Amy Winehouse: Dejar la vida en la canción
por Mauricio Jürgensen
Quizás no tuvo el temperamento ni la calma. Pero nadie, ni siquiera los más morbosos con su derrumbe físico y emocional, podrían discutir algo que, de seguro, será una verdad absoluta de aquí en adelante: que Amy Winehouse fue lejos la más talentosa de su generación.
La trágica heroína del soul inglés debutó a los 19 años de edad con Frank (2003), un disco del que pocos se enteraron en su época, pero que ya alertaba sobre la aparición de un talento inusual para la historia reciente del pop británico. Por su estilo sofisticado y negroide, y esa mezcla de soul de la Motown y jazz de salón, se ganó comparaciones con Nina Simone y Erykah Badu y bastaba un breve repaso por canciones como In my bed o Help yourself para aquilatar la distancia que tempranamente tomaba de nombres como Joss Stone o Corine Bailey Rae, hasta entonces, las dos niñas mimadas del "neo soul" inglés.
Pero aunque impecable de factura y de buen rendimiento comercial, a Frank le faltaba voz propia y un par de canciones memorables. Y fue precisamente eso lo que abundaba en Back to black (2006), un disco que, situado en los días en que estaba de moda el revisionismo musical, supo encontrar identidad y no ser sólo una bien manufacturada réplica de época.
Habían corrido sólo tres años, pero esta era otra mujer. Y no sólo por el moño exagerado, el exceso de maquillaje y una delgadez que ya a esa altura resultaba inquietante: Amy Winehouse ya había entendido que el soul se canta, precisamente, con alma y que las cuitas personales deben ser parte del repertorio cuando lo que se busca es la posteridad. En Back to black apareció la Winehouse que será difícil de olvidar: una cantante más preocupada del fondo que de la forma (incluso, tomando en cuenta que este disco era una joya quirúrgica del sonido clásico del soul, gracias al productor Mark Ronson) y más interesada de las sutilezas que del género que la amparaba. En breve, más madura.
Rehab fue el primer sencillo y resumía la cruel ironía personal que terminaría quitándole la vida, pero allí también aparecían joyas como Love is a losing game y Tears dry on their own. Fue aquí que Winehouse entendió que la gracia no era cantar como vieja ni sonar como negra: sino más bien dejar la vida en cada canción. Un lema que ayer se escribió de manera literal.
Fuente: La Tercera
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