jueves, julio 30, 2009



Infoesfera: Tercera piel, Sociedad de la Imagen y conquista del alma


Por Ramón Fernández Durán


“En el espacio mediático la tasa de información es máxima, pero el índice de resonancia es inexistente. Antaño, los hechos y los actos tenían una resonancia real en un espacio limitado, el de la proximidad. (Pero ahora) la promiscuidad universal de las imágenes acentúa nuestro exilio y nos encierra en nuestra indiferencia (…) La televisión nos inculca la indiferencia, la distancia anestesia la imaginación (…). El olvido está inscrito en el acontecimiento mismo a través de la profusión de la

información (…). La difusión mundial de los acontecimientos corresponde a su intensidad más débil y a su obsolescencia más rápida. La universalización de los hechos, de los datos, de los conocimientos, de la información, es una condición previa a su desaparición (…) La ironía radical de la historia es que las cosas no suceden ya en la realidad, (pues) hemos entrado ya en la época interactiva y sideral del vacío” (Jean Baudrillard, “La Ilusión del Fin”)


El dominio del lenguaje y la imagen, renovados instrumentos de poder


Las estructuras de poder siempre han utilizado el lenguaje como vehículo de dominio a lo largo de la historia, y con él han configurado los discursos y los “dioses” que apuntalaban su autoridad, pero nunca lo habían usado con la intensidad y sofisticación (implícita que no explícita) alcanzada en estos últimos treinta años. Y, además, en este periodo el nuevo poder del lenguaje se ha visto acompañado también del poder diabólico de la imagen (Glez Blanco, 2007). Pero analicemos primero las nuevas formas de utilización del poder del lenguaje por parte de los poderosos, para luego pasar a las de la imagen, y a la combinación de ambas. “El lenguaje es una función mediadora entre el pensamiento y la percepción de la realidad. Lenguaje y pensamiento ambos se influyen mutuamente y es imposible distinguir el uno del otro” (Naredo, 2006). De esta forma, al influir en el lenguaje estamos modificando las formas de pensamiento y la percepción de la realidad, y es a través de esta cadena que penetra la ideología dominante en el cuerpo social.


Además, la mayor parte de nuestro sistema conceptual está estructurado en forma metafórica, pues es más fácil de captar y mantener en el tiempo por nuestro cerebro.Metáforas que permanecen ocultas o implícitas para nosotros mismos, si son de amplio uso social, pues se van asentando en el tiempo como verdades indiscutidas (Lizcano,1998). Las metáforas no son solo figuras literarias, sino también y sobre todo, vehículossencillos, sintéticos, de comprensión. Desde el poder se ha sido muy consciente en las últimas décadas de la potencia del manejo de las técnicas y construcciones lingüísticas, en paralelo a la expansión y control de los medios de comunicación de masas, y se han utilizado profusamente para imponer sus propias metáforas, es decir, la “naturalización”de su poder y su visión del mundo, con el fin de que fuesen aceptados por el cuerpo social como verdades indiscutibles e indiscutidas. Hemos asistido pues a lo largo del siglo XX al creciente uso del lenguaje como instrumento de perverso de dominación, amplificado además por los mass-media.


Pero en las últimas décadas ese uso se ha recrudecido y complejizado, pues se han utilizado valores y contenidos de los discursos de la propia “izquierda”, y de los movimientos sociales de oposición a las estructuras de poder, para, una vez distorsionados, reformulados o aguados, mejor vender los intereses dominantes. Un ejemplo nos puede hacer entender mejor lo que decimos. Durante el 68, un grito antiautoritario de más libertad y justicia social recorrió el mundo. Ese mensaje fue reformulado más tarde en el sentido de que para salir de la crisis de los setenta era preciso incrementar la libertad, eso sí, de mercado. Pero, por supuesto, se dejaba de lado la justicia social (Harvey, 2008), aunque sí se empezó a hablar mucho de la necesidad de “luchar contra la pobreza”, eso sí, en el llamado Tercer Mundo. Sin embargo, la lucha contra la riqueza, una demanda de más de un siglo de la “izquierda”, desapareció como por arte de magia de la escena política. Es más, la riqueza empezó a ser venerada

poco a poco por las masas, así como las formas de vida y consumo de los poderosos, debido a la acción de los mass media. Mientras que, al mismo tiempo, se procedía a estigmatizar y hasta criminalizar al pobre interior, deshumanizándole y presentándole incluso como un enemigo de la sociedad.


Por otro lado, la “lucha contra la pobreza” en el exterior pasaba a formar parte de una especie de lavado de imagen del capitalismo global, al tiempo que favorecía las propias dinámicas de la mundialización productiva y financiera, a través de la Ayuda al Desarrollo, o los Programas para la Reducción de la Deuda Externa. Un “desarrollo” que nunca llegaba, y que servía para justificar la globalización capitalista, y una deuda que nunca disminuía, es más, se incrementaba. Pero todo parecía como si fuera realidad esa Lucha contra la Pobreza y esa ansía de Reducir la Deuda. Es más, el propio Banco Mundial tiene como lema que preside su edificio central en Washington: “Nuestro Sueño: Un Mundo sin Pobreza”. Curioso leit motiv de una de las instituciones internacionales clave en la generación de pobreza global y en el endeudamiento de los países periféricos. Un ejemplo perfecto de la capacidad de perversión absoluta del lenguaje. El que todo parece que cambia no sólo sustituye al cambio mismo, sino, lo que es más grave, logra ocultar que se camina en la dirección contraria. El simulacro logra sepultar la realidad. El “crimen perfecto”, como diría Baudrillard (1995).


Fuente: Nodo50.org

Imagen: Fotograma de Blade Runner, dirigida por Ridley Scott, 1982.


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