Entrevista a Emilio Pacull, director del documental Héroes Frágiles, y el rol de la CIA en el golpe de Estado del 73.
Por Catalina May
El documental Héroes Frágiles cuenta, una vez más, la historia del golpe de Estado del 73, pero se luce con sus testimonios. Por ejemplo, el de Milton Friedman, padre del neo liberalismo. Y el más impresionante: el del entonces presidente de la Sofofa, Orlando Sáenz, que, muy suelto de cuerpo, cuenta cómo ya en 1971 incitaba a los más poderosos empresarios a conspirar en contra de Allende: "El gobierno irá tan lejos como el balance de fuerzas se lo permita. Hay dos opciones: someterse o pelear para sacar a este imbécil de La Moneda. Yo no acepto otra cosa que pelear... Tenemos el poder económico, que hace casi todo posible. Podemos desarrollar una estrategia y pensar cómo implementarla".
En tu película partes contando tu historia y la de tu padrastro, Augusto "Perro" Olivares, quien se suicidó en La Moneda el 11 de septiembre del 73, y terminas hablando del rol jugado por la CIA en el golpe. Es una vuelta larga. ¿Cómo se fue armando?
- Quería hacer una película distinta a lo que se ha hecho sobre el golpe de Estado, y siempre tuve la certeza de que la única forma de lograrlo era partiendo de la más íntima subjetividad. Por eso decidí partir con una fotografía que normalmente se dice que es de Allende pero que yo tengo la convicción de que es el cadáver de mi padrastro. Desde ahí empiezo a abrir capítulos, que van desde lo más íntimo a lo más universal, como en cualquier trabajo que tiene una ambición artística.
Es interesante presentar un capítulo de la historia de Chile como un episodio de tu propia historia. Probablemente mucha gente podría hacer lo mismo.
- Absolutamente. El sábado estuve presentando la película en Temuco en una sala llena de gente, jóvenes y no tanto. Fue mi primer contacto con el público chileno y me di cuenta de eso, de que hay una multiplicidad infinita de películas que hacer. Lo que nos dice el enemigo, que olvidemos el Golpe, que olvidemos nuestras divisiones, es una estupidez y una manipulación, porque cada individuo tiene su propia visión. No somos todos cineastas, pero cada uno tiene una visión universal y original.
Es muy interesante la secuencia en que se repasa el rol jugado por El Mercurio en la instigación del golpe y por Agustín Edwards como principal vínculo de Chile con la CIA.
- El tema de El Mercurio viene de gente como Roberto Thieme, de Patria y Libertad, que recuerda el impacto que le causó haber visto la foto trucada de un tanque de la URSS frente a L Moneda, que apareció en El Mercurio. Thieme desequilibró el país para permitir a las Fuerzas Armadas intervenir, en colusión con ellas. Eso es un acto que yo califico de terrorista, pero que él hoy ha dado muchas vueltas en su cabeza sobre lo que hizo y recuerda que cuando era un joven empresario, fabricante de muebles, de una familia alemana anti comunista visceral, quedó muy impactado por esa foto y tuvo la convicción de que había que luchar contra eso. Esa manipulación ideológica de El Mercurio es muy interesante y yo fui descubriendo su dimensión a medida que avanzaba en la película.
¿Quedaste convencido del rol jugado por Agustín Edwards como vínculo con la CIA?
- Una serie de testigos, que saben cómo funcionó Edwards con el poder norteamericano, con Nixon y con sus amigos de la Pepsi Cola, lo dicen claramente en la película. A mí no me cabe ninguna duda de que él fue uno de los principales instigadores en el golpe de Estado.
En el documental vemos a Orlando Sáenz, entonces presidente de Asimet y la Sofofa, muy suelto de cuerpo contando cómo se juntaban los empresarios a conspirar en contra de Allende.
-Claro, Sáenz habla de una reunión en la cual el empresariado decide que usará toda su inteligencia y poder económico para desestabilizar al gobierno. Él no puede responder por qué nunca apoyaron a Allende. Se da muchas vueltas, empieza hablando del mito de Allende, que, dice, perdurará para siempre, pero luego dice que no era un buen hombre. Lo que queda claro es que no lo apoyaron porque Allende y su gobierno iban en contra de sus intereses.
¿Tenías claro, antes de hacer el documental, el rol jugado por la CIA en el golpe del 73?
-No tanto como me fui dando cuenta en EE.UU. al revisar los documentos. Ahí la dimensión de la intervención norteamericana apareció con toda su ferocidad. Vi los archivos en el National Security Archive, que es una institución que pertenece a una universidad de Washington, donde trabaja un grupo de personas dedicado a desclasificar los archivos de la CIA. En la película se ven transcripciones de los diálogos entre el canciller Henry Kissinger y Nixon, que son bastante aterradoras y sorprendentes. Como lo dice un especialista en la película, en 15 minutos se decidió el destino de la democracia chilena.
Cuéntame sobre la entrevista a Milton Friedman, el padre del neo liberalismo y de la escuela de Chicago. ¿Fue efectivamente su última entrevista?
-Que yo sepa, sí. Yo partí a EE.UU. a filmar la parte norteamericana de la película y le pedí a mi asistente francés que lo llamara. No sé cómo lo hizo, pero lo consiguió. Hicimos la entrevista a fines de 2005. Friedman no tenía un departamento... tenía un edificio entero. A mí me interesaba mucho entrevistarlo porque es el arquetipo del modelo neo liberal chileno, de los Chicago boys y todo eso. Cuando llega Pinochet, él se apoya en el neo liberalismo. Y Chile fue el conejillo de indias donde por primera vez se aplicó la teoría de Friedman. Ese modelo, que empuja hacia el exceso de consumo, ha llevado al mundo a una situación insostenible. Y lo que se ve en la entrevista es que Friedman, aún al final de su vida, es incapaz de hacer una reflexión respecto a los defectos de su modelo económico. Él asegura que el libre mercado es lo único que da libertad a las personas, cuando sabemos que hoy la mayoría no es libre debido precisamente a este sistema económico... Pienso que tuve la suerte de que la historia había madurado lo suficiente como para que algunas personas fueran capaces de hablar. Llegué en un buen momento para conversar con gente como Milton Friedman, Roberto Thieme u Orlando Sáenz.
Hay entrevistas que no incluiste en la película. ¿Por qué?
-Yo fui a buscar a Nathaniel Davies, embajador de EE.UU. en Chile que llegó un mes y medio antes del golpe, y lo encontré y fue difícil. Hablé con él por tres horas, pero es un portador de la mentira. No me dijo nada. Te das cuenta que es un tipo que va a morir con su caca en la cabeza. El otro testimonio que dejé fuera fue el del general Palacios, que atacó La Moneda. Él me cobró dinero, me pidió dólares. Yo lo filmé y lo engañé, porque mientras contaba uno por uno los dólares que le había pagado, le pedí a mi asistente que lo filmara discretamente. Pero no lo puse, porque me pareció que era ponerme a la altura de él.
Fuente: The Clinic
Es interesante presentar un capítulo de la historia de Chile como un episodio de tu propia historia. Probablemente mucha gente podría hacer lo mismo.
- Absolutamente. El sábado estuve presentando la película en Temuco en una sala llena de gente, jóvenes y no tanto. Fue mi primer contacto con el público chileno y me di cuenta de eso, de que hay una multiplicidad infinita de películas que hacer. Lo que nos dice el enemigo, que olvidemos el Golpe, que olvidemos nuestras divisiones, es una estupidez y una manipulación, porque cada individuo tiene su propia visión. No somos todos cineastas, pero cada uno tiene una visión universal y original.
Es muy interesante la secuencia en que se repasa el rol jugado por El Mercurio en la instigación del golpe y por Agustín Edwards como principal vínculo de Chile con la CIA.
- El tema de El Mercurio viene de gente como Roberto Thieme, de Patria y Libertad, que recuerda el impacto que le causó haber visto la foto trucada de un tanque de la URSS frente a L Moneda, que apareció en El Mercurio. Thieme desequilibró el país para permitir a las Fuerzas Armadas intervenir, en colusión con ellas. Eso es un acto que yo califico de terrorista, pero que él hoy ha dado muchas vueltas en su cabeza sobre lo que hizo y recuerda que cuando era un joven empresario, fabricante de muebles, de una familia alemana anti comunista visceral, quedó muy impactado por esa foto y tuvo la convicción de que había que luchar contra eso. Esa manipulación ideológica de El Mercurio es muy interesante y yo fui descubriendo su dimensión a medida que avanzaba en la película.
¿Quedaste convencido del rol jugado por Agustín Edwards como vínculo con la CIA?
- Una serie de testigos, que saben cómo funcionó Edwards con el poder norteamericano, con Nixon y con sus amigos de la Pepsi Cola, lo dicen claramente en la película. A mí no me cabe ninguna duda de que él fue uno de los principales instigadores en el golpe de Estado.
En el documental vemos a Orlando Sáenz, entonces presidente de Asimet y la Sofofa, muy suelto de cuerpo contando cómo se juntaban los empresarios a conspirar en contra de Allende.
-Claro, Sáenz habla de una reunión en la cual el empresariado decide que usará toda su inteligencia y poder económico para desestabilizar al gobierno. Él no puede responder por qué nunca apoyaron a Allende. Se da muchas vueltas, empieza hablando del mito de Allende, que, dice, perdurará para siempre, pero luego dice que no era un buen hombre. Lo que queda claro es que no lo apoyaron porque Allende y su gobierno iban en contra de sus intereses.
¿Tenías claro, antes de hacer el documental, el rol jugado por la CIA en el golpe del 73?
-No tanto como me fui dando cuenta en EE.UU. al revisar los documentos. Ahí la dimensión de la intervención norteamericana apareció con toda su ferocidad. Vi los archivos en el National Security Archive, que es una institución que pertenece a una universidad de Washington, donde trabaja un grupo de personas dedicado a desclasificar los archivos de la CIA. En la película se ven transcripciones de los diálogos entre el canciller Henry Kissinger y Nixon, que son bastante aterradoras y sorprendentes. Como lo dice un especialista en la película, en 15 minutos se decidió el destino de la democracia chilena.
Cuéntame sobre la entrevista a Milton Friedman, el padre del neo liberalismo y de la escuela de Chicago. ¿Fue efectivamente su última entrevista?
-Que yo sepa, sí. Yo partí a EE.UU. a filmar la parte norteamericana de la película y le pedí a mi asistente francés que lo llamara. No sé cómo lo hizo, pero lo consiguió. Hicimos la entrevista a fines de 2005. Friedman no tenía un departamento... tenía un edificio entero. A mí me interesaba mucho entrevistarlo porque es el arquetipo del modelo neo liberal chileno, de los Chicago boys y todo eso. Cuando llega Pinochet, él se apoya en el neo liberalismo. Y Chile fue el conejillo de indias donde por primera vez se aplicó la teoría de Friedman. Ese modelo, que empuja hacia el exceso de consumo, ha llevado al mundo a una situación insostenible. Y lo que se ve en la entrevista es que Friedman, aún al final de su vida, es incapaz de hacer una reflexión respecto a los defectos de su modelo económico. Él asegura que el libre mercado es lo único que da libertad a las personas, cuando sabemos que hoy la mayoría no es libre debido precisamente a este sistema económico... Pienso que tuve la suerte de que la historia había madurado lo suficiente como para que algunas personas fueran capaces de hablar. Llegué en un buen momento para conversar con gente como Milton Friedman, Roberto Thieme u Orlando Sáenz.
Hay entrevistas que no incluiste en la película. ¿Por qué?
-Yo fui a buscar a Nathaniel Davies, embajador de EE.UU. en Chile que llegó un mes y medio antes del golpe, y lo encontré y fue difícil. Hablé con él por tres horas, pero es un portador de la mentira. No me dijo nada. Te das cuenta que es un tipo que va a morir con su caca en la cabeza. El otro testimonio que dejé fuera fue el del general Palacios, que atacó La Moneda. Él me cobró dinero, me pidió dólares. Yo lo filmé y lo engañé, porque mientras contaba uno por uno los dólares que le había pagado, le pedí a mi asistente que lo filmara discretamente. Pero no lo puse, porque me pareció que era ponerme a la altura de él.
Fuente: The Clinic
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