lunes, octubre 07, 2024


 Epilogo

Este libro comenzó a escribirse en diciembre de 2019, cuando recién se comenzaba a escuchar algo acerca de un virus que estaba afectando a la población, allá  en una lejana y desconocida ciudad china. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Como suele ocurrir cuando asoma el abismo, han vuelto a resurgir las grandes preguntas existenciales. La cuestión de la relación entre naturaleza y especie humana, el destino del homo sapiens, el sentido de nuestro devenir y la revisión de modelos de desarrollo depredadores, inviables a futuro, están en debate. Son temas en los que el pensamiento de moda antes de la pandemia, el posmoderno -tan individualista, relativista y poco efecto a las certezas - poco tiene que decir. La Humanidad necesita volver a ciertas certezas, requiere dar discusiones en torno a universales que le indiquen rumbos por los cuales transitar, si quiere sobrevivir.

Como Humanidad nos enfrentamos hoy a un "hecho social total". Así denominan las Ciencias Sociales los momentos o acontecimientos que afectan al conjunto de las relaciones sociales y cuyos efectos nos alcanzan a todos y todas. Nadie ni nada escapa a sus consecuencias, tampoco la dimensión comunicacional. Por el contrario, las tecnologías de la comunicación han jugado un rol crucial en este extraño tiempo de cuarentenas, confinamientos, emergencias y enclaustramiento que nos ha tocado vivir. Gracias a ellas muchas actividades se han podido seguir ejecutando a pesar de la distancia física: el teletrabajo, las clases on line, la comunicación interpersonal, el cultivo de la amistad, atenciones médicas, etc. La pandemia ha operado como un catalizador fulminante para que la Humanidad entre definitivamente en la era de la revolución tecnológica, hemos dado en pocos meses un salto repentino, radical e irreversible hacia lo digital, y la comunicación se instala, como nunca antes, en el centro de la dinámica social. Sólo en Chile, pequeño país al final del mundo, el tráfico de Internet subió el 2020 en casi un 60% en comparación con el año anterior. Se trata de un fenómeno global y tener acceso a la red, poder estar conectados/as se ha vuelto un asunto ya no sólo técnico, sino también un derecho social que debe estar catalogado como tal en las diferentes normativas, incluso a nivel constitucional, pues de dicho acceso dependerá el ejercicio de muchos otros derechos fundamentales.

Sí, muchas cosas han cambiado. Pero otras no. El enemigo sigue ahí al acecho, atento a aniquilar todas nuestras iniciativas que inventen e impulsen modelos de vida y de desarrollo distintos a los que el capitalismo tiene planificados para nosotros/as, para así poder seguir enriqueciendo a unos pocos a costa de la miseria de miles de millones. La lucha continúa, eso no ha cambiado. Pero la dimensión comunicacional se instala como crucial en la batalla y nos desafía como revolucionarios y revolucionarias que creemos que otro mundo es posible.


Fuente: http://www.elperroylarana.gob.ve/la-batalla-comunicacional/

martes, mayo 14, 2024

Jorge Boccanera y Silvio Rodríguez

Entrevista al cantautor Silvio Rodríguez por la publicación del libro "Cancionero"

Entrevista del poeta argentino Jorge Boccanera a Silvio Rodríguez por la publicación del libro «Cancionero». – junio de 2009. Cubadebate publica en exclusiva el texto íntegro del diálogo entre Boccanera y Silvio.

1- Hace poco más de 30 años te entrevisté en México en un diálogo que inició con una frase de Martí, cuando decía: «¿A qué leer a Homero en griego cuando anda vivo, con la guitarra al hombro, por el desierto americano». La presencia de Martí asoma, a mi ver, en temas como «De donde crece la palma», «Yo te quiero libre» o «El vigía», ¿Se podría hablar de influencia suya en tus trabajos, en tu pensamiento?

Tu pregunta me remite a La Edad de Oro, una de mis primeras lecturas. Más exactamente a la edición que hizo Emilio Roig de Leuchsering en 1953 para celebrar el centenario del Apóstol. Este historiador tuvo la buena idea de introducir el libro, escrito por Martí para los niños, con un prólogo llamado «Martí niño», donde cuenta la eticidad que empezó a manifestarse en Martí desde temprano. Desde aquella lectura el José Martí que me acompaña es el ser humano, el hijo, el amigo, el compañero que fue, además del patriota de espíritu cosmopolita. Así van conmigo también sus versos sustanciales y hermosos.

2- Es posible leer este libro como una especie de balance; ¿qué recordás de aquel joven que debutó en 1967 en «Música y estrellas» justamente un martes 13…

Aquel era un joven desconcertado. Precisamente el día anterior habían terminado sus tres años de servicio militar obligatorio. El cambio de un día al otro fue tan fuerte que no se volvió loco de milagro. Pero no sólo recuerdo aquel joven sino que todavía le encuentro semejanzas con el sesentón que ahora soy. Una sigue siendo el desconcierto. Otra es la afición por los misterios.

3- Prácticamente tu preludio de «Cancionero» lo dedicás a subrayar la importancia de la letra… ¿cuánto de tu formación, de tus lecturas, pasa por la poesía?

«Cancionero» reúne las letras de las canciones de mis discos y algunas de las muchas que se me fueron quedando por el camino. Ahí explico que cuando escribí mis primeros textos ya me guiaba alguna noción de lo poético. Y es que desde que era un niño supe que existía la poesía, gracias a mi padre. El viejo Dagoberto era un obrero agrícola que leía a Rubén Darío, a Martí, a Juan de Dios Peza, a Nicolás Guillén. Después, en los primeros años de la Revolución, pasaban por televisión un anuncio sobre Rubén Martínez Villena, con aquellos luminosos y extraños ojos suyos, mientras un locutor recitaba La pupila insomne. Aquello me hizo buscar poemas de Rubén, quien se ha quedado entre mis escasos de cabecera. En un campamento militar conocí a un recluta que leía en voz alta a Saint-John Perse, enamorado de la exuberancia de sus imágenes, de lo que me contagié hasta nuestros días. Fue por entonces cuando apareció Emilia Sánchez, una joven camagüeyana que me presentó a César Vallejo, el cholo que me condenó a la fascinación eterna. Entre esos hallazgos transcurrían los años en que empezaba a hacer canciones y a buscar poesía, como quien intuye que por esos rumbos queda lo necesario. Los últimos meses que pasé en las fuerzas armadas fueron en la revista Verde Olivo, que por entonces dirigía Luis Pavón Tamayo. Él me dio a leer a José Zacarías Tallet y a Eliseo Diego, poetas que me dieron un par de buenas sacudidas. También me prestó una maravillosa edición bilingüe de los sonetos de Shakespeare -que le devolví veinte años más tarde, de estúpido que soy.

4- En uno de tus primeros temas («Mientras tanto»- decís: «Yo tengo que hablar, cantar y gritar/ la vida, el amor, la guerra, el dolor»; ¿persiste esa idea?

Cuando yo comenzaba creía que había que ampliar la temática y el vocabulario de las canciones. Tenía la sensación de que casi siempre se cantaban los mismos asuntos y, lo que era peor, más o menos con las mismas palabras. Ya yo era amigo de los poetas de la revista literaria El Caimán Barbudo y hablaba con ellos de esas cosas. ¿Por qué en las canciones no se usa la palabra herramienta?, decía uno. ¿O zapato?, agregaba otro. Así que hubo un tiempo en que anduve a la caza de palabras que no se usaban, para hacer canciones con ellas. Esa búsqueda a veces me llevó hasta vocablos que la moral predominante discriminaba. De ahí salió que La era está pariendo un corazón era contrarrevolucionaria -porque para algunos la palabra parir era inmoral, y mucho más puesta en una canción. O sea que declarar que pretendía cantar y gritar la vida, el amor, la guerra, el dolor, era poco menos que un sacrilegio. Pero debo admitir que todavía me interesa cantar lo que resulta un reto; lo prohibido siempre es interesante, sobre todo cuando va más allá del jueguito de «a ver si te atreves».

5- Uno de los temas inéditos de «Cancionero» es «Una canción de amor esta noche». El amor viene de tus primeros temas desplegado en una lucha de opuestos (compañía-soledad, plenitud-muerte, búsqueda-desencuentro, anhelo-desesperanza), ¿lo considerás como uno de los ejes principales de tu obra?

¿Qué sería del ritual de apareamiento humano sin las llamadas «canciones de amor»? Esas canciones son una especie de hilo conductor desde todos los tiempos y lugares. Son una temática inagotable que cada grupo humano y cada época renuevan con sus características. Pero no hay que ser nuevo para que las canciones de amor tengan sentido.

6- También hay un núcleo casi paralelo: la muerte, presente desde tus canciones primeras: «Muerto», «Testamento», etc. ¿Lo ves así?

Para cantar a la muerte solo necesitamos darnos cuenta de que la maravilla de la conciencia es un accidente. Después uno se entera de cómo están ligados el amor y la muerte en el arte antiguo, cuanta iconografía, cuanta poesía al respecto. John Keats, que sólo vivió 26 años, dejó escrito el epitafio que figura en su tumba: «Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua». Los lama dicen que el sentido de su doctrina es prepararnos para el reencuentro con la eternidad. Eso me ha hecho pensar que magnificar la función del artista nos deja como unos pretenciosos que quieren algo parecido de forma más interesada.

7- En las letras de tus canciones hay un tono de cosa íntima, confidencial, que aún en los temas más sociales no cae nunca en la altisonancia. Muchas veces ese tono se desliza hacia un interlocutor («Vamos a andar…»). En «Amigo mayor» decís: «Sé amigo manantial en mi desierto», en esa dirección se estructura el inédito: «Yo te invito a caminar conmigo». ¿Sentís que en tu poesía aparece el diálogo con un compañero de ruta?, ¿campea un nosotros?

Desde niño salí a la calle a apoyar con entusiasmo el proceso revolucionario, pero cuando me puse a cantar evité hacer panfletos. Las pocas alabanzas que he suscrito suelen señalar su excepcionalidad desde el título, con un distanciamiento casi brechtiano. Canción urgente a Nicaragua es buen ejemplo. Oda a mi generación tuvo y tiene implicaciones desafiantes, ante una generación del Moncada aún vigente y a veces demasiado paternal. He preferido estos riesgos porque para hacer propaganda sobran especialistas, pero también porque soy de ese tipo de gente que no soporta adular lo que respeta. Creo que la Revolución ha sido un hermoso proyecto de Nosotros, con mayúsculas, a pesar de momentos que pudieran confundir su nobleza. El nosotros que identificas en esas canciones debe ser necesidad de establecer que el cantor es parte de una dignidad colectiva.

8- Hay una línea de temas tuyos donde se cruza la leyenda, el relato infantil y la alegoría, como en la bruja de «Es sed», «La leyenda del águila», «El rey de las flores», «Sueño con serpientes», «Canción del elegido», Fábula de los tres hermanos» y «El reparador de sueños» ¿Leías de niño cuentos infantiles de este tenor?

Leía y leo. Mi padre también tenía un tomo de las Fábulas de Esopo. Andersen y los Grimm son bastante más que maravillosos. Yo aún repaso Las mil y una noches y bebo cuanta historia de derviches, chamanes u otros portentos me caiga en las manos. ¿Has leído La oración de la rana, de Anthony de Mello? Me fascina la sabiduría de las parábolas sufíes. Ojalá mis canciones pudieran ser tan útiles.

9- Hay temas tuyos que están en un cruce entre el autorretrato y el manifiesto personal (como «La maza o esos versos de «El necio»: «yo me muero como viví») posición que se repite ahora en el inédito «Los compromisos» y en un tema de tu próximo disco «Trovador antiguo». ¿Crees que los versos de esos temas te definen?

No sé si tanto como definirme, pero sería bueno que al menos mostraran lo que he creído ser cuando trabajaba en ellos.

10- Lo más significativo de tu obra es la calidad y la persistencia, pero además una mirada crítica que no baja la guardia y que además sale a defender su humanidad frente a aquellos que más que a hacer, juzgan, reclaman, dictaminan… ¿Una canción como la inédita «Defensa del trovador» apunta a eso?

Cuando empezamos a cantar, las canciones que se consideraban revolucionarias eran las apologéticas, como las que hacía aquel singular trovador que fue Carlos Puebla. La autocrítica comprometida era un fenómeno nuevo en la canción cubana y los primeros que la hicimos pagamos el precio de la incomprensión. Sólo nos sostenía el ánimo que nos dábamos entre amigos. Entonces Haydeé Santamaría y Alfredo Guevara nos dieron un apoyo que nos vinculó a las instituciones que dirigían, lo que a ojos vistas fue importante para nuestra identidad política. Pero a nivel personal cada uno de nosotros asumió los rechazos, censuras y suspensiones oficiales como pudo. A mí me dio por sostener un diálogo quemante con mi pequeño público, que era sobre todo de jóvenes, para quienes no hice la más mínima concesión. Más que cantar, me sometía a terapia de choque. A pesar de que hoy pudiera parecer desmesurada, Defensa del trovador es una especie de arquetipo de mi quehacer de aquella etapa, cuando cada canción que lanzaba era respiración boca a boca. Por eso la seleccioné para «Cancionero».

11- La canción «Tonada del albedrío» de tu próximo disco está dedicada al Che. ¿Qué facetas de ese «hombre sin apellido», de ese revolucionario al que volvés una y otra vez, pesan más para vos?

Para mí la huella del Che es siempre diferente, siempre va contrastada contra la marea universal. En las últimas dos décadas la posibilidad de un mundo más justo, al menos de la forma en que se preconizó entre el siglo XIX y el XX, se ha hecho más dudosa. He visto como los explotadores se proclaman progresistas y como la frescura que antes representaba lo revolucionario ha sido reducida a las más lamentables experiencias del socialismo real. Veo que años después del derrumbe de la Europa del Este continúa un bombardeo mediático que distorsiona el sentido de la redención humana. Pero según muchos investigadores -como Chomsky- la mayoría de los grandes medios, incluyendo Internet, pertenecen a poderosos consorcios de derecha. Entre los ejemplos revolucionarios que esa globalización machaca para pulverizar, siempre está el Che. En Tonada del albedrío toco tres aspectos del pensamiento de Ernesto Guevara que considero cardinales: la lucidez con que caracterizó al imperialismo, el amor que motivó su condición revolucionaria y su concepto del socialismo, que no pretendía -según sus propias palabras- «asalariados al pensamiento oficial».

12- En mayo pasado te demoraron la visa estadounidense para participar en un homenajes por los 90 años del músico «folk» Pete Seeger en un claro acto de discriminación, en momentos en que el presidente Obama habla de acercamiento entre USA y Cuba…

Llevamos muchos años de hostilidad y eso ha condicionado ambas partes. En los Estados Unidos muchos mecanismos siguen funcionando en el sentido obsoleto de la guerra fría. En Cuba sucede otro tanto, con el atenuante de que históricamente hemos sido el país agredido. A mí me gustaría ver qué nos toca a los cubanos que vivimos Cuba de ese cambio proclamado por la nueva administración norteamericana. No quisiera creer que la buena voluntad de ese gobierno es sólo para los que quieren vivir allá o para los que piensan como ellos.

13- En tus inicios a la par de la música hacías historietas -de hecho hay viñetas tuyas en «Cancionero»- y además compusiste temas sobre personajes como Elpidio Valdés. ¿Te sigue atrayendo el género de la historieta?

De alguna forma mis canciones contienen una gráfica que adquirí como lector y como dibujante de historietas. En Cuba proliferaron las publicaciones de este género, pero los problemas económicos cercenaron aquel florecimiento. Fue una pena para el desarrollo de la historieta en Cuba, aunque el mundo de la animación fue asimilando y reencaminando a algunos de aquellos creadores.

14- La nueva trova surgió como continuidad de la trova tradicional cubana, pero también como una ruptura en cuanto a las formas musicales. En ese camino, qué otras rupturas musicales le sucedieron y cuáles son los artistas de la música en Cuba que te interesan hoy?

De la trova originaria Sindo Garay fue siempre mi héroe favorito. Hay una película en la que él afirma que uno de los rasgos fundamentales de la trova cubana son los dúos. Mi generación de trovadores se caracterizó por la diversidad, porque cada cual compuso como le pareció, con los referentes que tuvo. Ocasionalmente hicimos dúos, tríos, cuartetos, pero no se pudiera afirmar que las canciones a dos voces están entre lo que nos distingue. Sin embargo en los trovadores más jóvenes se nota un resurgir de esa forma de proyectar la canción. Hay muchas parejas interesantes, como pudieran ser el dúo Karma, Ariel Díaz y Lilliana Héctor, el dúo Enigma, y unos matanceros llamados Lien y Rey, que hacen un notable trabajo de vanguardia. Como trabajo interesante también distingo al excelente trío de cuerdas pulsadas «Trovarroco», naturales de Villa Clara. Pero lamentablemente los medios cubanos siguen reflejando poco lo que sucede en el mundo trovadoresco.

15- Otro argentino que a ratos citas en tus entrevistas es Atahualpa Yupanqui, ¿Sentís que está vigente?

Yupanqui es un poeta que elevó a la excelencia el arte de payar. Asumió la música de la pampa y de los andes y con ellas creó una escuela de resonancia universal. Señores de la guitarra como Leo Brouwer reconocen ese magisterio. Yo me encontré por primera vez con Don Ata cuando él ya era bastante mayor, en febrero de 1985, en un Berlín blanco de nieve. Lo había escuchado muchas veces en discos, lo había visto incluso por televisión, pero recibirlo en directo me mató. Aquella noche, con su inmenso susurro y sus manos torcidas articuló un recital perfecto. Allí descubrí su canción Los tres pablos, que le hizo a Neruda, a Picasso y a Casals. Una obra maestra que interpretó brillantemente, con una sobriedad escénica que irradiaba una energía misteriosa. Cuando uno presencia algo así, aprende lo que es el arte como fulgor inverosímil.

Fuente: rebelion.org

 

 

martes, septiembre 12, 2023


 Silvio ayer, en la Basílica:
 
Algunas canciones, como muchas otras cosas de la vida, se hacen, o se aprenden a hacer, muy a pesar de lo que se desea. Y esto pasa con más razón en canciones que evocan pesares colectivos. Quiero decir que, en este caso, hubiera preferido no tener motivos para escribirla, y creo que en cierto sentido no fui yo quien la hizo, porque me fue extraída por una dura realidad que ocurría ante los ojos de todo el mundo.
 
Aquella mañana de hace hoy 50 años, como cada día, me asomé, a ver si la Avenida 23 seguía a los pies del apartamento en que vivía. Entonces mi vecina, Cuca, desde el balcón de al lado, me dijo: “Pon la radio, que parece que se está acabando el mundo en Chile”.
 
Y sí: por la radio se escuchaba a Salvador Allende despedirse, en medio de explosiones. Decía que más temprano que tarde se abrirían las grandes alamedas para que pasara un pueblo libre. Un locutor informaba que el presidente resistía el asalto a la casa de gobierno con un pequeño grupo de colaboradores.
 
Imaginar a la persona correcta y gentil que era Salvador Allende en semejante situación requería de cierto esfuerzo. Porque Allende era un hombre de paz, un hombre con ideales, pero de paz, y era difícil concebir que en aquellos mismos instantes estaba vendiendo cara su existencia, asumiendo de la forma más dura las consecuencias de su ideal democrático y constitucionalista, y todo por haberse propuesto mejorar la vida de su pueblo.
 
Justo un año antes de aquel día terrible, habíamos estado en Chile varios trovadores jóvenes, gracias a la invitación de Gladys Marín, amiga de mi hermana Chabela Parra, quien le comentó a la dirigente chilena que nosotros éramos más bien rojitos y no rosados, como nos pintaba cierta prensa de nuestro país. Y, ya en Chile, una de las cosas que más nos conmovía de aquella realidad bullente de 1972, era la fiereza con que era criticado el presidente socialista, no sólo por la derecha sino también, y mucho, por la izquierda.
 
Tanto era así que entonces, un año antes del golpe, Noel, Pablo y yo nos preguntábamos, caminando y viviendo Santiago, cómo era posible que la Unidad Popular se mantuviera. Pero aquel presidente, todas las veces que lo vimos y escuchamos, no cedía ni un milímetro y cada vez más decidido abrazaba su compromiso con los pobres de su tierra.
 
Tuve la oportunidad, puedo decir el honor, de haber estado cerca de Salvador Allende en tres momentos. El primero en La Moneda, donde nos estrechó la mano a cada uno de los invitados al Congreso de la Jota. La segunda vez fue en la Alameda, en un acto en que pasaron los mineros con una tela enorme que decía: “Chicho, danos las armas”. La última vez que vimos al presidente Allende fue en su discurso en el Estadio Nacional, en la clausura de aquel congreso.
 
El estadio, que un año después sería convertido en una prisión inmensa, estaba engalanado con grandes imágenes de próceres de la independencia de Nuestra América. Algunos de nosotros notamos la falta del Che, que había sido asesinado no hacía mucho, y cuando llegué al hotel compuse América, te hablo de Ernesto.
 
Yo sólo espero que nunca se olvide quienes alentaron y apoyaron aquel golpe sangriento. Sus propios testimonios han quedado para la posteridad. Ojalá nunca más, ni en Chile ni en ningún otro lugar.
 
Toda esta memoria y muchas otras cosas, algunas tristes, otras esperanzadas, están presentes hoy aquí. En mi caso es una canción rabiosa que también cumple medio siglo. Recuerdo que la incluí en mi primer trabajo discográfico en solitario, que apareció al año siguiente del golpe. Recuerdo que fue una de las dos canciones que la censura heredada del Franquismo no quiso autorizar en España.
 
Hoy agradezco la hermosa orquestación de Aldo López Gavilán y la excelente interpretación de estos jóvenes frutos de nuestras Escuelas de Arte, conducidos por la Maestra Daiana. Agradezco también la presencia de mi querida amiga Digna Guerra y el Coro Nacional Cuba, siempre magistrales y generosos.
 
Gracias, pues, a todas y a todos los artistas, técnicos y trabajadores que inmediatamente acudieron a esta conmemoración con tan hermoso espíritu de entrega, el que merecen la memoria de Salvador Allende, sus compañeros y el pueblo de Chile.
 
Hoy, para colmo, es el cumpleaños 81 de un prócer cubano, mi amigo del alma Eusebio Leal Spengler, a quien quien dedico especialmente este momento.
 
Adelante, Maestra...

Allí amé a una mujer terrible,
llorando por el humo siempre eterno
de aquella ciudad acorralada
por símbolos de invierno.

Allí aprendí a quitar con piel el frío
y a echar luego mi cuerpo a la llovizna,
en manos de la niebla dura y blanca,
en calles del enigma.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Allí, entre los cerros, tuve amigos
que entre bombas de humo eran hermanos.
Allí yo tuve más de cuatro cosas
que siempre he deseado.

Allí nuestra canción se hizo pequeña
entre la multitud desesperada:
un poderoso canto de la tierra
era quien más cantaba.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

Hasta allí me siguió, como una sombra,
el rostro del que ya no se veía.
Y en el oído me susurró la muerte
que ya aparecería.

Allí yo tuve un odio, una vergüenza,
niños mendigos de la madrugada.
Y el deseo de cambiar cada cuerda
por un saco de balas.

Eso no está muerto:
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.

 

FUENTE:  http://www.cubadebate.cu/opinion/2023/09/12/silvio-rodriguez-volvio-a-emocionarnos-con-su-lirica/

martes, agosto 08, 2023

 

A ESE ALGUIEN

Hernán Rivera Letelier

 

A ese alguien, hombre o mujer,

que cayó por ti en las mazmorras.

A ese que puso sus manos

para que no arrancaran las uñas

de las manos tuyas.

A ese que ocupó tu lugar en la parrilla

y gritó y se retorció,

y no vomitó tu nombre.

A ese que hicieron desaparecer,

y cuyos huesos, que pudieron ser los huesos tuyos,

como signo de resistencia.

A ese que fue arrastrado por ti al paredón

y rezó y lloró y

se orinó frente a la muerte,

y luego sufrió la ignominia de haber asistido a un Simulacro.

A ese que enfrentó al pelotón de fusilamiento,

y fue fusilado -ahora sí- con balas de verdad,

balas que muy bien pudieron quedar

incrustadas en tu pecho.

A ese muerto sobre el que hoy estás parado vivo

A ese que con su vida te dio la sobrevida

A ese alguien, hombre o mujer.

Alójalo en tu corazón.

Abrígalo en tu memoria.

Que el frío del olvido no lo toque.

Para que nunca más en Chile.

 

#50AñosDelGolpeCívicoMilitar  #MemoriaVerdadYJusticia  #NadaNiNadieEstáOlvidado

lunes, febrero 06, 2023

 

María  del Carmen Arriagada Jerez

Detenida desaparecida, octubre 1973

 

Profesora Arriagada

 

Puede ser como si el tiempo nunca pasará,

como si todo lo malo

nunca hubiera sucedido.

Olvidar tu sonrisa y alegría

es como olvidar la manera de empezar.

Te acusaron de liderar un levantamiento campesino,

cuando lo único que hiciste fue levantar los sueños de los niños

que confiaban ciegamente en ti.


Te acusaron de acaparar armas,

cuando lo único que acaparaste

fueron historias, canciones y letras.

Acallaron tus cuecas y tu voz,

pero en los pañuelos se alza tu voz y con ella tu risa.


Sin embargo, cada primavera,

luego que se va la nieve, el patio de la escuela de Chilpaco

se vuelve a llenar de lirios haciéndote recordar.

Mujer de sueños, alegría y amada,

madre única, recordada por todos.

tu legado nunca será olvidado.


Autor: Estudiante Cuarto medio, Generación 2019.


Referencia: https://memoriaviva.com/nuevaweb/detenidos-desaparecidos/desaparecidos-a/arriagada-jerez-maria/

 

 



domingo, enero 29, 2023


 Presentación

Guillermo Parvex

 

Cautiverio feliz, publicado en 1673 por el maestro de campo de los tercios españoles Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, relata su vida en manos de los mapuche tras ser capturado en la batalla de Las Cangrejeras en 1629. Los manuscritos originales son un fiel retrato de la Guerra de Arauco y de las conflictivas relaciones hispano-mapuche de aquel período colonial. Aunque su autor era un oficial de los ejércitos reales, destaca el alto grado de cultura de los mapuche, la humanidad con que trataban a sus cautivos y lo justo de su férrea resistencia a la invasión de su territorio. A la vez, el texto es una denuncia política ante el soberano hispano del mal proceder de quienes lo representaban en este rincón del mundo, a quienes el autor sindica como responsables de "las guerras dilatadas del Reino de Chile".

Hoy el destacado escritor Pedro Cayuqueo nos presenta esta obra literaria cuyo gran valor es que mantiene incólume los manuscritos originales, adaptando su lenguaje hoy obsoleto y la estructura narrativa que dificultaba su lectura. A diferencia de antiguas adaptaciones, esta no presenta los grandes sesgos que aquellas hicieron en favor de los conquistadores destacando las virtudes de los españoles y los defectos de los mapuche, traicionando con ello el espíritu de la obra original. A través de este nuevo trabajo de Cayuqueo, el lector se fascinará al adentrarse en el Wallmapu del siglo XVII bajo los ojos de un joven militar al servicio del rey y conocer con lúdicos detalles su organización, costumbres, ritos y también el generoso pecho de su noble nación.


Fuente: Cautiverio feliz, Pedro Cayuqueo /Adaptación y comentarios. Editorial Catalonia, 2022

jueves, noviembre 10, 2022

 
Poéticas del cine
Raúl Ruiz
 
 
Prólogo
 
 
He aquí el primero de los tres tomos que compondrán esta Poética. No creo que sean de gran ayuda para los cinéfilos y los profesionales del cine. Los escribí pensando más bien en aquellos que usan el cine como espejo, es decir, como instrumento de especulación y reflexión, o como máquina para viajar en el espacio y el tiempo.
En el origen de este libro están las seis conferencias que di en abril de 1994 en la Universidad de Duke (EEUU), invitado por Fred Jameson y Alberto Moreiras, y que corresponden con estos seis primeros capítulos. El séptimo es la conferencia introductoria de un seminario que di en Palermo en diciembre de ese mismo año. En cuanto a las ideas que atraviesan estos textos, las fui poniendo más o menos a punto durante el año universitario de 1989-1999, cuando di clases en Harvard.
He intentado aquí sobrevolar algunos de los temas más polémicos que sacudieron en estos últimos años a los teóricos de los medios de América del Norte y Latinoamérica (Jameson, Dienst o Moreiras), como también los paradigmas narrativos de la industria del entretenimiento, las nuevas imágenes o la globalización del mundo audiovisual. Pero también he tratado temas más europeos, como la naturaleza de la imagen y el inconsciente fotográfico. Aparecerán también temas que forman parte de polémicas más antiguas, algunas de las cuales datan de los principios de la historia del cine (pienso en las ideas de Bertrand Russell, Ortega y Gasset y Elias Canetti). De vez en cuando irrumpen querellas aún más antiguas (Raimundo Lulio, Shitao, los teólogos Molina y Báñez, etc.). Para dar cuenta de todo eso elegí un género cercano a lo que en la España del siglo XVI se llamaba Misceláneas, esos discursos teórico-narrativos que se dedicaban a hacer piruetas, a los cambios de rumbo inesperados y las interpolaciones extravagantes; en suma, a lo que podríamos llamar el arte  de saltar de un tema a otro.
El segundo tomo, Serio ludes (Juegos serios), está compuesto por parodias y simulaciones conceptuales, y propone un método de trabajo para escribir películas. El tercero, Métodos, está compuesto por ejercicios y recetas, y pretende ser un método para filmar.
Estos tres libros giran alrededor de una convicción: en el cine, al menos en el cine narrativo (y todo el cine lo es de cierta manera), es el tipo de imagen lo que determina la narración, y no al revés. A nadie se le escapará que esta afirmación implica que el sistema de producción, invención y realización de películas debe ser modificado de manera radical. Quiere decir también que aún son posibles un nuevo tipo de cine y una nueva poética del cine.
Una última observación: no soy un erudito, y he encontrado la mayoría de mis referencias en mi biblioteca personal, lo que me ha permitido corroborarlas directamente. Pero leo en diagonal, viajando de un libro a otro, y eso no está exento de riesgos. Es muy posible que aquí y allá haya interpretaciones o comparaciones abusivas o sencillamente gratuitas. Pero este libro es un viaje, y los viajeros deben saber que tomar caminos que no conducen a ninguna parte también forma parte del viaje.
 
 
FUENTE: Poéticas del cine. Raúl Ruiz. Ediciones Universidad Diego Portales, 2014.