado de asfixiarla, pero también hay muchos problemas y limitaciones en la patria de José Martí. Silvio, desde su trinchera, hace lo que puede.

Este libro no es la biografía de un cantante famoso; no es un texto que esculca en los cajones de la farándula. Es un libro de conversaciones, de pláticas y encuentros con Silvio y su mundo; con la gente que lo rodea, que lo inspira, que lo conoce. Eduardo Valtierra, más que retratar a un hombre prominente, rescata el espíritu de una época. Va tras la estela que deja la canción política, la canción inteligente, que dice algo, que motiva, que mueve a la acción, o por lo menos a rascarse la cabeza.

En mi libreta de direcciones tengo el teléfono de Eduardo Valtierra en la letra "S", con el antenombre "Silviólogo", porque si hay alguien que conozca la obra monumental del trovador, es él.

Eduardo coleccionó a lo largo de años canciones que Silvio cantó y nunca grabó en discos; inéditas, por llamarlas de alguna manera. El poeta tiene tantas composiciones que hasta se le olvidan. En una ocasión, Eduardo le dio a Silvio un casete con esos tesoros perdidos. Ya me imagino la cara del poeta.

Eduardo siempre me sorprende. Con este libro me fui de espaldas por la cantidad de gente que contactó y entrevistó; desde Velia, una amiga de Silvio de los años sesenta, una chica mexicana que apenas estuvo un par de días con él para después regresar a México, hasta Andrés Manuel López Obrador. Eso se llama investigación. Tal vez el autor de este libro debería ser detective.

La Nueva Trova Cubana nos ha fascinado a muchos, nos ha marcado, y este libro, con algunas gotas de ron, unas de limón y otras de melancolía, es un deleite para los neófitos y para los miembros de la masonería del son.


Marta Durán de Huerta
septiembre de 2007

Fuente: Eduardo Valtierra, Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2010.
Fotografía: Dos niñas de Trinidad, Cuba, de Franco Torres.

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