"Cuento de Navidad en Blanes"
Roberto Bolaño
En invierno algunos pueblos de la Costa Brava parecen pueblos fantasmas. Sobre todo algunos barrios, los dedicados al turismo, entran en un letargo que los asemeja a esas ciudades de los sueños o de las pesadillas: ciudades de edificios altos y apartamentos pequeños en donde suelen ocurrir equívocos de los que uno siempre se arrepiente, sin saber bien por qué, tal vez sólo la vaga idea de que aquello que hicimos lo pudimos hacer mejor o, de plano, no hacerlo, no intentarlo, como aquellas batallas que Sun-Tzu o Clausewitz recomendaban no dar nunca, de hecho S-T o C sólo recomendaban las batallas seguras de ganar. El otro día, paseando por uno de estos conglomerados de apartamentos vacíos, creí ver a un amigo. Salía de un edificio fantasma construido en los sesenta, probablemente aquejado de aluminosis, e iba vestido de Rey Mago. Pese al disfraz y a la noche que caía veloz, lo reconocí y lo saludé. Él, por el contrario, tardó en reconocerme. Hacía mucho que no nos veíamos. Lo acompañaban, como es prescriptivo, los otros dos Reyes Magos. No sin sorpresa descubrí que ambos eran negros. Mi amigo me los presentó. Eran dos gambianos que suelen trabajar en los huertos de las afueras de Blanes y que por el momento estaban desocupados. Yo sólo necesitaba un moreno, me dijo, pero no encontré a ningún blanco para hacer de Gaspar. Éramos las únicas personas en aquella calle completamente vacía. ¿Y qué hacéis aquí?, le pregunté. Vivo en uno de estos apartamentos, me dijo mi amigo. Aquí tengo la ropa de Oriente, aquí nos cambiamos. Los acompañé hasta el coche. ¿Qué pasará si un niño os hace notar que sobra un negro y falta un blanco?, le pregunté antes de que se marcharan. Mi amigo se rió y dijo que los tiempos cambian. Y los niños son los primeros en saberlo.
Roberto Bolaño, Entre paréntesis, (Anagrama 2004)
Imagen: Kiko Pino
No hay comentarios.:
Publicar un comentario