miércoles, febrero 20, 2008

Ilustración de Santos Chávez



PAULO FREIRE: LA EDUCACIÓN COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD

No existe educación fuera de las sociedades humanas y no hay hombres en el vacío. El esfuerzo educativo que desarrolló el autor y que pretende exponer en este ensayo, aunque pueda tener validez en otro tiempo y espacio, fue marcado por las condiciones especiales de la sociedad brasileña. Sociedad intensamente cambiante y dramáticamente contradictoria. Sociedad en "alumbramiento", que presentaba furiosos choques entre un tiempo que "pretendía" conservarse pero que ya se desvanecía con sus valores, con sus formas peculiares de ser y un diferente porvenir, que buscaba configurarse. Este esfuerzo no nació, por ello, del azar. Fue un intento de respuesta a los desafíos contenidos en esta transición de la sociedad. Desde luego, cualquier búsqueda de respuesta a estos retos implicaba necesariamente una opción. Y había que elegir entre el ayer y el mañana. El ayer era una sociedad sin pueblo, comandada por una elite superpuesta a su mundo, donde el hombre sencillo minimizado y sin conciencia de esta minimización, era más "cosa" que propiamente hombre. El mañana será una nueva sociedad, que, siendo sujeto de sí misma, tuviese en el hombre y en el pueblo los sujetos de la Historia. Optar por una sociedad parcialmente independiente o por una sociedad que se "descolonizace" cada vez más. Que cortase, cada vez más, las ataduras que la hacían y la hacen el objeto de otras, que son sus sujetos. Este es el dilema básico, que hoy se presenta de manera ineludible a los países subdesarrollados, al Tercer Mundo.

La educación de las masases, entonces, fundamental para nosotros. Educación, que desnudada de su ropaje alienado y alienante, sea energía de cambio y liberación. La opción, por ello, era también, por una parte, entre una "educación" para la "domesticación", para la alienación y por otra parte una educación para la libertad. "Educación" para el hombre-objeto o educación para el hombre-sujeto.



El hombre en el mundo y con el mundo. Naturaleza y cultura.

Mediante el debate de esta situación, en el que se discute al hombre como un ser de relaciones, se llega a la distinción entre los dos mundos: el de la naturaleza y el de la cultura. Se percibe la posición normal del hombre como un ser en el mundo y con el mundo.

Como un ser creador y recreador que, mediante el trabajo, va alterando la realidad. Con preguntas simples, tales como: ¿quién hizo el pozo?, ¿por qué lo hizo?, ¿cuándo?, que se repiten en relación con los demás “elementos” de la situación, emergen dos conceptos básicos: el de necesidad y de trabajo y la cultura se explica, en un primer nivel, como subsistencia. El hombre hizo el pozo porque tuvo necesidad de agua. Y lo hizo en la medida en que, relacionándose con el mundo lo hizo objeto de su conocimiento, sometiéndolo, por el trabajo, a un proceso de transformación. Así, hizo la casa, su ropa, sus instrumentos de trabajo. A partir de aquí, se discute con el grupo, en términos simples, pero críticamente objetivos, las relaciones entre los hombres, que no pueden ser de dominación ni de transformación, como los anteriores, sino de sujeto a sujeto, de sujetos entre sí.


CANTO PARA LOS FONEMAS DE LA ALEGRÍA

Thiago de Mello


Pido permiso para algunas cosas.

Primeramente para enarbolar

este canto de amor públicamente.

Sucede que mi amor solo se cumple

cuando reparto el ramo azul de estrellas

que en mi pecho florece desde niño.

Pido permiso para deletrear

con las letras del sol pernambucano

la palabra la-dri-llo por ejemplo

y poder ver que dentro de ella viven

paredes, maravillas y ventanas

y descubrir que todos los fonemas

son mágicas señales que se entreabren

constelación de soles generando

en círculos de amor que de repente

se abren en flor en el suelo de la casa.

A veces ni hay casa: apenas suelo,

y sobre el suelo ahora reina un hombre

diferente, que acaba de nacer.

Porque uniendo pedazos de palabras

de a poco uniendo va greda y rocío,

tristeza y pan, castigo y ruiseñor,

y acaba por unir la misma vida

en su pecho partida y repartida

cuando por fin descubre iluminado

que el mundo es también suyo, y su trabajo

no es la pena que paga por ser hombre

sino un modo de amar – y de ayudar

al mundo a ser mejor. Pido permiso

para avisar que, como Jesús quiso,

este hombre renacido es hombre nuevo:

atraviesa los campos repartiendo

la buena-nueva y llama a compañeros

a luchar frente a frente en campo limpio,

contra el tigre de cuatrocientos años

pero cuya hiel espesa no resiste

cuarenta horas de total ternura.

Pido permiso para terminar

deletreando el canto de rebeldía

que crece en los fonemas de alegría.

Canto de amor general que vi nacer

en los ojos del hombre que aprendió a leer.


Santiago de Chile
Primavera de 1965

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