viernes, febrero 29, 2008



Nothofagus


La bellota cayó como una estrella sobre el humus silencioso. En silencio se acomodaron las hojas para cubrir el sueño de una lágrima verde.

El viejo roble recordó sus primeros brotes como brazos saludando al sol. Eran las primeras letras del día escritas con tinta verde.

La historia daba pasos de oruga entre el follaje lento de mediodía. O era la vía láctea llenándose de pequeñas mariposas ardientes.

El canto de las piedras despertaba uno a uno a los peces. Por ahí un colibrí tallaba sobre el aire el primer verso de amor.

Cuando la estación no era la propicia, sobre un tren taciturno viajaban los poetas con sus esporas azules buscando la orilla del mar.

Desde lo alto se podía ver el reloj de agua con sus horas blancas que besaban y olvidaban las promesas de la boca dulce del río.

Ahora que los libros están quemando sus últimas hojas, quisiera escuchar esos violines que me traen la savia de una lágrima verde de bellota.

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