sábado, noviembre 27, 2010



"Es posible combinar el arte de alto vuelo y la política"



“Porque esta vez no se trata de cambiar a un presidente,
será el pueblo quien construya un Chile bien diferente”

Estribillo de ‘Canción del Poder Popular” de Inti Illimani para la campaña de Salvador Allende en 1970.

por Andrés Figueroa Cornejo


Tras la historia vibrante y dramática de los cantautores y las agrupaciones más relevantes de la música popular chilena, Inti Illimani (Sol de la montaña ubicada en La Paz, Bolivia) es el conjunto cuyas producciones han dejado huellas indelebles en la memoria popular no sólo de Chile, sino del mundo. Desde su disco iniciático ‘Si Somos Americanos’ (1969), hasta su última placa, ‘Travesura’ (2010), la presencia de Horacio Salinas como director artístico de Inti Illimani y autor y co-autor de sus más conocidos temas marca a fuego el tono, pulso y madera profunda de sus creaciones. No sólo ha participado en las principales obras del conjunto, sino que tiene a su haber discos como solista y música para películas. Horacio Salinas no detiene jamás su caminata perfeccionista, como nunca abandona la experimentación, el trabajo propio y colectivo; los materiales combinados que han ofrecido frutos culturales de aliento imperecedero.

-¿En qué empeños artísticos se encuentra Horacio Salinas en la actualidad?

“En primer lugar, inmerso en el intenso trabajo del Inti-illimani histórico que se ha ido acrecentando el último tiempo. Acabamos de publicar nuestro disco ‘Travesura’, dedicado al mundo de la infancia y se ha intensificado la labor con Orquestas en Chile y en el exterior. Luego las giras por nuestro país y recientemente por Canadá y México, donde visitamos cuatro ciudades en el marco del importante y magnífico Festival Cervantino. Otra parte de los empeños artísticos son la creación musical que, de forma intensa y a veces pausada, es siempre el eje y el nervio de mi vida artística.”

-¿Cuáles han sido sus principales influencias musicales?

“Variadas. Mi interés primero tiene que ver con la música popular de raíz folclórica. Su comprensión, su pasión. Soy de la idea que cuando le hacemos el quite a este patrimonio, en tanto creadores, la música se aleja del alma humana y entra muchas veces en un espacio de especulación técnica. A los 13 años escuché en la casa de mi familia un disco de Violeta llamado ‘Toda Violeta Parra’. Esa manera de componer me atrajo, por su originalidad, al punto de entender el país en que vivía de otra forma y creo que fue el primer impulso que tuve hacia la contemplación de la música como un potente oficio para toda la vida. Luego conocí guitarristas argentinos, después la música latinoamericana. Paralelamente fui compenetrándome en las escuelas nacionales de los países del este, norte y centro europeo, donde precisamente gravitan en forma muy bella las tradiciones folclóricas, Borodin, Stravinski, Edward Grieg, Brahms, etc. y quienes en Chile y en Latinoamérica han realizado trabajos de inspiración parecida como Celso Garrido Lecca, Luis Advis, Ponce, Revueltas, Leo Brower, Ginastera, Guastavino, Márquez, el mexicano Barrios Mangoré, etc. Pero también soy un curioso auditor del rock, menos del pop y más del jazz, sobre todo de grandes intérpretes instrumentistas. No sé si hay algo de ellos en la música que compongo, pero me deleito escuchando Ray Charles, Stevie Wonder, Winton Marsalis, Chet Baker y también Bola de Nieve, Toto la momposina, y a Leo Masliah, para aplastar con una risotada la mediocridad reinante que a veces nos malhumora.”

-¿Por qué escogió la música popular y no la docta (propiamente tal)?

“Mi profesora de guitarra de entonces (1966), Liliana Pérez Corey, deseaba que fuera concertista y abandonara eso de "rasguear" la guitarra. Más tarde aprendí que para tocar bien esa música que se "rasguea" hay que ser bien "docto", como dices en la pregunta. Mi profesor tutor en el Coservatorio cuando estudiaba composición, Celso Garrido, decía que la música no era culta, que esa era "oculta". En fin, apellidos más o menos, prefiero aquella donde palpita la historia de la gente, emotiva y fresca. Porque existe también mala música "académica o culta", y no es poca, sobre todo cuando se hace con sentimientos de inferioridad respecto de la tradición europea y lejos de la rica cultura de nuestros pueblos.”

-¿Por qué los primeros trabajos están tan ligados a la música andina?

“Precisamente, el del altiplano era un mundo lleno de una poesía misteriosa y lejana y que debíamos acercar y aprender a querer. Instrumentos nuevos y raros y cierta melancolía y ritmos cadenciosos y contagiosos. En fin, un mundo por descubrir entonces lleno de magia.”

Arte y política

-¿Cuál fue la relación de Inti Illimani con el gobierno de la Unidad Popular?

“Cantamos para que Allende ganara, como lo mejor de los artistas chilenos de entonces. Luego cantamos a las 40 medidas del gobierno y sostuvimos ese gobierno hasta el fin. Fue una relación intensa, desprendida y de grandes momentos muy emotivos y masivos.”

-¿Qué vínculos existen entre política y arte?

“Son vínculos antiguos, pues siempre el arte se ha hecho cargo también de la realidad social, de la política, sobre todo la mala. Violeta es el ejemplo de cómo es posible el arte de alto vuelo que ocupa espacios de la política.”

-¿Cómo impactó el exilio político en su vida y creación?

“El exilio ha dejado una huella para siempre en mi vida. De naturaleza a ratos ambigua. Fue el dolor, de una parte, y de otra el deslumbramiento. Pero por sobre todo el exilio me puso en un territorio sin fronteras desde donde es posible imaginar música también para un país imaginario.”

-¿Cuál ha sido la relación entre usted y Patricio Manns artísticamente?

“Una especie de sastrería, espero de gran estilo. Hemos creado canciones, muchas, más de 30, pienso. En total sintonía y con recíproca estima. Por lo demás somos dos sureños hijos de madres profesoras, que se conocieron en tiempos de la Escuela Normal de Angol y cuyas historias (y la de nuestros padres) hacen pensar a Manns que somos hermanos. Cuando en verdad lo somos, independientemente de esas historias nunca bien precisadas y, a lo mejor ciertas...”

Obra y futuro

-¿Cuál es el trabajo o disco de Inti Illimani que considera mejor logrado y por qué?

“Todos los discos son bastante redondos, felizmente. Y son como 40 y tantos. Creo que ‘Palimpsesto’ (1980) es aquel que hicimos en medio de muchos temores existenciales y que finalmente nos impulsó fuertemente hacia el futuro. La utilización de pequeños arreglos orquestales, canción ‘Palimpsesto’, y de banda ‘El Mercado Testaccio’. De hallazgos de nuevos caminos para la creación en momentos de perplejidad, temas instrumentales de formas más holgadas como ‘Danza’, junto a un punto de vista en relación a la música del Caribe, ‘Un hombre en general’ (dedicado al nicaragüense Augusto César Sandino). Creo que ‘Palimpsesto’ es sólo comparable al disco ‘Esencial’ que hicimos hace 3 años y que fue filmado magníficamente por Ricardo Larraín, estampando el modo actual de hacer música del Inti-Illimani.”

-¿Cuál es la recepción de Inti Illimani en el extranjero?

“La de un grupo que ya está en la memoria musical al cabo de un trabajo de 43 años. Precisamente, venimos llegando de una muy bonita gira por Canadá y México donde hemos sentido una muy numerosa y cariñosa recepción en nuestros conciertos. Cada vez más nos piden visitar países. Sin duda, nuestro grupo es parte de lo que se conoce cómo ‘la música chilena de los últimos tiempos’.”

-¿Qué recital recuerda con más emoción?

“El concierto de La Bandera, a los pocos días de nuestro regreso del exilio. 150 mil personas, dicen que asistieron. La emoción nos jugó un poco en contra pues estábamos resfriados, sobre excitados, en fin, la emoción arrasó con nosotros y no era para menos. ”

-¿Cuáles son las claves musicales de su trabajo como solista y en la producción de música para películas?

“Creo entender mi trabajo muy cercano a la emotividad. Me interesa transmitir emoción y ojalá acompañada de belleza, dos cosas que espero me unan a los auditores, aunque me doy cuenta que es un asunto del mundo muy privado de cada cual y que otras, o muchas veces, es un deseo alucinante del artista. En todo lo que hago pretendo lo mismo, como insistiendo en decir algo que es una variación de lo primero que quise expresar con esa primera composición....”

-¿Cómo le gustaría que fuera recordado su trabajo y el de Inti Illimani en 50 años más?

“Como aquel de un músico y un grupo que amó las tradiciones populares de su continente, inventó bonitas melodías y canciones y recorrió el mundo defendiendo a su pueblo y no sólo al suyo.”

Fuente: Rebelión

sábado, noviembre 20, 2010

Resurrección de Zapata


por
Eduardo Galeano


Nació, dicen, con una manito tatuada en el pecho.

Murió acribillado por siete balazos.

El asesino recibió cincuenta mil pesos y el grado de general de brigada.

El asesinado recibió a una multitud de campesinos, que sombrero en mano visitaron su muerte.

De sus abuelos indios habían heredado el silencio.

No decían nada, o decían:

- Pobrecito.

Nada más decían.

Pero después, poco a poco, en las plazas de los pueblos se fueron soltando las lenguas:

- No era él.

- Otro era.

- Muy gordo lo vi.

- Le faltaba el lunar de arriba del ojo.

- Se fue en un barco, salió de Acapulco.

- En la noche se voló, en un caballo blanco.


- Se fue para Arabia.

- Por allá, por Arabia, está.


- Arabia queda muy lejos, más lejos que Oaxaca.


- Ahorita vuelve.



Fuente: ESPEJOS, Una historia casi universal, Eduardo Galeano, Siglo Veintiuno, 2008.

jueves, noviembre 18, 2010




Acción y Reflexión: praxis de la pedagogía liberadora



Para Paulo Freire, la palabra tiene dos fases constitutivas indisolubles: acción y reflexión. Ambas en relación dialéctica establecen la praxis del proceso transformador. La reflexión sin acción, se reduce al verbalismo estéril y la acción si reflexión es activismo. La palabra verdadera es la praxis, porque los hombres deben actuar en el mundo para humanizarlo, transformarlo y liberarlo.

"Al iniciar este capítulo sobre la dialogicidad de la educación, con el cual estaremos continuando el análisis hecho en el anterior, a propósito de la educación problematizadora, nos parece indispensable intentar algunas consideraciones en torno de la esencia del diálogo. Profundizaremos las afirmaciones que hicimos con respecto al mismo tema en "La educación como práctica de la libertad"

Al intentar un adentramiento en el diálogo, como fenómeno humano, se nos revela la palabra: de la cual podemos decir que es el diálogo mismo. Y, al encontrar en el análisis del diálogo la palabra como algo más que un medio para que éste se produzca, se nos impone buscar, también, sus elementos constitutivos.

Esta búsqueda nos lleva a sorprender en ella dos dimensiones "acción y reflexión" en tal forma solidarias, y en una interacción tan radical que, sacrificada, aunque en parte, una de ellas, se resiente inmediatamente la otra. No hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis. De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo.

La palabra inauténtica, por otro lado, con la que no se puede transformar la realidad, resulta de la dicotomía que se establece entre sus elementos constitutivos. En tal forma que, privada la palabra de su dimensión activa, se sacrifica también, automáticamente, la reflexión, transformándose en palabrería, en mero verbalismo. Por ello alienada y alienante. Es una palabra hueca de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no hay denuncia verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción.

Si, por lo contrario, se subraya o hace exclusiva la acción con el sacrificio de la reflexión, la palabra se convierte en activismo. Éste, que es acción por la acción, al minimizar la reflexión, niega también la praxis verdadera e imposibilita el diálogo.

Cualquiera de estas dicotomías, al generarse en formas inauténticas de existir, genera formas inauténticas de pensar que refuerzan la matriz en que se constituyen.

La existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir, humanamente, es "pronunciar" el mundo, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento.

Los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión.

Mas si decir la palabra verdadera, que es trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres. Precisamente por esto, nadie puede decir la palabra verdadera solo, o decirla para los otros, en un acto de prescripción con el cual quita a los demás el derecho de decirla. Decir la palabra, referida al mundo que se ha de transformar, implica un encuentro de los hombres para esta transformación.

El diálogo es este encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no agotándose, por lo tanto, en la mera relación yo-tú.

Ésta es la razón que hace imposible el diálogo entre aquellos que quieren pronunciar el mundo y los que no quieren hacerlo, entre los que niegan a los demás la pronunciación del mundo, y los que no la quieren, entre los que niegan a los demás el derecho de decir la palabra y aquellos a quienes se ha negado este derecho. Primero, es necesario que los que así se encuentran, negados del derecho primordial de decir la palabra, reconquisten ese derecho prohibiendo que continúe este asalto deshumanizante.

Si diciendo la palabra con que al pronunciar el mundo los hombres lo transforman, el diálogo se impone como el camino mediante el cual los hombres ganan significación en cuanto tales.

Por esto, el diálogo es una exigencia existencial. Y siendo el encuentro que solidariza la reflexión y la acción de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro, ni convertirse tampoco en un simple cambio de ideas consumadas por sus permutantes.

Tampoco es discusión guerrera, polémica, entre dos sujetos que no aspiran a comprometerse con la pronunciación del mundo ni con la búsqueda de la verdad, sino que están interesados solamente en la imposición de su verdad".


Fuente: Pedagogía del oprimido, Paulo Freire, Editorial Siglo Veintiuno, México 1999.

Viñeta: Emmanuel Chaunu

jueves, noviembre 11, 2010



Cómo te explico a Serrat

por Fernando Paulsen

Un tuitero, sabiendo que iba ayer al recital de Joan Manuel Serrat en conmemoración de los 50 años de Chilevision, escribió: "UUFF, ¿con Serrat? Chuta, sigo sin entender a Paulsen".

Entenderme a mí no vale la pena. Pero, permíteme intentar explicarte a Serrat y el influjo de sus canciones en dos generaciones. Hubo una época en que la televisión no tenía la importancia de hoy. Cuando no existían internet ni celulares. Era la época de jugar fútbol en la calle, con dos poleras formando un arco y la tranquilidad de que el grito de ¡auto! sería lo suficientemente infrecuente como para no detener la pichanga a cada rato. Sin embargo, algunas cosas de hoy también existían y eran quizás más influyentes: la vida cotidiana, los poetas, la pobreza y los tiranos. Serrat supo hilvanar esos cuatro elementos, combatiendo férreamente a los dos últimos a punta de canciones fundadas en los dos primeros.

Cuando la brutalidad se apodera de todo lo que tienes y de todo lo que quieres, no son pocos los que se suman al coro dominante y, rápidamente, aumenta la proporción de brutos con poder. Joan Manuel Serrat fue una voz de sensatez y valentía cuando el mundo se volvió loco y pusilánime. Su mundo español y franquista. Y el nuestro, de intolerancias y dictaduras. Serrat rescató los poemas sencillos de los poetas sepultados en las mazmorras, añadió sus propios poemas y musicalizó todo, para cantarle a los que seguían vivos que lo propio era un tesoro, para denunciarlo y festejarlo.

En Fiesta, Serrat sintetiza la amalgama vital de nuestra pequeña humanidad. Cuando "el pobre y el villano/el prohombre y el gusano/cantan y se dan la mano/sin importarles la facha", por un ratito nadie parece ser quien es y todos se sienten iguales a todos los demás. Hay fiesta en el pueblo, pequeñas alegrías que hacen desaparecer por instantes el peso de la realidad. En el golazo de victoria de nuestro equipo. En esa primera cerveza en el sofá después de volver del trabajo, cansado como perro. En la niña que mirabas en el bus durante días y que te miró hoy. En el libro que terminaste y te llenó el gusto. En el último chiste que te contaron y que te sigue haciendo reír cuando lo recuerdas. En tu mamá que volvió a hablar con tu papá después de la pelea. En la Navidad en familia que llena la casa de regalos. Esa es la Fiesta y es efímera, pero carga los espíritus, renueva las ganas y lubrica el engranaje que mantiene vivas las utopías.

Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Salvat Papasseit, poetas olvidados y castigados, revivieron en las canciones de Serrat y permitieron que muchos que no leyeron sus poemas los escucharan como canciones. "Caminante no hay camino/se hace camino al andar/ Golpe a golpe/verso a verso", decía Machado por boca de Serrat. Nosotros, jóvenes como tú, en otra época, sentíamos la fuerza para intentarlo, para equivocarse en el proceso, pero intentarlo, golpe a golpe/verso a verso.

No estás en el momento de pensarlo aún, pero a mí me encantaría que algún amigo me echara de menos después de mi muerte como Miguel Hernández echa de menos a su coterráneo Ramón Sijé en Elegía, magistralmente cantada, sin apurar para nada el ritmo del dolor, por Joan Manuel Serrat. Escúchala con tranquilidad, siente el valor de una amistad con historia, que se trunca porque la vida andaba desatenta y la muerte estaba enamorada. Se me fueron muchos amigos y amigos de mis amigos en estos últimos 40 años. A todos les canté Elegía en silencio y agradecí a Hernández y Serrat por regalarme las palabras.

¿Cómo no emocionarse con esa Penélope, loca de amor, buscando que el tiempo vuelva y que no avance? ¿Con esa Paloma que se equivoca siempre, en una metáfora brutal de un símbolo que no puede realizar su significado? Tendrás hijos, amigo tuitero, y Serrat estará al acecho para acompañarte de una manera feroz, como nadie lo ha hecho, con sus provocaciones sobre lo que más queremos. "Esos locos bajitos" te desgarrarán el alma por la imposibilidad de contener su libertad. "Señora" te recordará al que fuiste, desafiante y altivo, pero lo verás retratado ahora en el pololo de tu hija, que le dice a tu mujer "ya la educó/yo me hago cargo". Y sabrás que tiene razón, aunque te duela y lo niegues. Escucharás "Poco antes de que den las 10" y quizás aprenderás de Serrat, como yo lo hice, que más que reglas y normas duras, con los niños se invierte en apoyo y en toneladas de confianza.

Serrat es catalán, pero muchas de sus canciones son en castellano. Eso significa que se pueden oír y entender. Lo que no es menor en un mundo dónde, según The Economist, más del 70% de los fanáticos del rock no entiende las letras ni los mensajes de las canciones que le gustan. Los poemas cantados de Serrat no requieren intérpretes y siempre hay uno que calza con lo que te está pasando.

Sé que la música y la poesía no son traspasables racionalmente. Se sienten, te gustan y pasan a ser tuyas. Serrat puede que no te guste. Tiene una voz muy nasal, que ya no es tan potente como antes, pero sigue intacta en su energía interpretativa. Por último, ahí están los CDs, DVDs y downloads de sus mejores épocas. Puede que prefieras más guitarras eléctricas, más sintetizadores, más gritos, más ritmos robados al Caribe o más metal. Quizás es demasiado modesto, hoy por hoy, cantar sin disfrazarse. Ni tener coreografías sofisticadas. Ni montar espectáculos llenos de efectos especiales y pirotecnia tecnológica. Pero cuando te llegue el momento de escuchar y atender a las canciones -que siempre llega- dale una oportunidad a este hijo del Mediterráneo, que se te mete en tu historia sin pedirte permiso y te abre los ojos cuando más lo necesitas.

Disfruté como si hubiese sido la primera vez el recital de Joan Manuel Serrat de ayer. Me encantaría haber ido con mis hijos, pero la invitación decía "personal e intransferible". Querría que conocieran en persona a una de las fuentes esenciales que formaron a su papá. Aunque todavía no sintieran el peso de sus palabras ni la fuerza de sus razones. Solamente porque es verdad. Que, como dice Serrat, nunca es triste. Lo que no tiene es remedio.

Fuente: El Post

sábado, noviembre 06, 2010


Me voy de Chile


por Cristián Warnken


Me voy de Chile. Me amparo en el inalienable derecho que me da ese hermoso verso de nuestro Himno Nacional: "El asilo contra la opresión". Me voy del Chile donde la palabra empeñada no vale nada, a pesar de que mi viejo y muchos viejos de la ingenua y antigua república nos enseñaron a sostenerla contra viento y marea, incluso en las peores tempestades. Me voy del Chile donde la lógica de la pasión por el poder está por sobre el amor al bien común. Me voy del Chile donde la expresión "hacer las cosas bien" alguna vez significó algo, pero ahora es sólo una muletilla para sacar del camino a los que de verdad hacen las cosas bien. Me voy del Chile donde su gente, la gente anónima, los hinchas, los militantes de base, los que sostienen con su lealtad y pasión las grandes empresas y los grandes actos y épicas, son sólo un adorno, un dígito, para focus groups o encuestas o elecciones (cuando votan), pero que no valen nada cuando se toman las grandes decisiones.

Me voy del Chile que no soporta la grandeza, el talento, la genialidad, el vuelo propio, todo lo que se eleva sobre la línea media de reverberación del pantano local; el Chile del resentimiento, el que mató arteramente a Portales, el que jodió a Andrés Bello, el que se farreó a Mayne-Nicholls y a Bielsa.

Me voy del Chile de las cúpulas, las alianzas sagradas y abstractas, el lobby , las relaciones públicas, la imagen, la comunicología, las "cosas nostras", el Chile donde campea el "parecer" sobre el "ser".

¿Pero adónde y cómo me voy de este país que amo, donde nací y quiero morir?

¿Qué hacemos los chilenos, los chilenos náufragos de derecha, centro o izquierda, creyentes o agnósticos, liberales o conservadores, los trabajadores o empresarios, los estatistas o libremercadistas; los hinchas de la Católica, la Chile o el Colo Colo, el Audax o Santiago Wanderers, que, transversalmente, por encima de diferencias ideológicas o creencias o camisetas sienten que el hacer las cosas bien significa también hacer el bien y de buena manera, sacrificando los intereses individuales o corporativos por un objetivo superior y más noble que cualquier defensa de mezquinos intereses y pequeñas parcelas?

No hay adónde irse ni asilarse. Pero sí hay que irse del Chile maquiavélico y cada vez más cínico, hay que hacer que ese Chile muera adentro de cada uno de nosotros, para que así pueda nacer o renacer otro Chile mejor que éste que estamos viendo con estupor, decepción y tristeza. Un Chile noble, un Chile con modelos a seguir y no con máscaras, un Chile que sale a la cancha a ganar el único partido que no podemos darnos el lujo de perder por autogoles olímpicos: el partido en que se juegan juntos la calidad, la decencia y la nobleza.

Por eso me voy de Chile y me quedo en Chile. Me quedo donde duele. Me quedo en la galucha, en la pichanga de barrio, en los clubes chicos, en la radio a pilas en que una voz muy potente nos invita a no arriar la bandera ante el enemigo por esta infame derrota. Me autoexilio en la segunda división, en la tercera, en la cuarta, en las profundidades todavía puras de las canchas ninguneadas. Me voy con Bielsa, me voy con Mayne-Nicholls, me voy con ellos para que el Chile de verdad vuelva.


Fuente: Blogs EMOL

miércoles, noviembre 03, 2010



Balada para un Loco: confundieron "la mafia del vulgo" con "la magia del fútbol"


El Director Técnico


por Eduardo Galeano


Antes existía el entrenador, y nadie le prestaba mayor atención. El entrenador murió, calladito la boca, cuando el juego dejó de ser juego y el fútbol profesional necesitó una tecnocracia del orden. Entonces nació el director técnico, con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores, obligados a convertirse en disciplinados atletas.

El entrenador decía:

Vamos a jugar.

El técnico dice:

Vamos a trabajar.

Ahora se habla en números. El viaje desde la osadía hacia el miedo, historia del fútbol en el siglo veinte, es un tránsito desde el 2-3-5 hacia el 5-4-1. pasando por el 4-3-3 y el 4-4-2. Cualquier profano es capaz de traducir eso, con un poco de ayuda, pero después, no hay quien pueda. A partir de allí, el director técnico desarrolla fórmulas misteriosas como la sagrada concepción de Jesús, y con ellas elabora esquemas tácticos más indescifrables que la Santísima Trinidad.

Del viejo pizarrón a las pantallas electrónicas; ahora las jugadas magistrales se dibujan en una computadora y se enseñan en video. Esas perfecciones rara vez se ven, después, en los partidos que la televisión transmite. Más bien la televisión se complace exhibiendo la crispación en el rostro del técnico, y lo muestra mordiéndose los puños o gritando orientaciones que darían vuelta al partido si alguien puedira entenderlas.

Los periodistas lo acribillan en la conferencia de prensa, cuando el encuentro termina. El técnico jamás cuenta el secreto de sus victorias, aunque formula admirables explicaciones de sus derrotas:

Las instrucciones eran claras, pero no fueron escuchadas, dice, cuando el equipo pierde por goleada ante un cuadrito de morondanga. O ratifica la confianza en sí mismo, hablando en tercera persona más o menos así: «Los reveses sufridos no empañan la conquista de una claridad conceptual que el técnico ha caracterizado como una síntesis de muchos sacrificios necesarios para llegar a la eficacia».

La maquinaria del espectáculo tritura todo, todo dura poco, y el director técnico es tan desechable como cualquier otro producto de la sociedad de consumo. Hoy el público le grita:

¡No te mueras nunca!

Y el Domingo que viene lo invita a morirse.

El cree que el futbol es una ciencia y la cancha un laboratorio, pero los dirigentes y la hinchada no sólo le exigen la genialida de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrera de la Virgen de Lourdes y el aguante de Gandhi.


Imagen: Marcelo Bielsa

Fuente: El fútbol a sol y sombra, Eduardo Galeano, Siglo XXI Editores, México, 1995.