lunes, julio 28, 2008



ALGUNAS VOCES

Antología Poesía Chilena y Peruana

Lucy Calvo

Una de mis experiencias más gratificantes en el ámbito personal e intelectual ha sido el descubrimiento de las letras, la poesía y la filosofía, ellas son mis compañeras leales en todo momento, a través de ellas he conocido amigas y amigos que han trascendido en mi espíritu.

Amigos y amigas porteñas, personas desinteresadas de la vida material y de una calidad humana que me mantiene en cautiverio.

Es en este espacio de mi vida el lugar que reservo a los poetas e intelectuales peruanos, ellos me han entregado el afecto y apoyo espiritual que mi alma necesitó y sigue necesitando cada día; el Consulado General de la República del Perú y la Casa del Poeta Chileno Peruano son expresiones de ese encuentro del espíritu y de la creación y un hogar cálido para conversar de la expresión artístico cultural.



RAÍZ

Por Lucy Calvo


Desde lo más profundo una anciana voz habla

diciendo que soy hija del maíz, y que

estos sueños devorados a diario,

son el dorado grano de una herencia que nutre.

Porque voy a la tierra

a colorear mi canto

en la greda cautiva de los Moches;

a envolver mis inviernos

en los cálidos hilos de los Nazcas;

a encontrar las verdades en voces de los Quechuas

y en el silbo del viento que agita y que despeina

los andenes vestidos con sayas de esmeralda.

Así,

todos podrán contar en la sangre de mis hijos

los nudos de mis quipus*

y la viva promesa de la frase milenaria,

se tallará en sus manos

signando en su lectura los caminos del Ande.

Así volveré siempre.

Y el incaico camino llevará a la poeta

con su morral de sueños

a la existencia larga.


*Quipus: cuerdas con nudos, que en el Imperio Incaico se usaba para contar (quechua).


VALPARAÍSO

Por Rolando Riveros Vidal


El navío arribó al paraíso y encalló entre los cerros. La estela floreció entre calles y escaleras. Las miradas en ventanas y los sueños en volantines a cielo abierto. El marinero bajó a la cantina y recordó una vieja historia de amor. Era medianoche. El campanario marcó la hora del silencio. La sirena despertó al borracho recostado en un farolito de nube. Sus ojos de vidrio se cerraron y comenzó a llorar el mar. Pasó una gaviota y se detuvo en el infinito: era la luna. En la plaza, las estrellas jugaban a las escondidas. Y desaparecieron. Al final, una botella azul fue lanzada al vacío. Un poeta había nacido: era el sol.


No hay comentarios.: