viernes, diciembre 28, 2012



Canciones del fin del Mundo

Prólogo de Manuel Maira

Era un ritual. Tardes y noches enteras bajando archivos, después de conectarse a través de una línea telefónica que tardaba una eternidad en indicar que ya estabas navegando en internet. Nadie más podía ocupar el teléfono, para que la conexión no se interrumpiera. Los 90 se despedían con el maravilloso mundo de Napster y la posibilidad de acceder gratis a una inmensa cantidad de música que nunca antes había estado tan a la mano. Los que disfrutábamos de ese paraíso, no teníamos tan claro el punto de quiebre que significaba para el mundo de la música. La aparición de Napster era el inicio del fin de la industria discográfica tal como la conocíamos hasta entonces.

En la realidad local, eran días en que un artista que no tenía la suerte de sonar en la radio o de pertenecer a los sellos multinacionales activos en Chile casi no existía. No podía distribuir sus discos masivamente y a sus conciertos llegaba escaso público, sin contar a sus amigos y parientes. Era imposible hacer una carrera sustentable desde el mundo independiente, porque para alcanzar cierto nivel de exposición había que, sin excepciones, pasar por el filtro de ejecutivos de compañías discográficas y directores de radio. La única música que llegaba al gran público era la que unos pocos elegían para él.

Con la llegada del nuevo siglo, comenzaba a armarse un escenario en el que las grandes compañías de discos iban perdiendo su inmenso poder (aumentado con las millonarias ventas asociadas a la aparición del formato CD) ante vías alternativas de promoción y transmisión, que levantaban carreras artísticas aparentemente de la nada.

Internet y los avances tecnológicos giraron el eje hacia un sistema más horizontal y democrático, donde quedaban reducidos al mínimo los tantos intermediarios que habían entre la música y la gente. Ahora la difusión está a un clic y lo fundamental para grabar un disco y darlo a conocer no es tener dinero ni la bendición de ejecutivos de sellos multinacionales. La clave es tener buenas canciones para aprovechar las infinitas posibilidades de llegada que ofrece la era digital. El público, agradecido.

El nuevo orden ve aparecer, del 2000 en adelante, a una nueva generación de músicos que crecieron con Napster, Myspace y Yuotube como parte de un paisaje despegado de discursos políticos y de una dinámica noventera, cuandoaún se vendían miles de discos y los artistas eran personajes lejanos, se creían Kurt Cobain mientras actuaban en el Teatro Providencia como bien describe uno de los entrevistados.

En este libro se presenta a un grupo de artistas que comparte códigos que van mucho más allá del simple hecho de estar en el mismo territorio. Todos los que abrieron sus historias en estas páginas son parte de la primera generación de músicos independientes que logran vivir de lo que hacen, gracias a carreras con sólidos circuitos en la escena local y caminos internacionales avanzados. Porque cada uno de los 15 artistas entrevistados ha logrado publicar discos fuera de Chile y pararse en escenarios extranjeros de distintas dimensiones, dentro de un proceso de construcción de audiencias que incluye muchas millas de vuelo e ingeniosas estrategias para ampliar sus recorridos.

Este conjunto de entrevistas inéditas, acompañado de fotos nunca antes vistas, sirve como registro del saludable momento que vive la nueva música chilena en la era de internet. Son historias y visiones de cómo hacer carrera después del último gran quiebre de la industria musical, gatillado desde aquella conexión telefónica que nos tenía tardes y noches enteras bajando música que, de otra forma, jamás habríamos escuchado. La espera valió la pena.


Fuente: Canciones del fin del Mundo. Manuel Maira, Santiago: RIL Editores, 2012.

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