jueves, julio 16, 2009


El hombre postorgánico

Cuerpo, subjetividad y tecnología digitales

por Paula Sibilia


El capitalismo industrial desarrolló técnicas para modelar efici
entemente cuerpos útiles y subjetividades dóciles. En la actual sociedad de información, la teleinformática y la biotecnología -unidas por el designio de la digitalización universal- pretenden lograr mutaciones aun más radicales: la supresión de las distancias, de las enfermedades, del envejecimiento e incluso de la muerte. El cuerpo humano, reducido a sistema de procesamiento de datos y banco de información genética, se estaría volviendo obsoleto. Las nuevas tecnociencias apuntan a su hibridación con materiales inertes y a la manipulación de sus genes con la vocación fáustica de superar sus limitaciones naturales.

El hombre postorgánico expone detalladamente de qué manera el entrecruzamiento de biología e informática, a la vez que simplifica la complejidad humana, es el fundamento de los nuevos mecanismos de control del capitalismo postindustrial. A partir de la noción de biopoder de Foucault la autora analiza la omnipresencia del discurso informático y el aura de la que goza el discurso médico. El descarnado optimismo científico es puesto en cuestión al develar los móviles del capital global, que ha transformado al ciudadano en consumidor, así como los métodos de control: en términos de Deleuze, el hombre confinado de la modernidad es ahora el hombre endeudado.

En El hombre postorgánico Paula Sibilia realiza un análisis riguroso acerca de las bases filosóficas de la tecnociencia contemporánea, descifra sus articulaciones políticas, sociales y éticas, para finalmente postular la persistencia y la resistencia de lo orgánico.



En la introducción de El hombre postorgánico dice que se está terminando la edad del hombre, ¿a qué se refiere?

-Todos estos discursos sobre lo posthumano, lo postorgánico, la postevolución de los últimos años que aparecen en el ámbito académico, en el arte, la literatura, se basan en el discurso del cuerpo obsoleto y del hombre como algo limitado. Lo que impera se podría definir como la “tiranía del upgrade”: la constante necesidad de mejorar la condición humana, potencializarla, superar los límites que son relativos a la configuración orgánica del cuerpo humano tanto a lo espacial –de ahí la importancia de los celulares (estar siempre conectado a las personas) y de internet (tener acceso al mundo) que eliminan las distancias– como lo temporal –la lucha contra el envejecimiento, las enfermedades, contra la muerte–. Son discursos que tienen mucha resonancia. Indican inquietudes presentes.

Lo que está diciendo es que con la tecnología actual no sólo cambia nuestra forma de contacto con el mundo sino también la imagen que tenemos de nuestro cuerpo, ¿no?

-Claro. Ahora se están generando otro tipo de cuerpos, más ávidos que disciplinados. Sería otro perfil subjetivo el que sería privilegiado, estimulado. Es un cuerpo también ansioso, superexcitado, incitado a consumir constantemente, un cuerpo que quiere siempre algo nuevo, experiencias extremas, lo cual antes estaba mal visto. Eso se ve en las características que se buscan en el mercado laboral: no es el sujeto responsable, capaz de cumplir horarios, disciplinado el que más se cotiza en la sociedad contemporánea. Lo importante son otras habilidades como la flexibilidad, la agilidad mental, la buena imagen, la simpatía. Es otro tipo de sujeto.

Y todo esto a causa de las tecnologías que no son inocentes...

-No son neutras mejor dicho. No todas las sociedades se someten a ellas de la misma manera. Son fuerzas construidas históricamente. Eso no quiere decir que sean determinantes, pues hay formas de escapar y resistir.

Aunque siempre aflora lo que usted llama la “tiranía del upgrade”.

-Sí, una incitación constante a actualizarse, si no uno queda viejo, obsoleto, anacrónico, anquilosado. Uno siempre tiene que estar al tanto de las últimas novedades, las últimas noticias. A esto se le suma que uno siempre tiene que ser joven y ágil porque si no uno queda relegado. En la publicidad y el marketing lo que más se valora es ese tono juvenil; como si la creatividad fuese una cualidad de la juventud únicamente. Es el modelo de felicidad actual.

Fuente: Página 12

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