jueves, marzo 10, 2011



Palabra Previa


por Gonzalo Rojas


De repente estamos aquí, de repente no estamos. Nos dan esto, nos arrancan esto. Y aullamos. Aullamos elegías para qué. No estoy por las elegías. Pienso en Baudelaire: "todos los elegíacos son unos canallas". No decirle a mi oyente y a mi lector: -Vendrá la Muerte, tendrá tus ojos: ¡Bbnita letra para música de jazz! O de "jizz", que en ritmo negro enloquecedor quiere decir semen, ¿sabía usted? Preferiblemente cambiar de giro. No transar entonces con la partitura desollada de ningún réquiem larvario, ni siquiera de éste, antes bien ¡alegrarse! Favor no ver liturgia mortuoria en estas páginas ni responso ataúdico. Lo que se juega aquí es la mariposa del instante, y estoy de acuerdo con la idea según la cual la mariposa es un animal instantáneo inventado por los chinos; o, todavía más quimérico, el dragón: que es mi signo. Allá por los setenta del otro siglo viví en Pekín y dormí como un dragón en esa cama con espejos cuya esbeltez me fascina todavía. Para qué decir que aún duermo en ella. 5.000 años fue lo que dormí: perdí mi tiempo. Pues el único número del Tao es el diez mil, o nada. Es que uno no alcanza, nunca alcanza.

Anda en todo la Muerte - los alemanes dicen Der Tod, como si fuera hombre -, anda en todo la Muerte, de la figura a la escritura, del encantamiento al tormento, y hace finísimo el estrago. Arde uno cada día en el fulgor de su respectivo estrago, de la nuca al pie, y no repara en que la fiesta de nacer es una sola y lo ser es lo sido. Lo encandila a uno la Eternidad, como si la Eternidad no fuera esto mismo.

No sé griego dijo una vez Alfonso Reyes, sé Grecia. Por mi parte -y al revés- no sé cosa de hermosura pero mujer hermosa sé, ni sé Muerte pero sí mariposa y ahí va aleteando en esas líneas; ni sé fama ni estruendo pero silencio sé.


Fuente: Réquiem de la mariposa, Gonzalo Rojas, DIBAM, 2001.

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