Profeta en su mar
por Fernanda García
Resulta refrescante escucharlo, en medio de tanta opinión uniformada, defender la salida al mar de Bolivia con soberanía. "Sería el primer país que regala algo en mucho tiempo; dime si no sería maravilloso que Chile hiciera eso", reflexiona Francisco Sazo, Pancho, el músico de Congreso que también defiende a ultranza el matrimonio homosexual.
Inconfundible siempre, es personaje obligado en las marchas estudiantiles porque es un convencido que la educación tiene que ser gratuita. Como profesor, filósofo, artista, ciudadano, papá, chileno, no concibe que sea de otra manera. Más aún cuando recuerda la educación privilegiada que tuvo cuando chico. "No importa que haya universidades pagadas, pero no puede ser la única alternativa, eso es injusto, antidemocrático", dice.
No necesita levantar la voz, ni golpear la mesa para imprimir convicción a lo que defiende detrás de sus lentes redondos que evocan a otro músico -ya difunto- que le cantaba a la paz, también una de las consignas de Sazo, pero él más parece profeta con su barba canosa, abundante y bigote teñido de ciertas evidencias que dan cuenta de su debilidad por el tabaco, -20 cigarros al día-. Infaltable su boina, accesorios todos con los que se disfraza de sí mismo.
Primogénito de una familia de siete hijos, su mamá es de ascendientes italianos y su papá chileno puro, tanto así que por sus genes heredó el apodo "el negro" por el que todavía algunos lo individualizan. Nació en Quilpué hace 59 años y fue el único del clan que nunca se acogió a la fe católica, ni a ninguna; ateo, mejor pagano, no desconoce su gusto por la lectura de la Biblia así como a literatura varia referida a distintas religiones.
Orgulloso nieto de Arnaldo Barison, arquitecto que construyó el Palacio Baburizza y la Biblioteca Severín, Pancho sigue siendo el mismo "hippie" que hace 42 años, en 1969, participó en la formación de uno de los grupos musicales más importantes de la escena nacional, en el que se siente privilegiado de pertenecer y del que se considera el menos desprovisto de música. "Los otros son unos genios", dice el vocalista de "Congreso", artífice de buena parte de sus letras, inspiradas muchas en su capacidad de observar el mundo que lo rodea, es esa tendencia suya a dejarse capturar por los personajes que pululan ajenos a él. No obstante, siempre encuentra la grandeza, alentado por la creencia (todavía) profunda en un mundo más bondadoso.
-¿Cómo alimentas esa creencia si el ser humano está cada vez menos bondadoso?
-Por el grupo (Congreso) y por la edad que tengo, me gusta leer a las personas, inventarle historias; soy un tipo que anda en micro o a pie. Siempre que voy viajando veo en cada uno de nosotros una historia particular, individual, secreta.
-¿No te gusta mirar a la gente en masa?
-Es más entretenido detenerse en las personas. Las masas están hechas de individuos y uno busca generalmente esa parte misteriosa, escondida que a lo mejor en un momento podría abrirse a los otros. En Valparaíso me encanta pararame en el muelle viendo las lanchas. Hay un caballero que lleva el bote a remo, hace cabotaje, es un personaje tremendo. Me transformo en ellos, me gusta impregnarme de la gente; cuando uno habla con los ojos y mira de frente hay una cosa que se transmite, eso no me gustaría perderlo.
-¿Y qué ves cuando te observas 40 años atrás y Congreso tomaba fuerza?
-Para mí ha sido un privilegio estar ahí, pero la verdad es que uno no se da cuenta de eso hasta que viene alguien y te hace la pregunta. Uno se siente como en un presente eterno y realmente ha pasado harta agua debajo del puente. Me veo como un tipo que conserva el humor todavía, pero ya con una especie de pudor de irse retirando poco a poco.
-De retirarse nada porque te vemos en las movilizaciones estudiantiles con el mismo entusiasmo de tus alumnos, como si fueras uno de ellos.
-es que yo creo que los jóvenes en Chile nos están dando varias lecciones, están pidiendo una cosa absolutamente seria: educación gratuita. Todavía estamos en una sociedad que tiene profundas diferencias y todos los grandes países y los chiquititos también, tienen educación estatal y eso aquí no se ve con la claridad que debiera. Nosotros estudiamos en la universidad en que sólo se pagaba el derecho de admisión y después era gratis.
-¿Qué te han enseñado tus alumnos a ti?
-A pedir más espacios de libertad, eso es lo que están pidiendo. La educación no es sólo un derecho; es un un deber del Estado, de la sociedad completa. Los jóvenes están pidiendo no lo imposible, si no lo absolutamente posible; significaría que todos nosotros los trabajadores, los más viejos, tendríamos que financiar eso y yo lo haría con gusto pagando más impuestos para que haya una educación que incluya a la gente, no que excluya. Si no, vamos a seguir por dos carriles, uno pujante y el otro en el que están los demás para servir a la elite, eso no es democrático. Yo no digo que desaparezca la educación privada, pero sí que el Estado asegure a todos los chilenos una educación de calidad.
Fuente: Emol
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