miércoles, noviembre 04, 2009



Claude Lévi-Strauss: El Mejor Obrero de Francia
In Memoriam

¿Me permiten una confidencia? A lo largo de mi vida, he recibido una buena cantidad de honores, que me fueron conferidos no tanto por mis modestos méritos como por la extrema longitud de una carrera activa, que duró medio siglo (...) Ninguno me enorgulleció tanto como la medalla (...) al "Mejor Obrero de Francia". Me gusta, por cierto, el trabajo manual, y sólo por haberlo practicado con frecuencia he podido, en uno de mis libros, elaborar la teoría de lo que en francés llamamos "bricolage".


En realidad, me alegraría que un intelectual, una vez jubilado, se viera obligado por ley a ponerse a prueba en otra actividad; en ese caso, habría elegido sin vacilar un oficio manual.


¿Por qué digo esto? Desde el advenimiento de la civilización industrial, el trabajo pasó a ser una operación en un sentido único, donde el hombre –sólo él, siendo activo – modela una materia inerte, y le impone soberanamente las formas que le convienen.


Las sociedades estudiadas por los etnólogos tienen del trabajo una idea muy distinta. Lo asocian a menudo al ritual, al acto religioso, como si en ambos casos el fin fuera entablar con la naturaleza un diálogo en virtud del cual naturaleza y hombre pueden colaborar: concediendo ésta al otro lo que espera, a cambio de los signos de respeto, o de piedad incluso, con los cuales el hombre se obliga ante una realidad vinculada al orden sobrenatural.


Sería el último en pensar que a partir de los resultados que creí alcanzar he conseguido algo definitivo. Las disciplinas sociales y humanas no entran dentro de las llamadas "duras", donde las hipótesis pueden ser refutables. No hemos llegado aún a ese estadio, y dudo que se pueda llegar algún día. En efecto, detrás de la cultura material, las costumbres, las creencias y las instituciones, intentamos comprender qué ocurre en la conciencia de los hombres y más allá de ésta. Ninguno de nosotros podrá afirmar nunca que el nivel en el cual eligió colocarse es el último; y tampoco que, por debajo de ese nivel, se puede alcanzar otro, y así sucesivamente en forma indefinida. (...) Simplemente he aspirado a dar cuenta de fenómenos múltiples y complicadísimos de una manera más económica, y más satisfactoria para el intelecto que todo lo hecho anteriormente. Pero con la certeza de que este estadio es provisorio y que otros, mejores, lo sucederán.


Me basta saber que el trabajo de toda una vida no ha sido completamente inútil y que puede servir de trampolín desde el cual otros tomarán impulso para catapultarse más adelante. Para un hombre que ha llegado al ocaso de su carrera, es reconfortante, incluso exultante, recibir muestras de que su enseñanza y sus escritos ofrecen todavía un tema de reflexión. (...)


Fuente: Revista Ñ

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