Manuel García, músico y cantautor:
"La poesía es el brazo armado de la protesta social"
por Isabel Díaz Medina
Cuatro discos como solista, luego de una larga trayectoria junto a "Mecánica Popular", han convertido al cantautor Manuel García, de 42 años, en uno de los músicos chilenos más reconocidos y de mayor proyección. Su paso por el Festival de Viña del Mar no dejó indiferente a nadie. En plena presentación leyó una carta al presidente Sebastián Piñera donde expuso situaciones de pobreza y de injusticia del país. Recientemente fue nombrado embajador de la Cultura Chinchorro, una de las más representativas de su Arica natal, donde estudió música e historia y geografía. En los 90 se trasladó a Santiago donde estudió guitarra clásica en la Universidad Católica.
En entrevista con Punto Final Manuel García repasa su vida en el norte, en una población marginal del cerro La Cruz; opina sobre el movimiento social, los derechos humanos, la represión contra el pueblo mapuche y su inminente encuentro con el presidente Sebastián Piñera. García repletó tres días el Teatro Caupolicán y se fue de gira al sur, en el marco del lanzamiento de su disco Acuario, donde introduce una nueva sonoridad pasando del estilo trovador a una faceta más electrónica.
En las presentaciones en el Teatro Caupolicán invitaste a un amigo de la adolescencia a cantar. ¿Cómo fue tu niñez en el cerro La Cruz, en Arica?
"Yo soy un 'patipelao', por dos razones: porque en el norte se puede andar a pata pelada todo el tiempo, hace calor, y porque soy parte del mundo de la pobreza. Me crié en la Población Miramar, en el cerro La Cruz de Arica. Es un poblado de casas de cholguán que fueron parte de una toma en el 70. Se fue convirtiendo en una población organizada, pero siempre precaria y marginal. Había muchas limitaciones a nivel de servicios básicos. Todo lo que se necesitaba quedaba en el centro de la ciudad. Ese es mi origen.
¿De esas carencias, qué recuerdos rescatas?
"Primero, la geografía. El cerro La Cruz es un lugar histórico. Tiene mucho que ver con la guerra del Pacífico. Teníamos contacto directo con la historia, a partir de cosas que encontrábamos. Botones del 4º de Línea, cosas alucinantes que nos comunicaban con otros mundos. Unos compañeros encontraron un cementerio indígena en los faldeos del Morro de Arica. Rescato a mi madre, una persona muy importante en la formación de mi cultura artística. Ella es chillaneja, estudió en el Liceo de Niñas de Chillán. Aunque éramos pobres, siempre fue muy fina, buena lectora, ingeniosa dibujante, con quien podíamos compartir y hacer las tareas. También rescato la guitarra de mi papá, la típica guitarra chilena del mundo de la parranda, pero que igual se va enriqueciendo con lo popular. El ritual de cantar es la oportunidad que uno tiene de escuchar desde niño versos populares, canciones de amor, pensar el mundo, entenderlo a partir de una canción. Eso eran los momentos en que se iluminaban los paisajes de la pobreza. También la voz de los profesores que hacían su apostolado haciendo clases en un colegio del cerro".
CULTURA NORTINA
En Chile hay diferentes identidades territoriales, como la chilota, la patagónica, la de La Araucanía...¿Hay identidad de los pueblos del norte?
"Hay una relación identitaria súper potente con los países vecinos. El norte está atravesado por una cultura andina que se relaciona directamente con Perú y Bolivia. Ahora que he viajado a México, he conectado ese mundo indígena tan poderosos con raíces que llegan hasta el norte chileno. Desde la comida hasta los rituales, los colores, las fiestas, hay una relación súper potente entre el norte y las antiguas culturas de América. Esto genera una identidad. Por otro lado, están las ciudades desérticas muy vinculadas al mar. Generan otros espacios: el mundo de los pesacdores, el mundo marino, que es muy potente. En el mundo de lo desértico está el hecho natural de la alucinación garcíamarquiana a la hora de enfrentar los días, atravesados casi todos por la siesta. A partir de esa ensoñación, donde cada uno después del trabajo puede volver a su casa a dormir, a soñar, hay un ambiente onírico en las tardes, cuando hace calor. Es lo que pasa también en países tropicales, porque el norte tiene algo de trópico en su cultura".
¿Le recomiendas a los jóvenes venir a la metrópolis? ¿A los que vendrán, qué les sugerirías?
"Siento que cada vez hay que reforzar más el sentido de la provincia, darle valor a los proyectos que tienen que ver con los lugares territoriales. Hay algunos sueños y proyecciones que están vinculados directamente a esta gra capital, como estudiar cine, danza, música docta o clásica o hacer algún trabajo para difundir la música a nivel propfesional, como es mi caso. Todo el mundo a la larga tiene que relacionarse o terminar vinculado a la gran capital, porque lamentablemente somos un país centralizado, de manera un tanto injusta. No hemos logrado darle el valor que cotrresponde a las instituciones culturales de la provincia. Hay artistas ingeniosos, escritores interesantes, que han hecho su obra desde la provincia, empezando por Hernán Rivera Letelier que nunca se ha relacionado al mundillo -como dice él- de la guerrilla literaria santiaguina y desde su lugar no sólo hace patria, sino también una literatura universal. Hay estrategias, y los jóvenes seguramente podrán crear las suyas para hacer productos de calidad artística o concretar sus sueños en la medida que también puedan expresarse desde la provincia. Viene a cuento el adagio 'cuenta tu aldea y contarás el mundo'".
LA MÚSICA Y SU INSPIRACIÓN
¿Cuáles son tus fuentes y temas de inspiración?
"Me he dado cuenta, a través de la creación, que hay algunas cosas que son como los mundos en los que uno se mueve. Uno es el mundo naturalmente existencial, donde juega un papel importante el amor, las dudas naturales del ser humano, la muerte, la vida, las cosas que a uno le dan vuelta y le inquietan en el corazón, los recuerdos, y la proyección imaginaria hacia el futuro. Otra inspiración profunda es la otredad, el otro, el relato, la conversación, lo que se va enriqueciendo día a día, quienes te influyen con su magia, con su forma de contar un sueño, una anécdota, una historia. Además, todas aquellas cosas que son parte del relato del mundo, donde podemos incluir los libros, poemas, pinturas, las expresiones artísticas, una película. Otra fuente importante es la simple observación de la naturaleza, muy profunda; el hecho que la naturaleza pareciera estar contando algo, un relato silencioso, pero que a la larga uno tiende a traducirlo en palabras. Los seres de la naturaleza, los fenómenos, los sucesos, la aparición y desaparición de la tarde y la noche., los ciclos naturales de las estaciones, el comportamiento de los árboles, los movimientos de la Tierra, de alguna manera van escribiendo en uno una historia cósmica".
¿Y lo social?
"El relato que impone lo social ocurre de una manera espontánea. Eso forma parte de preocupaciones que son existenciales. En el caso de la canción 'El viejo comunista' quería escribir la historia de dos amigos que se encontraban y que han vivido vidas distintas. Al principio se iba a llamar 'Extrañas coincidencias'. Lo mismo con el tema 'Piedra negra', recogiendo la experiencia de los muchachos que tienen una visión crítica de la política y la sociedad.
En el tema 'Alfil', escribí un paisaje de amor, que tiene que ver con la vida cotidiana y aparece como parte del paisaje natural la idea de jóvenes estudiantes marchando por las calles. Esto surge dentro de la contingencia de las grandes marchas. También puede surgir de otra contingencia una crónica o una canción directamente política. Tiene que ver más con el ejercicio natural de escribir, en el aspecto estético, y donde mi propia preocupación aparece puesta ahí como parte de ese paisaje".
Cuando murió Nelson Schwenke, Mauricio Jurgensen, crítico de música de La Tercera, dijo que el Canto Nuevo no tuvo trascendencia. Y tu inicias tus últimos recitales con una canción del dúo valdiviano. ¿Rebates a Jurgensen?
"Creo que hay una música que tiene su propia forma de ser y su propia manera de existir dentro de un contexto social. En el caso del Canto Nuevo no todos los artistas fueron parte de las luces, cámaras, televisión y radio. No nos imaginamos a Nelson Schwenke tocando en cualquier programa de televisión, invitado una tarde a Sábados Gigantes. No lo queríamos ver ahí.
Pero el tiempo va cambiando y las estrategias también y la música alcanza nuevas formas de lectura. La figura de Schwenke y Nilo como dúo estaba en alza. Seguramente hubiesen llegado a realizar recitales más grandes. Si yo hago un concierto en un teatro grande es porque también hay una voluntad ciudadana de que eso ocurra. La ausencia de Nelson Schwenke es un llamado de atención. Uno está muy tranquilo cuando está el capitán haciendo goles, y uno puede jugar de medio campo. Pero cuando ese personaje falta y tienes que tomar la pelota, la responsabilidad se viene encima, como una adultez. A mí me pasó eso con la muerte de Nelson".
Estudiaste pedagogía en historia y geografía en la Universidad de Tarapacá. ¿Cómo vinculas la historia y la música?
"Tengo un mundo vinculado a la historia súper potente. Con mis compañeros de la universidad nos vemos, siempre. Estoy releyendo mis libros, me gusta mucho la historia. Cuando empecé a componer una de las temáticas que me interesaba era el mundo enriquecido por la historia, que también son paisajes nuevos, épocas y temporalidades diferentes. El que lo ha hecho con bastante acuciosidad es Patricio Manns, cuando escribe canciones como 'La preguntona', donde nombra a Higinio Muna, la Rosa Huecho. Busca en los anales de la historia, a los personajes en cierta penumbra, y los pone en relevancia y les da como el aire de la época".
¿Cómo calificarías a la nueva camda de cantautores chilenos -como Chinoy, Evelyn Cornejo-, de la que formas parte?
"Tengo admiración por los muchachos. Chinoy es un genio, recogió toda la canción popular, el lenguaje callejero, y lo levantó al más alto estatus de la poesía chilena. Es impresionantemente magnético, carismático, amoroso en su forma de ser, humilde y sencillo al compartir un espacio. Yo lo sigo. Me gusta mucho también el trabajo de Evelyn Cornejo, es súper honesta y genuina, talentosísima. Me encanta que ande cantando por ahí sin pretensiones. Lo que pasa con ese movimiento, que incluye muchos otros artistas, es que hay una inquietud súper amorosa del pueblo chileno por escucharlos, algo que va más allá de sus propios talentos, de sus capacidades, tiene que ver con algo que los artistas debemos cuidar mucho, que es esa confianza que el público te entrega".
EL ARMA DE LA POESÍA
¿Y la política, qué espacio tiene en tu creación?
"Me surge natural la preocupación moral y ética que tiene que ver con el esquema de la política. Siempre me he relacionado directamente con la política, a pesar que como artista veo el mundo desde un punto de vista muy estético. Pero mi raíz, mi sentimiento, mi sensación de mundo, está vinculada a gente que le cuesta el día a día, al que va en la micro, al pobre. Esa fue la historia de mi vida y todavía, en algunos sentidos. Tengo familiares que son parte de eso, y muchas costumbres y traumas que uno tiene vienen de allá, de una cosa que es directamente el abuso de una casta social sobre otra: la lucha de clase. En el sentido más concreto: el pez más grande se come al más chico. El ahber vivido en carne propia el falgelo de esa injusticia no se me puede olvidar, no se me puede salir de la piel. Históricamente somos países que nacimos en la injusticia social, a la expoliación de unos por otros. Eso se mantiene en el tiempo".
En Temuco dijiste unas palabras sobre los derechos humanos del pueblo mapuche. ¿Cuál es tu diagnóstico de los derechos humanos en Chile?
"Hay voluntades, conversaciones, inquietud, pero estamos lejos de entender el concepto de derechos humanos. Como país tenemos una cultura que sigue siendo xenofóbica. La población chilena no se da cuenta que nos discriminamos unos a otros. No hay conciencia tampoco de los derechos de uno mismo.
No solo un gobierno que reprime de manera brutal en La Araucanía es responsable; también es quel ciudadano que cree que no tiene nada que ver con el asunto, que no tiene vinculación histórica o natural con esas situaciones. Las personas piensan que los detenidos desaparecidos son historias del pasado. Que se realice un homenaje en el Caupolicán a Pinochet es algo que pone en riesgo a toda la población".
¿Cómo ves la protesta social en Chile?
"Me gusta el movimiento social más allá que si en la coyuntura ha logrado o no los objetivos, como la gran demanda que es educación sin lucro. Encuentro hermoso el sentido ciudadano y amoroso con que la gente se ha volcado a las calles. Se ha tomado conciencia que existimos como realidad social. En las marchas hay actos poéticos que tienen que ver con expresarse socialmente. Como cuando las madres se ponen las cmisas de los muchachos con la corbata para atrás, cuando salen con sus banderas, con carros alegóricos, cuando los estudiantes generan nuevas maneras de decir las cosas y de hacer unas performance para reclamar y exigir derechos. El brazo armado de la protesta social es la poesía. En ese sentido, Neruda, De Rokha, Parra, Teillier, nuestros poetas más queridos, de alguna manera se ven representados en un gesto colectivo, en un acto, en una forma de ser. Tengo la sensación que en todo el país la gente se está organizando en torno a temas no sólo políticos, sino también culturales. Ahí hay una gran fuerza".
En la carta que leíste en Viña del Mar anunciaste que querías reunirte con el presidente Sebastián Piñera para contarle diversas situaciones de injusticia que ocurren en el país. ¿Has podido reunirte con él?
"Tuve unos llamados de parte de La Moneda que al final desestimé que fueran ciertos. No los noté formalmente correctos. Pero veo que cada vez se acerca más esa reunión. Creer que voy a lograr algún cambio, es un acto poético y ciudadano de ejercer mis derechos".
¿Qué le dirías al presidente Piñera ahora que estás llenando estadios?
"Le diría lo mismo que hubiese dicho a un presidente hace diez años, o hace un mes o el próximo mes. Mi preocupación por los temas que tienen que ver con los derechos humanos, con los niños mapuches. Le diría lo que sé de las organizaciones y familias que conozco, que no están utilizando a los niños como escudos. Eso es mentira. De las situaciones de pobreza que uno ve en la población. Soy de Peñalolén y veo en la feria cómo la gente está vendiendo sus cosas en la calle para comer y sobrevivir. La gente está vendiendo por una miseria su equipo de música, sus discos. También lo que percibo de los estudiantes y la información que manejo, que es bastante, porque he viajado de unn lado a otro viendo las realidades del país. La gente tiene más fe de la que debería en un artista músico. Entonces, le pasan a uno los proyectos de las organizaciones sociales, las quejas, las preocupaciones, las cartas que tienen que ver con su realidad".
Fuente: Punto Final
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