El miércoles 3 de junio de 2009 Joan Jara recibe la nacionalidad chilena por gracia en Palacio de la Moneda. La Presidenta Michelle Bachelet firmó el decreto en ceremonia con cerca de 200 invitados y la presentación del grupo de danza Espiral.
Sra. Presidenta, Autoridades, Amigas y Amigos, Compatriotas queridos:
Seria poco decir que estoy agradecida por este honor que me han otorgado. Me siento sobre pasada. Chile ha sido mi lugar por cincuenta y cinco años. Aun cuando tuve que ausentarme por diez años después del golpe militar mi corazón y mis pensamientos quedaron acá y mi labor diaria fue solo una consecuencia de mis fuertes sentimientos por el pueblo chileno.
Chile me ha dado lo más hermoso y lo más horrendo de mi vida. Me ha dado el amor y el odio ajeno, me ha dado la felicidad de una familia, de ser parte de un gran movimiento social y cultural y la experiencia de una tragedia colectiva. En estos últimos días se ha juntado en forma demasiado fuerte la evidencia de estos contrastes. Este es un momento muy significativo en una vida larga que fue, como la de muchos de Uds. aquí presente, cortada en dos. Gracias por acompañarme en este momento.
Confieso que empecé a perder el sentido de nacionalidad cuando, después de la segunda guerra mundial, me tocó ir a bailar en Alemania.
Venía de la experiencia de vivir en Londres durante los bombardeos Alemanes noche tras tras noche, las bombas que volaban y los misiles que llegaban antes de su propio sonido. Había aprendido que el pueblo alemán era nuestro enemigo. Entonces me tocó ver la devastación que había dejado la guerra en Alemania. Ví ciudades enteras en el suelo, tuve compañeros de trabajo alemanes que habían sido jóvenes conscriptos del ejército alemán de Hitler que durante la guerra, sintieron mucho temor y hambre.
En nuestra compañía de danza, el Ballets Jooss, convivían trece nacionalidades con sus distintos idiomas pero por suerte la danza era un lenguaje en si mismo que podíamos compartir todos. Allí conocí a Patricio Bunster gran bailarín, futuro gran coreógrafo y mi destino tomo su rumbo definitivo hacia a Chile que para mí era solo un lejano país, con forma extraña, en el atlas mundial.
Tuve la suerte de trabajar muchos años con Patricio, bailando en sus coreografías y compartiendo el sueño de multiplicar el acceso a la danza; por eso nació el Ballet Popular que salió de los teatros para bailar en poblaciones; por eso el deseo de instalar la danza en las escuelas para que todos los niños y jóvenes, especialmente los mas postergados puedan vivir el goce de bailar. Nuestro sueño quedó trunco en Septiembre 1973, pero por suerte nuestra querida hija, Manuela, mi primera hija chilena, comparte nuestro sueño. Eso me hace muy feliz. Su generación en la danza y los más jóvenes están trabajando para lograrlo. Hoy día hay cada vez más hombres y mujeres, que buscan en la danza un lenguaje humano y comunicativo, y se organizan para vencer las dificultades que la sociedad todavía presenta para que su práctica sea un derecho de todos en el sistema educacional.
“Envuélvete en mi cariño, deja la vida volar…”
Así me cantaba Víctor cuando nuestras vidas se cruzaron. Era el inicio de la época más feliz de mi vida. Comencé a conocer Chile en profundidad, a conocer más el pueblo chileno, a las muchas personas y situaciones que están presente en las canciones de Víctor y que nacían de su propia vida, experiencias y convicciones. Tuve la suerte de conocer a Angelita Huenumán, a Luchín,
al viejo que tejía lazos en Lonquén, y estar al lado de Víctor cuando estaba creando sus canciones.
Tuvimos una vida juntos llena de amor, compromiso y creación. Víctor en el teatro y en el canto, yo en la danza. Era la época que nació nuestra querida Amanda, mi segunda hija chilena. Fue una época llena de felicidad y de esperanza.
“Soy un hombre feliz de existir en este momento decía Víctor,”feliz de sentir la fatiga del trabajo. Feliz porque cuando se pone el corazón, la razón y la voluntad al servicio del pueblo, se siente la felicidad de haber nacido…”
Su entusiasmo y tesón era contagioso. Realmente creíamos que trabajando juntos ayudábamos a construir una sociedad mejor para todos.
Acá termina mi primera vida.
No quiero referirme ahora a los horrores del Estadio Chile ni al asesinato de Víctor. Solo agradecer a dos hombres llamados Héctor. Uno, entonces desconocido para mi, que identificó el cuerpo de Víctor y fue a mi casa a buscarme y el otro, amigo, que me acompañó también a la morgue a retirar su cuerpo que yacía entre los cientos de NNs que estaban apilados allí el 18 de Septiembre de 1973. Agradecerles especialmente porque sin ellos Víctor habría desaparecido y creo que no hay peor tortura para un familiar que no saber el paradero de un ser querido. Y no saberlo durante 35 años. Hasta hoy día. Ni siquiera saber donde están sus restos.
Queridas representantes de los familiares de los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos que están aquí con nosotros hoy día. En ustedes quiero saludar su larga y valiente lucha por saber la verdad sobre lo que pasó a sus seres queridos y por lograr justicia. A pesar de que mi vida tomó un rumbo distinto siempre me he sentido hermanada con Uds. La brecha hacia la verdad que se esta abriendo en el caso de Víctor debe servir para aclarar otros casos. No pueden existir casos llamados “emblemáticos”.Todos tienen la misma relevancia: la vida de un ser humano.
Cuando salí de Chile después del golpe, con la música y la voz de Víctor a cuestas, sentí una gran responsabilidad: Víctor tenía que seguir cantando por su pueblo. Sentí también que mi nacionalidad británica, la cual me había protegido, podría ayudarme en el mundo externo como un puente de comunicación para denunciar la violación de los derechos humanos bajo el régimen militar.
Esa tarea me ayudó a seguir viviendo. Fui rodeada de mucho cariño y solidaridad en muchos países, en casi todos los continentes; solidaridad de mujeres, de trabajadores, de estudiantes, de connotados artistas. Fui invitada a grandes festivales culturales organizados en solidaridad con el pueblo chileno. Muchas veces viajaba por el mundo sola, otras con los grandes músicos chilenos Inti Illimani, Quilapayún y .los hermanos Isabel y Ángel Parra, compañeros en el dolor y en el exilio. Y en todas partes Víctor me acompañaba, su ejemplo daba fuerza a las peticiones de ayuda para las nuevas victimas. Porque siempre había más.
Pienso ahora en todas aquellos amigos del exilio. Muchos de ellos dieron años de sus vidas en apoyo a la larga lucha por la restauración de la democracia en Chile. Para una generación de jóvenes universitarios en muchos países el golpe militar en Chile cambió su visión del mundo, cambió también el rumbo de sus vidas. Pienso en Diane, en Angie, Mike, Jerry, Bill, Adrian, Jeannie, Mavis. Peggy…. y tantos, tantos otros de diferentes culturas, idiomas. Personas que seguramente Uds. no conocen. Pienso que nunca les hemos agradecido adecuadamente. Ellos debieran estar aquí conmigo hoy. No puedo terminar sin agradecer el cariño que he recibido durante todos estos años de personas que ahora puedo llamar compatriotas. Ese cariño a veces ha sido por la hermandad de la danza, pero más que nada ha sido por el amor que tantos y tantos sienten por Víctor.Si las circunstancias de mi vida me han hecho sentir una ciudadana del mundo, sin duda el lugar donde me tocó forjar mi destino, como diría Víctor, es este país con forma extraña en el atlas mundial.
Señora presidenta,
3 de junio de 2009
Palabras de Joan Jara
Sra. Presidenta, Autoridades, Amigas y Amigos, Compatriotas queridos:
Seria poco decir que estoy agradecida por este honor que me han otorgado. Me siento sobre pasada. Chile ha sido mi lugar por cincuenta y cinco años. Aun cuando tuve que ausentarme por diez años después del golpe militar mi corazón y mis pensamientos quedaron acá y mi labor diaria fue solo una consecuencia de mis fuertes sentimientos por el pueblo chileno.
Chile me ha dado lo más hermoso y lo más horrendo de mi vida. Me ha dado el amor y el odio ajeno, me ha dado la felicidad de una familia, de ser parte de un gran movimiento social y cultural y la experiencia de una tragedia colectiva. En estos últimos días se ha juntado en forma demasiado fuerte la evidencia de estos contrastes. Este es un momento muy significativo en una vida larga que fue, como la de muchos de Uds. aquí presente, cortada en dos. Gracias por acompañarme en este momento.
Confieso que empecé a perder el sentido de nacionalidad cuando, después de la segunda guerra mundial, me tocó ir a bailar en Alemania.
Venía de la experiencia de vivir en Londres durante los bombardeos Alemanes noche tras tras noche, las bombas que volaban y los misiles que llegaban antes de su propio sonido. Había aprendido que el pueblo alemán era nuestro enemigo. Entonces me tocó ver la devastación que había dejado la guerra en Alemania. Ví ciudades enteras en el suelo, tuve compañeros de trabajo alemanes que habían sido jóvenes conscriptos del ejército alemán de Hitler que durante la guerra, sintieron mucho temor y hambre.
En nuestra compañía de danza, el Ballets Jooss, convivían trece nacionalidades con sus distintos idiomas pero por suerte la danza era un lenguaje en si mismo que podíamos compartir todos. Allí conocí a Patricio Bunster gran bailarín, futuro gran coreógrafo y mi destino tomo su rumbo definitivo hacia a Chile que para mí era solo un lejano país, con forma extraña, en el atlas mundial.
Tuve la suerte de trabajar muchos años con Patricio, bailando en sus coreografías y compartiendo el sueño de multiplicar el acceso a la danza; por eso nació el Ballet Popular que salió de los teatros para bailar en poblaciones; por eso el deseo de instalar la danza en las escuelas para que todos los niños y jóvenes, especialmente los mas postergados puedan vivir el goce de bailar. Nuestro sueño quedó trunco en Septiembre 1973, pero por suerte nuestra querida hija, Manuela, mi primera hija chilena, comparte nuestro sueño. Eso me hace muy feliz. Su generación en la danza y los más jóvenes están trabajando para lograrlo. Hoy día hay cada vez más hombres y mujeres, que buscan en la danza un lenguaje humano y comunicativo, y se organizan para vencer las dificultades que la sociedad todavía presenta para que su práctica sea un derecho de todos en el sistema educacional.
“Envuélvete en mi cariño, deja la vida volar…”
Así me cantaba Víctor cuando nuestras vidas se cruzaron. Era el inicio de la época más feliz de mi vida. Comencé a conocer Chile en profundidad, a conocer más el pueblo chileno, a las muchas personas y situaciones que están presente en las canciones de Víctor y que nacían de su propia vida, experiencias y convicciones. Tuve la suerte de conocer a Angelita Huenumán, a Luchín,
al viejo que tejía lazos en Lonquén, y estar al lado de Víctor cuando estaba creando sus canciones.
Tuvimos una vida juntos llena de amor, compromiso y creación. Víctor en el teatro y en el canto, yo en la danza. Era la época que nació nuestra querida Amanda, mi segunda hija chilena. Fue una época llena de felicidad y de esperanza.
“Soy un hombre feliz de existir en este momento decía Víctor,”feliz de sentir la fatiga del trabajo. Feliz porque cuando se pone el corazón, la razón y la voluntad al servicio del pueblo, se siente la felicidad de haber nacido…”
Su entusiasmo y tesón era contagioso. Realmente creíamos que trabajando juntos ayudábamos a construir una sociedad mejor para todos.
Acá termina mi primera vida.
No quiero referirme ahora a los horrores del Estadio Chile ni al asesinato de Víctor. Solo agradecer a dos hombres llamados Héctor. Uno, entonces desconocido para mi, que identificó el cuerpo de Víctor y fue a mi casa a buscarme y el otro, amigo, que me acompañó también a la morgue a retirar su cuerpo que yacía entre los cientos de NNs que estaban apilados allí el 18 de Septiembre de 1973. Agradecerles especialmente porque sin ellos Víctor habría desaparecido y creo que no hay peor tortura para un familiar que no saber el paradero de un ser querido. Y no saberlo durante 35 años. Hasta hoy día. Ni siquiera saber donde están sus restos.
Queridas representantes de los familiares de los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos que están aquí con nosotros hoy día. En ustedes quiero saludar su larga y valiente lucha por saber la verdad sobre lo que pasó a sus seres queridos y por lograr justicia. A pesar de que mi vida tomó un rumbo distinto siempre me he sentido hermanada con Uds. La brecha hacia la verdad que se esta abriendo en el caso de Víctor debe servir para aclarar otros casos. No pueden existir casos llamados “emblemáticos”.Todos tienen la misma relevancia: la vida de un ser humano.
Cuando salí de Chile después del golpe, con la música y la voz de Víctor a cuestas, sentí una gran responsabilidad: Víctor tenía que seguir cantando por su pueblo. Sentí también que mi nacionalidad británica, la cual me había protegido, podría ayudarme en el mundo externo como un puente de comunicación para denunciar la violación de los derechos humanos bajo el régimen militar.
Esa tarea me ayudó a seguir viviendo. Fui rodeada de mucho cariño y solidaridad en muchos países, en casi todos los continentes; solidaridad de mujeres, de trabajadores, de estudiantes, de connotados artistas. Fui invitada a grandes festivales culturales organizados en solidaridad con el pueblo chileno. Muchas veces viajaba por el mundo sola, otras con los grandes músicos chilenos Inti Illimani, Quilapayún y .los hermanos Isabel y Ángel Parra, compañeros en el dolor y en el exilio. Y en todas partes Víctor me acompañaba, su ejemplo daba fuerza a las peticiones de ayuda para las nuevas victimas. Porque siempre había más.
Pienso ahora en todas aquellos amigos del exilio. Muchos de ellos dieron años de sus vidas en apoyo a la larga lucha por la restauración de la democracia en Chile. Para una generación de jóvenes universitarios en muchos países el golpe militar en Chile cambió su visión del mundo, cambió también el rumbo de sus vidas. Pienso en Diane, en Angie, Mike, Jerry, Bill, Adrian, Jeannie, Mavis. Peggy…. y tantos, tantos otros de diferentes culturas, idiomas. Personas que seguramente Uds. no conocen. Pienso que nunca les hemos agradecido adecuadamente. Ellos debieran estar aquí conmigo hoy. No puedo terminar sin agradecer el cariño que he recibido durante todos estos años de personas que ahora puedo llamar compatriotas. Ese cariño a veces ha sido por la hermandad de la danza, pero más que nada ha sido por el amor que tantos y tantos sienten por Víctor.Si las circunstancias de mi vida me han hecho sentir una ciudadana del mundo, sin duda el lugar donde me tocó forjar mi destino, como diría Víctor, es este país con forma extraña en el atlas mundial.
Señora presidenta,
Agradezco una vez más este honor.
3 de junio de 2009
Fuente: Fundación Víctor Jara
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