POR UN BIG-BANG DE CONFIANZA
Por Eduardo Yentzen Peric
Idólatras, desencantados y frívolos
No desconozco que hoy es predominante una visión de la modernidad como plenamente potente y vigente. Esto se afirma en primer lugar desde las élites capitalistas, en su versión neoliberal, que consideran el momento actual como expresión de su triunfo histórico; una nueva demostración -querrían decir- de la selección natural y la sobrevivencia del más apto. Pero también adhieren a la idea de la potencia de la modernidad mucha gente que fue de izquierda, y para quienes la “caída del muro” las llevó a reconocer los componentes autoritarios y cohartadores a la libertad de los socialismos reales, y desprovistas de ese ideal, encuentran una nueva fuente de optimismo y confianza en el futuro a partir de las promesas últimas de la modernidad neoliberal: sociedad globalizada: digitalización, nueva economía, desciframiento del genoma humano, tecnología de transgénicos, inteligencia artificial, etc.
Para quienes suscriben a la potencia de la modernidad, las múltiples crisis de las sociedades modernas contemporáneas -en salud, educación, empleo, deterioro ambiental, reivindicaciones étnicas, sobrepoblación, hambre, delincuencia, drogadicción, etc.- son leídas como disfunciones marginales a ser resueltas a futuro con mejor gestión o a partir de nuevos descubrimientos tecnológicos. El malestar de la ciudadanía es entendido como un desfase entre lo que la modernidad va produciendo y los distintos tiempos de acceso por parte de las distintas capas de la población a su consumo. Finalmente, la angustia, el estrés, y otras formas de malestar síquico, con las consiguientes respuestas de medicamentación y drogadicción, no son consideradas sino como incapacidades individuales de adaptarse a esta nueva realidad.
Ahora bien, no obstante el predominio de los idólatras del panteón de dioses de la modernidad, han existido desde los orígenes de este período de la historia un importante número de detractores, sobretodo entre las diversas vanguardias artísticas y corrientes filosóficas. Ahora bien, sus diagnósticos sobre la enfermedad de la sociedad moderna tuvo en ellos a sus principales víctimas; su alarido desgarrado fue marginal y se constituyeron en figuras trágicas. Pero con el tiempo, y tras las dos guerras mundiales y el surgimiento de múltiples evidencias de los límites de la tecnología, los perjuicios ambientales y la constatación de la sinrazón humana, su número se expandió significativamente y generó expresiones multitudinarias. Por otra parte, la corriente de desencantados de la modernidad recibió el caudal proveniente del fracaso de los proyectos de transformación social de los socialismos reales, anclados también en el paradigma de la modernidad.
Además de los idólatras y desencantados, surgió más recientemente un tercer modo de vivir la modernidad, que muchos autores describen como postmodernidad, en tanto representa a mi entender una modernidad light. Ella completa las tres actitudes posibles de enfrentar la modernidad: su aceptación optimista, su negación crítica, y finalmente su evasión. Es el camino de la ausencia de profundidad existencial y de su reemplazo por la gratificación inmediata, el cinismo, el hedonismo, y el consumismo. Aquí seguiremos la descripción de Armando Roa a lo que él llama postmodernidad, y que constituye, en mi opinión, una excelente descripción de la actitud light al interior de la modernidad.
En el capítulo titulado “El Horizonte de
La distinción entre esta actitud que describe Roa y la de los desencantados de la modernidad es que aquí, en vez de la oposición crítica, se produce una huida a través de la superficialización de la existencia y el goce inmediatista de los sentidos y de la posesión.
Fuente: Hacia una Democracia Creativa, Eduardo Yentzen Peric
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