sábado, octubre 04, 2008



Arlette Jequier: El espíritu de MediaBanda


Por Iñigo Díaz

No sólo el nombre y la presencia de la mujer al micrófono del grupo experimental, rockero y subversivo Fulano marcó la diferencia y la imagen en una época de reaparición de la música chilena reprendida en dictadura. También fue la aproximación vanguardista al canto popular que ejecutó Arlette Jequier la que a la larga determinó una línea estética en el pop y desde el underground llamó la atención de un público sorprendido con su estilo de ataque vocal. Ocurrió así desde mediados de los ‘80, cuando el sexteto apareció por primera vez en universidades y subterráneos de la capital con esta joven solista en la posición de frontwoman, y luego en los ‘90 y los 2000 cuando dos generaciones de nuevas voces solistas femeninas encontraron en Jequier una marca musical de avanzada, un sello interpretativo y una inspiración absoluta.


La explicación técnica acerca del fenómeno de generación espontánea de lo que se conoció como “estilo Jequier” también se puede encontrar en los intereses musicales más que en un estudio riguroso del canto. Cuando era alumna de Estadística en la Universidad Austral de Valdivia se involucró con el jazz de manera progresiva y, por cierto, muy distinta a la de otras cantantes. A Jequier nunca le llamaron la atención la serie completa de cantantes swing, sino más los intérpretes de la era moderna: pianistas como Thelonious Monk y saxofonistas como John Coltrane. Su primer acercamiento a la música de avanzada no fue temático, sino instrumental.

A Santiago llegó en 1981, a los 22 años, para estudiar Pedagogía en Música en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Ahí no sólo se involucró con algunos jóvenes músicos que integraban un grupo llamado Media Banda (Francisco Pato Zúñiga, Cristián Crisosto, Jaime Vivanco, Willy Valenzuela), sino que comenzó a estudiar técnicas de canto lírico con Lucía Gana y muy pronto con la primera maestra del canto popular, Inés Délano. Pero algo más significativo que eso fue el estudio de clarinete que años más tarde también desembocaría en el estilo vocal de Jequier. “Tuvo mucho que ver también la combinación de clarinete y canto. De esa mezcla instrumental y vocal surgieron cosas importantes”, explicaría más tarde.

Por entonces, en una época de universidad en peligro e intervención, Jequier frecuentaba las sesiones de ensayo de Media Banda y escuchaba música considerada casi inaccesibles: Maggie Nicols (cantante avant–garde escocesa de los años ‘70), Ursula Dudziak (cantante polaca de fusión de los ‘80), toda la serie de compositores e improvisadores del movimiento británico del Rock in opposition, la obra completa de Frank Zappa y su colaborador Captain Beefheart, además de los artistas de la música erudita brasileña como Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti y la voz de Flora Purim. En 1984 todo eso se traspasó al grupo que sucedió a la Media Banda y que se llamó Fulano.

Jequier participó de la vida completa del sexteto rockero experimental antifascista como solista, donde concretó su imagen sobre el piso y delante de una banda masculina y multiplicó además sus funcionalidad vocal. Su voz fue habilidosa en el scat melódico en composiciones como “Suite Recoleta” (de Fulano,1987), “Perro chico malo” (de En el bunker, 1989) y “Godzilla” (de Trabajos inútiles, 1997), pero también tuvo arranques rockeros como en “La historia no me convence, sólo me atraganta” (1989) y “Morbosadoquista” (1993).

Arlette Jequier convirtió la voz en una herramienta de conducción del color musical mucho más que en una función narrativa textual. Con ella, Fulano obtuvo triunfos en sus himnos “Sentimental blues” (1989), “Lamentos” (1993) y la que probablemente haya sido la más grande interpretación de Jequier en toda esa historia, “Arañas de tribunal” (1997). Luego, ya integrando la MediaBanda, refundada en 2000, Arlette presentó nuevas propiedades al ejecutar solos vocales para “No hay que apegarse al pasado” y “El largo camino hacia la superación de la estupidez” (de Entre la inseguridad y el ego, 2004), improvisaciones libres absolutas en “Mala lilili papala polú” y “Trío” (de Dinero y terminación nerviosa, 2007) y una combinación de duetos con Regina Crisosto Jequier, su más sanguínea discípula dentro de todas las que fueron marcadas de alguna manera por su estilo: las cantantes de jazz Rossana Saavedra y Juana Rodríguez, de fusión Ana María Barría y Lorena Gormaz, de pop Claudia Stern y Paula Hinojosa y nuevas solistas independientes como Renata Carrasco y María Perlita.

Fuente: Música Popular

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